Benjamin Franklin: “Un pueblo dispuesto a sacrificar un poco de libertad por un poco de seguridad no merece ni una ni otra, y acaba por perder ambas”.
El delito de blasfemia existe en Francia en los departamentos donde se aplica el Concordato (Alsacia y Lorena).
Enterrada ya la última víctima de los atentados de París (1) y cumplido el razonable “tiempo de la solidaridad” que se impone en situaciones tan emocionantes y trágicas como la vivida las dos últimas semanas, se abre la veda para llenar las páginas de los periódicos, el aire de las pantallas y la nube digital, de especulaciones de todo tipo acerca de las muy variadas teorías de la conspiración, y de críticas acerca de la provocación que ha supuesto -como ya denunciaron en su momento el Sindicato Nacional de Periodistas (SNJ) franceses y la Federación Europea de Periodistas (FEJ)- ver encabezando un desfile en defensa de la libertad de expresión a unos cuantos tiranos que, en sus países, encierran a los periodistas (y otros ciudadanos también) en las cárceles, cuando no les agreden, “desaparecen” como en Sri Lanka, o asesinan (estoy hablando de Ali Bongo, presidente de Gabón, Ahmet Davotoglu primer ministro de Turquía, Sergueï Lavrov, jefe de la diplomacia rusa, Abdallah ben Zayed Al-Nahyane, ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Viktor Orban, primer ministro húngaro, Hussein de Jordania, Netanyahu…y muchos otros).
Sin olvidar recordar verdades como puños, como que los llamados “grupos terroristas yihadistas” son en su concepción “criaturas de Occidente” que, últimamente con la ayuda inestimable de los reyezuelos del Golfo, lleva muchas décadas facilitando dinero y armas a imanes y ayatolás fundamentalistas escondidos en lugares recónditos, principalmente de Irak y Afganistán, para que aticen el fuego contra sus contrarios y “se maten entre ellos”. “Francia en particular –ha dicho Julian Assange, fundador de Wikileaks, desde su refugio en la embajada de Ecuador de Londres- ha participado en el suministro de armas a grupos violentos en Siria, Libia y en la recolonización del estado africano de Mali”, añadiendo que ese tipo de actuaciones “políticas” acaban estimulando “ataques, en este caso usando un objetivo fácil como la redacción del Charlie Hebdo”.
Desde 1980 se está produciendo una intensificación de los movimientos anti-blasfemia en todo occidente, que coincide con el aumento de la práctica del catolicismo en países de raíces cristianas, aunque también con trayectoria librepensadora (Francia, Holanda, Alemania, algunos países de la antigua órbita soviética), y una también más que notable expansión de las conversiones al islamismo en segundas y terceras generaciones de musulmanes afincados en países europeos (en Francia es la segunda religión), frustrados por su falta de expectativas al ver como cada vez se agranda más la fosa que les separa de sus iguales en edad, pero no en condiciones (en la lista de los muchos “muros” que separan al norte del sur debiera figurar el boulevard periférico parisino).
El 14 de febrero de 1989, el ayatolá Jomeini dictaba un decreto que condenaba a muerte a Salman Rusdhie, autor de Versos satánicos, publicado un año antes, y animaba a los musulmanes “celosos” a “ejecutarle allí donde se encuentre”. En 2006, el Tribunal de Casación francés dejaba sin efecto la condena de la campaña publicitaria de una marca de moda, Marithé François Girbaud, que utilizaba como soporte una fotografía en la que se había manipulado el cuadro La Cena, de Leonardo da Vinci, y en lugar de Cristo y los apóstoles aparecían varios modelos, todos mujeres salvo uno que llevaba ropa de la firma. También a partir de 2006 la reproducción de las caricaturas de Mahoma, publicadas inicialmente en el diario danés Jyillen Posten, reproducidas en un periódico holandés y en el semanario francés Charlie Hebdo (y, posteriormente, posteriormente en cientos de medios de comunicación de todo el mundo), dieron lugar tanto a procesos judiciales como a amenazas de muerte a los dibujantes.
