Si nos atenemos a los datos del CIS y de los diferentes observatorios de laicidad en cuanto a adscripción religiosa de los españoles podemos concluir en que hay una tendencia clara hacia la secularización de la sociedad en detrimento de la práctica religiosa. El 26,3% de la población se declara ya como no creyente o atea.
Esta tendencia se aprecia también en el menor cumplimiento por parte de quienes se consideran católicos -el 60,8% de ellos casi nunca asisten a los oficios religiosos- de los preceptos de su confesión religiosa, traducida en una menor asistencia a los ritos religiosos -salvo aquellos caracterizados por una fuerte componente lúdico-festiva, tales como fiestas patronales, romerías, fiestas navideñas y procesiones con un, cada vez mayor, componente turístico y por ende económico- y consecuentemente en el incumplimiento de los sacramentos (matrimonios eclesiásticos, bautizos, confirmaciones, extremaunciones, penitencias, eucaristías y el propio sacerdocio). Obvio es decir que son las nuevas generaciones las que más se distancian de las creencias religiosas y consiguientemente se reproducirían en las herederas de éstas, de ahí el interés de la Iglesia Católica en imponer la enseñanza de la religión en los diferentes ciclos educativos.