COPLILLAS AL ARZOBISPO
Teatrillo de Don Javier. Primera parte (Rasgos del personaje)
Es de sobra conocido
por tanto gasto superfluo
en marchas, sin rumbo cierto,
y tanto inventar chanchullos
para meter a los suyos
en remunerados puestos,
con nóminas sustanciosas
a cargo del presupuesto.
De recibir a los curas
no tiene tiempo ni ganas
pues su agenda está repleta
de senderismo y yincanas;
y si le queda algún tiempo,
se pone a hacer filigranas
promocionando pestiños
o de canguro de niños
en los fines de semana.
Su actitud es sorprendente
pues pasa olímpicamente
de aquellos que por encima
de ideas y de colores,
por el hecho de ser curas,
son sus colaboradores.
Su arrogancia es prepotente
engreída y excluyente,
tan seguro de sí mismo,
que cree saberlo todo
y desprecia al que disiente.
Y a todo el que no se ajuste
a su peculiar talante:
lo ignora, lo discrimina
o lo toma por delante;
y si la cosa se agrava,
lo elimina, lo suspende,
lo fulmina o lo machaca;
y si el asunto no cambia,
o la discordia persiste,
a la psiquiatra Cristina,
sin dilación lo remite.
Pues según cuentan las glosas,
esta tal Cristina Rojas,
por ser kika destacada,
es la mujer designada
para cuidar con esmero
la salud mental del clero.
Y todo aquel candidato
para acceder al curato
o entrar en el seminario,
rellenará el cuestionario
y ella hará un discernimiento
que le indicará al momento,
quien da la talla y la altura
para llegar a ser cura.
En la procesión del Corpus,
el ridículo es total
pues hace de saltimbanqui,
rompiendo el ceremonial;
sus apretones de manos
con frases emocionadas
y bendiciones sin cuento,
a niños y embarazadas,
son causa de cachondeo
en tertulias y veladas.
Y es que donde el se encuentre
siempre ha de ser el centro,
incluso aunque esté presente
el muy Santo Sacramento.
En curias y en sacristías
mandó colgar su retrato
lo cual sirve de alegato
y en prueba de sus manías;
y demás con este dato,
nos confirma con certeza,
sus delirios de grandeza
Teatrillo de Don Javier. Segunda parte (Presuntos implicados)
Miguelito, el hombre orquesta
el Vicario General,
que a cualquier cosa se presta:
maestro, rector, payaso…
y todo lo que se tercia;
con lo cual ha conseguido,
por su dócil complacencia,
que todo el mundo lo llame
“comodín de su excelencia”.
Y luego tres bachilleres
que el astuto Cañizares
seleccionó bien acorde
con su expediente mediocre;
pues saben los entendidos
que es fácil comer el coco
a los que aspiran a mucho
pero carburan muy poco.
Es Don Antonio Valverde
lacayo y cómplice fiel
de la situación presente.
En la Vicaría primera
debe arreglar los entuertos
sin molestar a los vivos
ni impacientar a los muertos;
que es lo mismo que decir:
sin molestar a los kikos
en sus cantos y en sus rezos,
ni meter nunca en cintura
a los distinguidos miembros
de la super-prelatura.
Y la Vicaría segunda,
el Francis, la gran lumbrera,
que ha asumido el gran trabajo
de pasear su cartera;
y al terminar la jornada
de manera muy certera
dice estar en su quimera,
cansado de no hacer nada.
Y en la tercera, Juanito
el impecable galán,
anfibio que se aclimata
muy bien a tierra o a mar;
es astuto polizonte
para arribar a la playa
o camuflarse en el monte
y otear en la atalaya
el borrascoso horizonte;
y suele, desde la popa
vigilar bien a la tropa
pues sabe, mejor que nadie,
nadar y guardar la ropa.
Y luego, el de economía
que es el que tiene más cara
porque jugó con ventaja
para vendernos la imagen
de administrador prudente
que fue pidiendo a la gente
que el cinturón se apretara.