Ante el drama de los terribles asesinatos de París, el diputado Jean-Luc Mélenchon -apartado parece que definitiva y voluntariamente de la dirección del Parti de Gauche y centrado desde hace meses en el movimiento que propugna una revisión a fondo de los mandatos constitucionales y la proclamación de la Sexta República– reflexiona en su blog acerca del protagonismo que, en la respuesta ciudadana a la masacre, se han arrogado los principales dirigentes franceses (de hecho, tanto François Hollande como Manuel Valls han subido en las encuestas de “apreciación” de sus ciudadanos tras encabezar la multitudinaria manifestación parisina), así como en el anacronismo que supone el que en una sociedad laica como la francesa haya zonas de sombra legal donde siga vigente un Concordato con la iglesia católica mantiene que la blasfemia es un delito; y, sobre todo, el peligro que para la sociedad representa que, en nombre de la seguridad, se redacten nuevas leyes que recorten libertades. (2)
“Quiero resumir –empieza el texto que Jean-Luc Mélenchon ha publicado en su blog el 15 de enero de 2015- mi forma de analizar y hacer propuestas en este momento. No tiene nada que ver con la visión politiquera de la unión nacional, la nueva casilla en que comentaristas, sin imaginación ni vergüenza, quieren encerrar a todos a cualquier precio. Para no dejarse liar basta con negarse a responder a la incitación de entrar en polémica con Hollande o Valls en un momento como el que vivimos. Para mí, el principal protagonista del momento, el que “ha estado a la altura de la situación”, es el pueblo. Su espontáneo movimiento no puede apropiárselo nadie. Más aún: su independencia es la garantía de su fuerza y unidad”.
“Dentro de pocos días –continúa- podremos hablar de nuevo libremente, sin temor a la provocación mediática. Podremos decir lo que hemos pensado del tratamiento mediático de los acontecimientos que acabamos de vivir. Sobre todo, en determinados momentos cruciales, el que han hecho los canales de información continua, los comentaristas expertos más que discutibles que han predicado la guerra santa “de Occidente” contra la guerra santa de los fanáticos religiosos. Sin olvidar a ese jefe de Estado que ha venido a dividir a los franceses, sugiriendo a algunos de ellos que abandonen su patria (Netanyahu, que ha invitado públicamente a los judíos franceses a trasladarse a vivir a Israel. 3.000 judíos de nacionalidad francesa acudieron a la llamada en 2014. Nota del traductor). Dejemos todo esto de lado, por el momento. Pero no sin recordar a quienes estos días han olvidado mencionarlo, y en contra de lo que dice Manuel Valls sin que ningún medio le corrija, que el delito de blasfemia existe en Francia a causa del Concordato (3). Y que incluso, en nombre de este delito, se presentó en su día una denuncia contra Charlie Hebdo. Y que, durante la campaña presidencial y después, Hollande y el PS querían meter ese Concordato en la Constitución, con el apoyo entusiasta de un frente unido de parlamentarios de la derecha y del PS de los departamentos “concordatarios” (…)
Más adelante sigue: “Mi posición en este momento es la del combate cívico. Los asesinos tenían objetivos políticos. La réplica, por tanto, tiene que ser política. Es decir, que hay que reforzar los anticuerpos republicanos del fanatismo religioso. Sobre todo, reforzando el compromiso incondicional con la libertad de expresión, tal y como está definida en la Declaración de Derechos Humanos (sin más límite que el que fija la ley). ¿Cómo? Ciertamente no abandonándose a la escalada de medidas de seguridad pública, que en la práctica no tienen ninguna eficacia. Lo que cuenta es vaciar el agua del estanque donde pueden prosperar los fanáticos. Hay que hacer política. Hay que contar con la sociedad, con el pueblo, para encontrar la respuesta. Es algo muy concreto” (…)
