Javier Paz Ledesma escribe al Papa tras ser ignorado en sus denuncias de abusos del cura Isidro López Santos desde los diez hasta los 20 años
Javier Paz Ledesma, tras denunciar canónicamente al cura Isidro López Santos por abusar de él desde los diez hasta los 20 años, tras dirigirse repetidas veces al Vaticano con esta misma denuncia, tras exponer su caso en este medio, y tras, desesperado ante el silencio de la Iglesia, finalmente demandar penalmente a su abusador -demanda que se archivó pero que provocó, por su difusión, que el reticente obispo de Salamanca finalmente «apartase» al cura en un retiro dorado sin consecuencias-, ha decidido escribirle una carta al Papa Francisco para recordarle que a él, al contrario que a la víctima de Granada, ni le ha llamado, ni se ha interesado por su caso.
Indignado por el silencio de la Iglesia, Javier se dirige al pontífice para recordarle su silencio:
Su Santidad, Papa Francisco.
Mi nombre es Javier Paz Ledesma. A principios del año 2011, puse una denuncia por la vía canónica contra el sacerdote Isidro Lopez Santos. Lo hice en el Obispado de Salamanca, ante el actual obispo Carlos López. La causa de la denuncia eran los abusos sexuales sufridos desde los 10 años hasta los casi 20 cumplidos a manos de ese sacerdote.
La denuncia dio vueltas y vueltas, sin ser atendida y sin prestar atención al dolor de la víctima denunciante -en este caso el que escribe- o a las muchas otras que sufrían en silencio. Algo de lo que tenía constancia el Obispo y que también se sabía en la Santa Sede, pues a ella fue enviada mi denuncia.
A pesar de que no fue una vez la que yo escribí a Roma, a la Santa Congregación para la Doctrina de la Fe, sino varias. A pesar de que además de mí, otra persona se dirigió a esta misma congregación en el mismo sentido y con los mismos objetivos: un delito de abusos por parte del sacerdote Isidro López Santos. A pesar de que en esa otra denuncia también se criticaba la falta de resolución del obispo de Salamanca, Carlos López, recibimos el silencio por toda respuesta desde Roma o Salamanca.
En vistas de la inacción del Obispado, de sus silencios y demoras cómplices, el 30 de abril de este 2014 decidí poner denuncia por la vía penal para poder así hacer público mi caso y sacarlo de la oscuridad a la que lo había relegado la Iglesia Católica.
Son ya tres años largos los que dura el proceso. Tres años en los que no se ha hecho nada. Fue sólo al sacar el caso a la luz con mi denuncia penal y unas declaraciones en un medio de comunicación cuando aparece una sentencia rápida por parte de la Iglesia. Una sentencia escandalosa y casi secreta que da un retiro dorado a un abusador de menores sin aplicar una sola condena.
Por mi lado, yo todavía estoy esperando que alguien se acerque a mí, que me pidan perdón por los daños, que reparen los años de dolor y sufrimiento.
Pero ahora resulta que usted, Papa Francisco, pretende convertirse en adalid de esta causa -y muchas otras, según leo-, y de repente se moviliza para salvar almas en pena, supuestamente ejecutando justicia a diestro y siniestro, sin reparar en medios. Aunque la mayoría de víctimas no veamos ningún resultado real más allá de grandilocuentes brindis al sol.
Porque yo todavía estoy esperando una llamada de alguien, una explicación por la demora en mi caso que afecta a bastantes más personas, y no sólo de la parroquia en la que yo sufrí los abusos. Yo, como todas esas víctimas de los abusos de la Iglesia y su ocultación culpando a las víctimas, sigo esperando una justicia real. Algo que no quede a merced de un castigo eclesial, sin reparación a las víctimas y reducido a un gesto vacuo.
Sigo esperando que usted me llame y se interese por mi estado, que castigue a los negligentes y cómplices que durante años permitieron que algo sabido fuera a mayores.
Y sigo esperando que su justicia no esté por encima de la de los hombres y mi abusador cumpla condena como cualquier otro pederasta.
Pues si así no se hace, creo que este teatro de expiación y de arremeter contra ciertos casos no es más que un bonito decorado dentro de una campaña de márketing que, al igual que las de los políticos, solo pretende fidelizar a los ya adeptos y lavar una imagen mancillada por el paso de los años y de las complicidades.
Para resumir: el Obispado de Salamanca ocultó y fue cómplice con su silencio y connivencia durante años, al tener constancia de las actuaciones de Isidro Lopez, al no apartarlo cautelarmente a raíz de mi denuncia del trato con menores, y habiendo el acusado -ahora ya culpable por la sentencia emitida- reconocido los hechos.
En este caso, Su Santidad no se movilizó, todo quedó en la sombra, a pesar de las repetidas llamadas de auxilio. Algo que a mí y a muchas otras víctimas de abusos nos hace preguntarnos: ¿Tendrá valor para limpiar la casa de arriba abajo, o se quedará en detalles, espectáculos magníficos y puntuales para hacer campaña pero sin meterse de verdad en harina?
De no ser así, le invito a ponerse en contacto conmigo. Yo le ayudaré, junto a muchas otras personas, a limpiar en la ciudad de Salamanca.
Atentamente, una víctima de los abusos sexuales y del silencio de la Iglesia.