Y ahora, si buscas a Puertas,
pues necesitas recursos
para arreglar un tejado,
sólo te ofrece un camino:
pedir dinero prestado.
Y, sin embargo, sabemos
como se tira la guita
cuando se trata de eventos
que a nuestro obispo le flipan;
y también cuando se trata
de sueldos, muebles o estancias
de amigos de militancia;
o de material moderno
del personal directivo
y también del subalterno;
y gastos de propaganda
en papel cuché del bueno
que, por si no lo sabéis,
fue el que anunció la jornada
del “venid y lo veréis”.
Por cierto, que alguien contaba
que al ver el cartel expuesto,
un canónigo exclamaba:
“¿más de lo que estamos viendo?”
¿Qué está pasando en el clero
y en la Iglesia de Granada?
se pregunta todo el mundo
con actitud reservada.
Es muy grande el desconcierto
al vernos tan denigrados
en la radio y en la prensa,
en tertulias o mercados;
y lo peor lo veremos
si no se tuerce la cosa
cuando llegue la exclusiva
al plató de “salsa rosa”.
El problema que tenemos
aunque cueste confesarlo,
no es un canónigo loco,
prendado de su lindeza
y con sueños de grandeza;
es sobre todo, aunque escueza,
un obispo muy sectario,
populista y sin cabeza.
CRÓNICAS DE UN JUZGADO
(Sainete tragicómico)
El Pululu pululaba
entre gritos y algazara
de fanáticos vasallos
que ocupaban los juzgados
de la ciudad de Granada.
Comunión Liberación
era su escudo y blasón
y Miguel Ángel Morell,
según cuentan los anales,
del club de incondicionales,
enarbolaba el pendón,
seguido con decisión
por la nutrida legión
gili-catecumenales.
Curas muy bien trajeados
y de negro riguroso
como los hombres del frac
para cobrar al moroso.
Bella cruz en la solapa,
puños blancos con gemelos
y al borde de la camisa
un elegante alzacuellos.
Es curiosa paradoja,
que leyendo el evangelio
estos clérigos se pongan
este estirado alzacuello
y que mirando algún día
los pajarillos del cielo
o los lirios de los campos,
puedan, al día siguiente,
de manera sorprendente
salir vestidos de grajos.
El obispo entra al juzgado
y los vicarios le aclaman
junto al Deán del Cabildo
y unos cuantos moscardones,
que si no lloran no maman.
También le siguen algunos
incautos seminaristas
traídos de mala gana
para animar la soflama.
Y a la gente de Granada,
que ingenuamente creía
que ya todo lo sabía
y no asustarse de nada,
ante lo que ven sus ojos,
se les estremece el alma.
Cuatro horas toreando
a jueces y a funcionarios
con correcciones y enmiendas,
con suspicacias y enfados,
mientras que a los guardaespaldas,
con tanto tira y afloja,
les da tiempo bien de sobra
de rezar treinta rosarios.
Y esos mismos que en sus rezos
a Dios le piden clemencia
la emprenden, a la salida,
a mamporros con la prensa.
Con firmeza denunciamos
la manera tan indigna
de utilizar lo sagrado
y denigrar, sin enfado,
de forma tan chabacana
lo más genuino y hermoso
de la experiencia cristiana.
No somos mejor que nadie,
ni intentamos parecerlo;
pero este convulso clima
nos pone piel de gallina
y en nuestro libre albedrío,
estamos hechos un lío.
Por eso, ante este dilema,
proponemos sin demora,
a toda la gente buena,
el trabajar, desde ahora,
por deshacer el entuerto,
pues mejor que sometidos,
es preferible estar muertos.
Y como último aserto,
que deje en paz la conciencia
de nuestra posible audiencia,
a todos quede por cierto,
que una cosa es la obediencia
y otra el vil sometimiento.