¿Seguridad o republicanismo? “A la pregunta planteada por la versión digital de Marianne (http://www.marianne.net/Melenchon-Renforcer-les-anticorps-republicains-face-aux-terreaux-fondamentalistes_a243832.html, semanario más bien de derechas, definido por su fundador Jean-François Khan como “centrista revolucionario”, crítico tanto de la izquierda heredera del ’68 como del neoliberalismo, Ndt): “¿Después del atentado asesino contra Charlie Hebdo y el secuestro de los rehenes que se saldó con cuatro muertos, la clase política se ve tentada a llevar a cabo un reforzamiento del aparato antiterrorista francés. Pero, en este momento ¿la única respuesta, incluso la buena respuesta, es una ‘Patriot Act?”, mi respuesta ha sido: “¿La ‘Patriot Act’? ¿Quienes lo dicen saben lo que es? Una ley de reducción de las libertades que, como todas las leyes de excepción, no funciona ¡pero legaliza la tortura! El delirio de seguridad pública se paga muy caro. ¡Stop a la escalada! Desde 2001 hemos tenido ocho leyes contra el terrorismo, sin incluir las leyes contra la delincuencia y el crimen en banda organizada. ¿Cuándo se ha hecho el balance? La discusión debe ser también técnica. ¿Qué ha faltado para impedir los crímenes que acaban de cometerse? Yo estoy a favor de las medidas eficaces, pero no con golpes de pecho y recuperación. Estamos hastiados de esta forma de hacer política: de la comunicación efectuada por personas que menosprecian las consecuencias de las palabras que emplean. A mi modo de ver, lo que hay que hacer es reforzar los anticuerpos de la propia sociedad frente a los terrores fundamentalistas. Cuanto más republicana es la sociedad, más aislados se encuentran los criminales, y entonces su derrota está asegurada”. Me sumo así a la respuesta que dio Fabian Stang, alcalde de Oslo, tras la masacre de la isla Utoya, perpetrada por el neonazi Anders Breivik en 2011: “Vamos a castigar al culpable.El castigo será más generosidad, más tolerancia, más democracia”. Me sumo también a la afirmación de Benjamin Franklin: “Un pueblo dispuesto a sacrificar un poco de libertad por un poco de seguridad no merece ni una ni otra, y acaba por perder ambas”.
“¿Como estimular los anticuerpos republicanos de la sociedad frente a los fanáticos? Ejemplo de una medida concreta: defender la Prensa de opinión. Sobre todo subvencionándola más (En Francia, el Estado subvenciona las publicaciones por ley; el gobierno decide la forma de repartir las subvenciones, Ndt). ¿Es normal que Le Monde diplomatique reciba menos que un programa de televisión? ¿Es normal que L’Humanité (diario comunista, Ndt) reciba tan poco como recibe, en relación con otros periódicos que no se arriesgan nada en la lucha por las ideas? Esto es algo que no solo concierne a la intervención pública; todos nosotros debemos recordar que la mejor manera de que la Prensa de opinión viva es comprarla. Por eso, el movimiento que incita a comprar el número de Charlie que acaba de publicarse es una reacción extraordinariamente política. Otro ejemplo: hacer comprender el sentido del laicismo como garantía fundamental de la paz civil, y no como una “opinión”… ¿No tenemos razones para pedir que el delito de blasfemia se suprima en todas partes donde existe, en Francia y en Europa?”.
“¡El delito de blasfemia existe en Francia! ¿Tengo que recordárselo a Manuel Valls, que ha dicho lo contrario sin que nadie le corrigiera? El delito de blasfemia existe en Francia en los departamentos donde se aplica el Concordato. ¿Debo recordar que, durante la campaña presidencial, François Hollande pretendió incluir el Concordato en la Constitución? Y que incluso fue el objeto de una carta, con fecha 13 de febrero de 2012, de François Hollande a los representantes de los cultos reconocidos en Alsace- Moselle (El régimen concordatorio en Alsace-Moselle es un elemento de derecho local. Reconoce y organiza el culto católico, luterano, reformista e israelí permitiendo que el Estado pague los salarios de los ministros de esos cultos (Es una de las consecuencias del Concordato de 1801, firmado por Napoleón Bonaparte y Pio VII; el Consejo Constitucional confirmó su validez el 21 de febrero de 2013. Ndt): “El mantenimiento del Concordato debe abordarse con respeto y comprensión de lo que fue la historia de este territorio francés”. Y, para ello, indicaba que quería introducir, en el Primer artículo de la Constitución, un segundo párrafo redactado así: “La República garantiza la libertad de conciencia, garantiza el libre ejercicio de cultos y respeta la separación de las iglesias y el estado, de conformidad con el título primero de la ley de 1905, con excepción de las reglas particulares aplicables en Alsace-Moselle ». Con excepción… En su carta, se mostraba muy preciso acerca del sentido de esta excepción: “Lejos de atentar contras las reglas que rigen, de manera particular, las relaciones entre el Estado y los cultos concordatarios en Alsace-Moselle, serán por el contrario reforzadas en su especificidad, viéndose reconocidas a nivel constitucional” (…)
