Jubilación viene de júbilo, pero al cardenal Antonio María Rouco el retiro le está produciendo un calvario, con constantes estaciones de sufrimiento desde que el Vaticano lo apartó del arzobispado de Madrid en agosto, cumplidos ya los 78 años. Las mayores críticas al prelado se centran sobre los supuestos lujos del piso al que se fue a vivir en febrero pasado; por su intención inicial de permanecer en el palacio arzobispal mientras su sustituto, el arzobispo Carlos Osoro, encontraba aposento en una residencia de ancianos desamparados a las afueras de Madrid, y también por resistirse a la jubilación y por el enfado con que asumió la orden del papa Francisco.
«El cardenal está viviendo un calvario lamentable», reconoce uno de sus más estrechos colaboradores, quien pide el anonimato. Al estupor de la jerarquía católica se une el bochorno de muchos fieles y, también, el regocijo de sus detractores. «Cuando los dioses quieren destruir a un hombre, primero lo enloquecen. No encuentro otra explicación para las últimas decisiones de Rouco», opina el sacerdote Carlos F. Barberá, citando la famosa sentencia de Eurípides. «Quienes apostamos por una Iglesia equitativa e igualitaria pensamos que este despropósito merece un rechazo público, una denuncia profética y un escrache (intelectual, al menos)», concluye Redes Cristianas su editorial de esta semana. «¡Un escrache, por Dios!», lo titula. En Redes Cristianas conviven 200 organizaciones muy activas y prestigiosas, entre otras la Asociación de Teólogos Juan XXIII, el Foro de Curas, las Comunidades Populares, la Federación de Mujeres y Teología, el Movimiento por el Celibato Opcional y la asociación Católicas por el Derecho a Decidir.
«Que desmientan las informaciones. Si son ciertas, que Rouco abandone esa vivienda de lujo», reclama Fe Adulta, un portal digital promovido por sacerdotes, religiosos (algunos, jesuitas como Francisco), religiosas y numerosos laicos, con casi 2.500 corresponsales. Su directora, Inmaculada Calvo Torrejón, está promoviendo la recogida de firmas para pedir al arzobispo de Madrid y al nuncio (embajador) del Vaticano en España, el también arzobispo Renzo Fratini, que terminen «con esta situación escandalosa». El pasado domingo, a las 18.00, sumaban 679 firmas, todas ellas de sacerdotes y recogidas solo por Fe Adulta, y esperan cerrar la semana con mil. El escrache ante el domicilio del cardenal está convocado para el mediodía del próximo miércoles.
También han entrado en el asunto, con mucha severidad, dos de los medios de comunicación católicos de mayor influencia: la revista Vida Nueva y el periódico Religión Digital. José Lorenzo, redactor jefe del prestigioso semanario de la congregación marianista se pregunta bajo el título «No es lugar para cardenales»: «¿Es que no había otro lugar más discreto para retirarse? ¿Cómo es que nadie le advirtió de la vergüenza que se le venía encima y del daño para la imagen de toda la Iglesia? No se trata de que el cardenal tenga que vivir debajo del viaducto, pero a su disposición había otras alternativas igualmente dignas, pero más acordes con esa Iglesia pobre y para los pobres que reclama Francisco y ya consagra el Evangelio».
Religión Digital ha sido más beligerante, con múltiples informaciones sobre la polémica retirada del cardenal cuando todavía estaba empeñado en seguir residiendo en el palacio arzobispal, «como un okupa». Su director, José Manuel Vidal, autor del análisis más completo sobre la vida y la obra del poderoso cardenal (Rouco. La biografía no autorizada. Ediciones B), ha contado que la polémica ya está en el Vaticano. «Están escandalizados. Me consta que hubo presiones de alto nivel para que diera marcha atrás [en su idea de quedarse a vivir en el palacio del arzobispo]. Pero el cardenal consideraba que, con todo lo que ha hecho por la Iglesia española, tenía derecho a seguir con su palacio y su coche».
Estos son los datos más fiables del piso de Rouco en la calle de Bailén, enfrente de la catedral de La Almudena. Valorado en 1,7 millones, tiene 370 metros cuadrados, con seis habitaciones, cuatro cuartos de baño y amplia terraza. Las obras de adaptación han costado 370.000 euros. La llegada del cardenal, junto a un secretario y dos religiosas para el cuidado de la vivienda, ha desalojado a cuatro sacerdotes. «Nadie puede entender que Francisco viva en una residencia modesta y un cardenal jubilado viva a todo lujo. Cuando el primero expresa su sueño de una Iglesia pobre entre los pobres, el cardenal se instala como un rico entre los ricos. Este mal ejemplo es especialmente llamativo en unos momentos en los que se demanda la ejemplaridad de las personas públicas y en los que muchas familias han perdido sus viviendas o se ven obligadas a acudir al amparo de familiares con bajas pensiones», escribe la responsable de Fe Adulta.
