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La ramera de Babilonia, teatro feminista

El texto de La ramera de Babilonia es de un hombre, Ramón Paso, también director de la obra. Las intérpretes son todas mujeres que denuncian la misoginia y el machismo de la Iglesia católica con un lenguaje directo y provocador: Ana Azorín, Inés Kerzan, Eva Chocrón y Ángela Peral. Pero eso no le quita ni un ápice de feminismo beligerante a la obra que cada martes se puede ver en la madrileña Sala Tú. Muy al contrario, certifica su actualidad. El feminismo es un asunto tanto de hombres como de mujeres. Es la lucha por una sociedad más justa, por una especie más feliz, liberada de las ataduras de los arquetipos que esclavizan tanto a mujeres como a hombres.

Durante mucho tiempo se ha querido negar el feminismo haciéndolo parecer un movimiento dirigido exclusivamente a la mujer y, en el peor de los caso, la otra cara del machismo. Para los ignorangutanes que se niegan a revisar su machismo violento como forma de vida, el feminismo lo único que quiere es arrebatarle sus privilegios de opresor y entregárselos, intactos, a las mujeres. A todas. Ignorar que el feminismo dinamita ese pensamiento jerárquico y opresor abogando por la igualdad dentro de la diferencia es útil a los opresores. Nadie quiere esforzarse en ver lo violento del sistema patriarcal.

Esta obra cuestiona toda esa retahíla de justificaciones al machismo de la Iglesia con humor e ingenio. Empezando por la sala, la muy cómoda y acogedora Sala Tú que sustituye sillas con comodísimos sofás y tiene un cosmopolita café en su entrada, y pasando por la informal estructura de la obra, todo convierte en una muy agradable experiencia la visita a La ramera de Babilonia. Dividida en sketches y ágiles intercambios de monólogos entre las cuatro actrices, la pieza va poniendo en evidencia la salvaje misoginia de la Iglesia. Desde un somero análisis de la Biblia y sus absurdos mitos, empezando con el de Adán y Eva que en esta obra se ve desde la perspectiva de la olvidada Lilith, primera mujer en realidad, que fue expulsada del paraíso por no querer someterse a Adán y vaga por los infiernos tragando el semen desperdiciado por los hombres –muy divertida toda la interacción entre Eva y Lilith en la casita de la última criticando a Adán–, hasta la Inquisición y su salvaje quema de brujas –uno de los pasajes más divertidos, ingeniosos y ágiles de la obra, con sus testimonios de brujas–; pasando por el aborto –espectacular argumentación con datos en una hilarante conversación entre una mujer que acaba de follar y el embrión que se empeña en autodenominarse “feta”, no feto, y que esgrime todos los rijosos argumentos de los anti-aborto–; o un grupo de monjas que cuestiona la prohibición de dar misa a la mujer; o un repaso a la prensa para recordar algunas de las barbaridades que han dicho los obispos de España (el “los niños van provocando y por eso abusamos de ellos” o el “la mujer que aborta accede a poder ser violada por cualquiera” van recordando la brutal intervención política de la Iglesia en estos últimos años), todo hace de la obra un refrescante ejercicio de humor, descaro y denuncia.

Son las actrices, todas estupendas, las que levantan el texto (algo desigual). Y su descaro y complicidad con el público seducen hasta relajar y hacer olvidarte de todo. En La ramera de Babilonia enseguida te sumerges en un atractivo combinado de cabaret y teatro político que el humor ensambla con perfección.

Me habría gustado tildar la obra de “teatro feministateo”, pero la obra rezuma un cierto regusto a cristianos de base que es el enorme pero y defecto que le pondría a este ejercicio de denuncia. El final hablando de Dios y su grandeza frente a la podredumbre de la Iglesia desactiva todo el interesante cuerpo de la obra e incluso la hace un poco contradictoria y absurda. Muy en la tónica actual de tercerposicionismo: yo estoy con todos y no quiero ofender a nadie. Sólo denuncio lo más escandalosamente evidente.

Hasta en el texto de Ramón Paso que acompaña al programa de mano, éste corre a aclarar: “Esta obra no es contra Dios –que me cae muy simpático– sino contra la Iglesia, y a favor de la libertad sexual y de la mujer”. No tiene mucho sentido atacar la absurdez de argumentos religiosos para prohibir el aborto, la homosexualidad o la presencia de la mujer en lo público y sin embargo defender al absurdo mito sobre el que la Iglesia ha construido su reino de terror: la lógica, raciocinio o cultura aquí no pintan nada, os tenéis que creer la existencia de un ser imaginario, indemostrable que nosotros gestionamos.

Siempre he dicho que el gran peligro de la Iglesia no es su corrupción y odio sino que anima a la gente a buscar una solución fácil e irracional, que existe un señor que gestiona sus vidas y que hay que ser bueno no en agradecimiento a la suerte de estar vivo sino por temor a lo que el muñeco imaginario pueda hacernos (teniendo en cuenta, por supuesto, que la definición de “bueno” la gestionan ellos, los que inventaron esa mentira para pueblos ignorantes y esclavizados). Ese pensamiento lleva al sometimiento y a la justificación de cosas injustificable. Si creo en alguien que no existe, debo creer todo lo demás que me digan los “evangelizadores” que me vendieron a ese cómodo ser imaginario que me ama siempre o me odia por otras cosas (aunque yo no lo note en nada más que en mi obstinación en creer que me ama u odia).

Con eso y con todo, la obra (y sus magníficas intérpretes), es muy, muy recomendable.

La ramera de Babilonia. 
Teatro Sala Tú (C/ Velarde 15-17 {Pza Dos de Mayo}. 28004 Madrid. Teléfono 91 017 68 02).
Funciones: Martes 3, 10, 17, 24, 31 de marzo a las 20.30 horas.
Dirección y Dramaturgia: Ramón Paso.
Intérpretes: Ana Azorín, Inés Kerzan, Eva Chocrón y Ángela Peral.
Teatro La ramera de Babilonia cartel
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