“Yo lo denuncié, en medio de la indiferencia burlona de los “conservadores”, durante la campaña. Aprovecho para hacer una revelación: fue la única garantía que pedí por teléfono a François Hollande cuando me sumé al llamamiento a votar por él (en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2012, Ndt): nada de Concordato en la Constitución, y nada de contrato por encima de la ley, como había anunciado en algunos artículos publicados en la prensa, que pasaron inadvertidos. Tras un silencio me respondió: “Eso no lo haremos”. Ahora, los propios religiosos de Alsace-Moselle, departamento en los que está vigente el Concordato que habría que abrogar totalmente, acaban de pedir la abolición del delito de blasfemia. Y, sin embargo ¡hay que ver como se mofaron cuando lo propusimos en el Proyecto de ley laica presentado por los parlamentarios del Parti de Gauche! (https://www.lepartidegauche.fr/system/documents/textes-ppl%20pg%20laicite.pdf). ¿No deberíamos convertirlo en una reivindicación europea dado que el delito de blasfemia existe en el derecho de Alemania, Italia, Irlanda y quien sabe cuantos otros países?” (…)
“Implicar al pueblo en la defensa de las libertades fundamentales y la protección del territorio nacional es la mejor manera de estimular anticuerpos republicanos. ¿Un ejemplo? En su libro sobre la lucha contra la delincuencia, mi camarada François Delapierre (Délinquance: les coupables sont à l’Intérieur, Bruno Leprince éditions) recuperaba la idea de una conscripción mixta dedicada a esa tarea. Un método que es lo contrario de la Patriot Act, ley de reducción de libertades que entre otras cosas legaliza la tortura. La escalada en la seguridad pública no tiene más sentido que el del oportunismo que proporciona, a quien la propugna, una máscara de autoridad que cuesta poco. Desde 2001, en Francia se han aprobado ocho leyes contra el terrorismo; dos de ellas durante la presidencia de Hollande. La última es del 4 de noviembre de 2014. ¿Pueden explicarnos que balance hacen de estas leyes ?No, nadie ha hecho la evaluación “(…)
Fragmentos del texto publicado en El Blog de Jean-Luc Melenchon
el 15 de enero 2015, traducción M.A.
(1) En el entierro de Charb, el director de Charlie Hebdo, en su pueblo natal de Pontoise, ha habido humor, emoción, provocación… familiares, colegas y amigos de Charb han rendido homenaje, a su manera, al dibujante en una ceremonia de música y palabras a la que han asistido también cientos de vecinos del lugar a través de las pantallas gigantes instaladas en el aparcamiento del Parque de Exposiciones. Recibido con la Internacional y despedido con Dirty Old Town, del grupo británico The Pogues, interpretada por una fanfarria local, el féretro con los restos de Stéphane Charbonnier (Charb, 47 años) fue el destinatario de las canciones, los poemas y las bromas de amigos y supervivientes de la masacre, que le decían adiós entre risas y lágrimas. Inevitable la tristeza que el cantante Benabar acompañó al piano interpretando Le Fou rire: « Una risa loca en un entierro…seguramente estaba nervioso,…no era el momento…Lloré en tu entierro, no podía hacer otra cosa, ya no estabas aquí para reír conmigo”.
«Charb era más bien rockero –escriben en Le Monde– Se ha escuchado a Los Dead Kennedys, un grupo punk de los años 1978-80, en Back in the USSR . « Era su canción preferida, la ponía en su apartamento y tiraba todo», dijo Luz, diseñador superviviente y autor de la portada del número extraordinario de Charlie Hebdo, el ejemplar “de después” que está vendiendo 5 millones de ejemplares en siete lenguas, y en todo el mundo. “Debes estar haciendo piruetas en tu caja al saber que vamos por los 200.000 abonados. ¿Qué vamos a hacer?”, ha llorado en el micrófono Patrick Pelloux, médico de urgencias, colaborador habitual de la revista y amigo íntimo de Charb: “He perdido mi sombra, mi abrigo moral cuando me sentía terriblemente desesperado”. Jean-Luc Mélenchon alzó varios decibelios el tono de las intervenciones. “Charb, ellos no dirán nunca la última palabra mientras sigamos juntos para continuar nuestra inagotable rebelión. Y seguiremos siempre porque tú has hecho tu parte del trabajo para que así sea. Gracias camarada”.
