El Vaticano ha recibido al nuevo embajador de España que, por cierto, es la primera embajadora, y no ha dejado de señalar el dato, posible sólo ahora, en que disminuye la discriminación hacia su sexo, que tanto sigue propugnando el Vaticano, al que, diplomáticamente, María Jesús Figa, no ha citado al respecto. Menos diplomático, el papa se ha quejado ahí, una vez más, de la “hostilidad contra la fe” en España.
Ratzinger vuelve así a querer protagonizar la película de “buenos” y “malos”, como víctima inocente de unos malvados, paganos o indios salvajes, que atacan sin motivo a unos que vienen a civilizarlos… a la fuerza, ocupando sus tierras, matando sus ganados, reduciéndolos a lugares inhóspitos o a vergonzosa servidumbre. Porque aquí y ahora, la Iglesia española intenta mantener o reconquistar un predominio alcanzado mediante un sangrienta cruzada; feroz dictadura que aprovechó para imponer su ideología y su moral, con penas de cárcel y hasta fusilamiento. Ideología y fe radicalmente contrarias a la de un Jesús que repudió la violencia, nunca se apoyó en el Estado, ni vivió de impuestos. Pero el papa sigue apoyando a aquellos cruzados, y considerando a los que cayeron de ese bando como “mártires”, teniendo el valor de denunciar a los que protestamos de esa violación anticristiana de nuestros derechos humanos y nuestro bolsillo de atacar la fe cristiana. Mucha credulidad, y poca fe en Jesús hay que tener para estar de acuerdo con Ratzinger; como decía el recién canonizado Cardenal Newman, “la buena conciencia es la obra maestra del diablo”.
Por un Estado laico
España es el único país de la UE que se declara aconfesional, mientras la gran mayoría son laicos,…