Al menos doce personas han muerto hoy asesinadas en un ataque terrorista islámico contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, objetivo del fanatismo musulmán desde que publicó en 2006 unas caricaturas de Mahoma que los seguidores de ese profeta consideraron injuriosas e incitadoras del odio. Los criminales han entrado en las oficinas parisinas de la publicación al grito de “¡Alá es grande!” y la han emprendido a tiros contra los periodistas en una nueva demostración del grave peligro que corre en Europa la libertad a manos de la intolerancia religiosa. Mi más sentido pésame a los familiares de las víctimas.
Poner en solfa creencias, sean cuales sean, es una conquista de la Ilustración que hemos de reivindicar hoy más que nunca. Y blasfemar es un derecho, no un delito. “Sólo hay una excepción razonable a la protección ilimitada del discurso: cuando alguien incita directamente a los crímenes de odio. Pero en este punto las religiones tienen un historial realmente malo”, recordaba en septiembre de 2010 el filósofo Massimo Pigliucci. La blasfemia sólo la considera tal un creyente cuando se dirige contra su religión, no cuando el blanco es otra. A los cienciólogos no les gusta que se demuestre la irracionalidad de las ideas de L. Ron Hubbard; ni a muchos cristianos que se tache al dios del Antiguo Testamento de iracundo, caprichoso y despreciable; ni a los musulmanes que se dibuje a Mahoma con una bomba por turbante. ¿Y qué? Que se aguanten. La crítica a todas las ideas, incluidas las religiosas, es un derecho al que nunca debemos renunciar.
El 28 de junio de 2006, Después de la reacción fanática que siguió en el mundo islámico a la publicación de unas caricaturas sobre Mahoma por el diario danés Jyllands-Posten y del intento de censura vaticana a la película El código Da Vinci, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó una resolución que alertaba de que la libertad de expresión “no debe restringirse más para responder a la creciente sensibilidad de algunos grupos religiosos”. El texto -aprobado por 98 votos a favor, 7 en contra y 3 abstenciones- recordaba “que no puede haber una sociedad democrática sin el derecho fundamental a la libertad de expresión”, que ésta incluye “el debate abierto sobre la religión y las creencias”, y que “el debate, la sátira, el humor y la expresión artística deben disfrutar de un alto grado de libertad de expresión y el recurso a la exageración no ha de ser visto como una provocación”.