(2) «¿Una Patriot Act ? Excelente idea… Los romanos llamaban a eso dictadura”, escribe el doctor en Historia Antonin Benoit en el digital Rue 89. “En este momento –se puede leer en el digital Korben, un referente muy serio para todos los “locos de la informática”- … ya ha comenzado la escalada de las políticas relativas al control de Internet. Pensábamos que Cazeneuve (Bernard Cazeneuve, ministro francés de Interior, Ndt) ya había alcanzado el orgasmo con su ley sobre el bloqueo administrativo de las sitios, pero se diría que terminada su cabezadita post-love ha decidido dar el siguiente paso. De fachada, todo el mundo, desde Axelle Lemaire (secretaria de Estado de lo digital) hasta Manuel Valls coinciden en decir que no, que la Patriot Act a la francesa está mal y no ocurrirá. Pero, entre bastidores, la cosa se está agitando… Cazeneuve para dar una patada en las bolas a los estadounidenses, Nicolas Sarko-por-todas-partes aportando buenos consejos y «Manu» (Valls) dando un plazo de 8 días a sus equipos para que imaginen todo y no importa qué para garantizar, de una vez por todas, el control de Internet (…) Las próximas semanas, los próximos meses, serán decisivos para el futuro de los internautas, la prensa, los blogueros y los defensores de la libertad de expresión y la vida privada”.
(3) Una blasfemia es un discurso considerado insultante para quienes veneran o consideran sagrado las religiones, dice Jean-Luc Mélenchon en su artículo Derecho a la blasfemia, que aparece en el Dictionnaire de la laïcité publicado en la editorial Armand Collin. Pero “la blasfemia solo es escandalosa para quien venera la realidad blasfemada”, dijo ya en el siglo XVII el filósofo y escritor francés Pierre Bayle. No existe ninguna ley que establezca un espacio sagrado cuyo contenido quede fuera del campo de la ley libremente debatida. Por tanto, no existe la blasfemia objetiva. Como la noción de blasfemia es estrictamente religiosa, desde el punto de vista de una sociedad laica existe una libertad de pensamiento y expresión que no reconoce el límite del espacio imaginario declarado sagrado por las religiones. No existe, por tanto, el derecho a la blasfemia, porque la blasfemia no tiene ninguna realidad, ni en el orden de los hechos observables, ni en el orden jurídico. “El derecho a la blasfemia es, por tanto, lo mismo que el de injuriar a Papá Noel.
Sin embargo, las religiones monoteístas han conseguido imponer la condena de la blasfemia como una norma. Encontramos la condena a muerte del blasfemo en los textos fundamentales del Judaísmo, Cristianismo e Islam (Levítico, 24.1016: “Quien blasfeme el nombre del Eterno será castigado con la muerte…”; Según el apóstol Juan, los judíos querían lapidar a Jesús porque, siendo hombre, se decía dios y lo consideraban una blasfemia; el Corán castiga con la muerte el insulto a Alá: “A los que ofenden a Alá y Su mensajero, Alá les maldice tanto aquí abajo como en el más allá y les prepara un castigo envilecedor”, Sura Al Ahzab 33:57).
En Francia, la blasfemia se castigaba con la muerte hasta la revolución Francesa. Los artículos 10 y 11 de la Declaración de derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 suprimen la noción de blasfemia del derecho francés, siempre que no provoque abusos ni altere el orden público. La adhesión de los departamentos de Alsace y Moselle al concordato, en 1918, reintrodujo la noción de blasfemia en el derecho francés mediante la incorporación del artículo 166 del código penal alemán, que castiga la blasfemia con tres años de cárcel.
Periodista. Co Directora de Crónica Popular