Autonomía.
Muchos autores consideran que la autonomía es una de las virtudes de la Laicidad.
La autonomía es un requisito del Estado laico. El Estado no puede estar participado ni ingerido por ningún tipo de creencia o convicción particular; únicamente por los principios generales de los derechos humanos, iguales para todos.
La autonomía filosófica del individuo no es un requisito para la ciudadanía.
La acción laicista requiere un cierto grado de autonomía. Es difícil que un auténtico católico que sigue -debe seguir- los dictados de Roma, pueda compaginarlos con la búsqueda del derecho a la libertad de conciencia para todos. E igualmente el individuo cuanto más fanático y dependiente sea de una creencia religiosa, étnica, etc., una parte de su individuación está perdida en el imaginario divino o en el colectivo y es menos autónomo, menos democrático y mas difícil que sea laicista.