Los detalles del piso, manoseados en decenas de medios de comunicación, elevando casi siempre las cifras, no han sido confirmados ni desmentidos por el arzobispado, pero parecen certeros. «Es imposible que la reforma haya costado medio millón», se ha limitado a decir el arzobispo Osoro en declaraciones a la SER. «Es un piso que pertenece a una fundación y alguien lo dejó ahí para la Iglesia. Hay que conocer por dentro a Rouco. He sido su alumno en Salamanca y, cuando se le conoce, no creo que se le puede interpretar de esa manera», añadió.
También ha salido en defensa del cardenal su sustituto en la presidencia de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valladolid, el cardenal Ricardo Blázquez. Lo hizo el Viernes Santo con evidente incomodidad. «Rouco necesita una casa con ciertas calidades y comodidades porque es una persona que tiene una trascendencia importante en la Iglesia y en la sociedad y, como tal, tiene que invitar a determinadas personalidades y tener esa infraestructura para acogerlos con la normalidad que se requiere», declaró a Radio Nacional. En la misma entrevista, Blázquez pidió que «la Iglesia sea pobre y para los pobres».
«Es más escandaloso si cabe, y más hiriente para la sensibilidad cristiana [el Vaticano II relaciona estas malas prácticas con las causas del ateísmo moderno], que se quiera hacer pasar este disparate como reconocimiento de la diócesis a los servicios prestados por el cardenal. Extraña exigencia que poco tiene que ver con la humildad y el servicio que reclama el Evangelio. Algunos obispos aún no han llegado a entender el fenómeno de la mundanidad contra la que clama el papa Francisco», replicó Redes Cristianas al cardenal Blázquez.
Un ‘vicepapa’ en España
Hasta que el Vaticano II acordó en 1965 su jubilación al cumplir los 75 años, los obispos, pontífices en sus diócesis y habitantes en grandes palacios, morían en sus puestos, casi siempre en loor de multitudes, y eran enterrados en la catedral de su jurisdicción. El problema surge cuando deben abandonar sus aposentos para dejar paso a un sustituto no siempre del agrado. Es el caso del arzobispado de Madrid, entregado por el Papa a Carlos Osoro a espaldas de Rouco. Como la inmensa mayoría de los jerarcas jubilados, Rouco debió volver a su tierra, Galicia, o pasar sus últimos años en una residencia sacerdotal o en casa de familiares. “Ninguno se queda a vivir en la diócesis de su mandato y menos se busca un sucedáneo de palacio”, sostiene el sacerdote Carlos F. Barberá.
El cardenal Rouco es la excepción lógica a una regla no escrita. Lo subrayan sus defensores, que son legión. Pontífice de la archidiócesis de Madrid durante 20 años y presidente de la Conferencia Episcopal durante 12, ningún jerarca había ostentado antes tanto poder en el catolicismo español y durante tanto tiempo, salvo el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, el franciscano que asumió el Gobierno de España varias veces por diversas incapacidades de los monarcas de turno. Además de haber torcido el brazo a varios Gobiernos, cambiando leyes u obligando a la retirada de proyectos legislativos, Rouco ha ejercido de vicepapa en España de Juan Pablo II y Benedicto XVI, nombrando obispos y metiendo en cintura con severidad a decenas de teólogos.
Lo inesperado es que se le acuse de lo único que no ha practicado: ostentación y lujos personales. Rouco ha sido extremadamente austero y eficiente para su organización. Visitó muchas veces poblados chabolistas y construyó decenas de parroquias en barrios populares. La crítica que más le dolió antes de su retiro fue la que le hizo el Foro de Curas en una carta al Papa sobre cómo debía ser el sustituto del cardenal. “Necesitamos urgentemente un obispo del que se pueda decir que es cristiano”, escribieron.
El cáliz de la pasión se colma ahora con esta inminente convocatoria de un escrache ante su domicilio. La palabra escrache tiene varios significados. “Fotografía de una persona”, dice el Diccionario de la Lengua. También significa la intención de denunciar “con estrépito” una situación que se tiene por escandalosa, en este caso, con manifestaciones ruidosas ante la casa de un cardenal nada acostumbrado a este tipo de calvarios.