El cardenal de la ciudad alemana de Colonia, Rainer Maria Woelki, ha pegado el grito de alarma ante la enorme crisis de la Iglesia Católica en toda Europa. Y propone, como única solución a la crisis en que se vive, que los católicos se reúnan y tomen fuerza en pequeñas comunidades. Dijo textualmente: “Formar e integrar comunidades de la fe. Necesitamos tales tanques de la creencia que nos salven de la enorme crisis en que vivimos”. Y agregó: “Esas instituciones se convertirán en lugares pastorales que se unirán a los colegios, los lugares para niños y las escuelas. Así mantendremos los lazos con la familia”. El cardenal expresó que los domingos sólo concurre a misa entre el 7 y el 12 por ciento de los ciudadanos anotados como católicos. Los domingos, las iglesias están semivacías. El cardenal comenzó su disertación con las palabras de Cristo en la Cruz: “Dios mío, mi Dios, por qué me has abandonado”. Las palabras del cardenal provocaron gran inquietud en la comunidad católica alemana. Es que, por primera vez, un cardenal dice palabras tan duras y realistas sobre la situación mundial del catolicismo. Sin ninguna duda, la Iglesia en sí tiene que cambiar su política hacia adentro y hacia afuera. El obispo Woelki salió a la palestra a dar el grito de alarma: “No tengo dudas de que la Iglesia Católica debe cambiar. Volver a las bases, sus bases. Mucho fue muy estable en nuestras vidas, lo que hoy necesitamos es una nueva forma de Iglesia que nos lleve a asegurar la calidad del trabajo pastoral”. En la más grande diócesis de Alemania, la del Rin, cayó el número de miembros de la Iglesia Católica, desde 1980 a 2013, de medio millón de fieles a 200.000. Y la concurrencia a misa es de apenas el diez por ciento. Y el cardenal agregó: “Si queremos una Iglesia con futuro no tenemos que refugiarnos en la jaula del pasado”. Señaló que “hay que unir todas las tareas en la Iglesia, desde el jardín de infantes hasta Cáritas, desde el cuidado del alma hasta las conserjerías de las escuelas y hasta los hospitales”. Y volvió a insistir en la formación de pequeños grupos de doctrina.
El catolicismo pierde adherentes, pero es una de las instituciones más poderosas en dinero del mundo. Por ejemplo, el Obispado de Renania declaró el pasado año poseer fondos por 3350 millones de euros. La mayor parte de ellos está invertido en negocios financieros, alrededor de 2400 millones de euros. Su posesión en propiedades fue calculada oficialmente en 646 millones de euros. Para el 2015, la Iglesia Católica espera ganancias de 595 millones de euros. En total, en 2013, tuvo entradas por 831 millones de euros, principalmente en papeles de la Bolsa y ganancias por inmuebles. El Estado alemán paga a la Iglesia Católica, por mantener sus escuelas, tres millones de euros y también paga parte de los sueldos de los trabajadores que realizan tareas para la Iglesia.
El Obispado sostiene que su trabajo se realiza sin estar orientado a ganancias, pero sus negocios del pasado año cerraron con una suma positiva de 59 millones de euros.
Las cifras lo dicen todo: en 2013, la Iglesia Católica del Obispado de Colonia declaró una fortuna de 3350 millones de euros. Si comparamos eso con lo que ganó el hombre más rico del mundo, Bill Gates, que tiene una fortuna de 63.000 millones de euros, no nos quedan palabras.
Pero, a pesar de ese dinero y de ese poder, el número de católicos en Alemania va disminuyendo día por día. La juventud no acompaña a las religiones. A medida que fallecen los ancianos que concurrían a misa van quedando vacíos los bancos de las iglesias. Un futuro, pues, pleno de interrogantes.
Lo mismo ocurre con las librerías, pero por motivos económicos. En Alemania vemos con dolor que no pasa un día sin que cierre una librería. Claro, el libro es reemplazado por la pantalla. Siempre una librería menos en las grandes ciudades. El libro dejó de ser protagonista pese a la defensa sin fronteras a que es sometido el tema por los intelectuales. Y entonces vienen las grandes penas, una fuente de sabiduría menos. Estas deberían ser financiadas por la sociedad misma. Da pena ver estos templos de la cultura tan visitados antes, hoy casi vacíos. Sí. La sociedad debería defenderlas con todas sus fuerzas y medios. Por eso ha causado verdadera indignación que la Iglesia Católica, propietaria del local de la librería más conocida de Frankfurt, de casi un siglo de existencia, haya conminado a sus libreros a dejar el local que les alquilaba porque se negaron a pagar un aumento del alquiler. La librería se llama Carolus y era el lugar más querido de escritores y lectores. Que la existencia de las librerías dependa del alquiler del local es increíble. Es una historia de la superficialidad, declaró un representante de la asociación de libreros. Actualmente se piensan leyes que defiendan la existencia de librerías y que no dependan de la suba de los alquileres de los locales. Allí sería importante la intervención del Estado a través de sus organismos de la Cultura. Otras iniciativas establecen que sea el Estado el que expropie los locales de las librerías y financie los alquileres. La cultura del libro debe sobrevivir. Así como hay que mantener los bancos de las plazas. Defender la calidad de vida e impedir que el ser humano se convierta en un sonámbulo de la pantalla.