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El clericalismo, no constitucional, de José Bono

Con todo respeto y con la democrática intención de defender el laicismo desde el ámbito público, como exige nuestro ordenamiento constitucional: José Bono Martínez, como ciudadano de a pie, como persona, como católico militante, ni preocupa, ni ocupa, esto que vaya por delante, con el fin de evitar enrevesados entendidos. Pero en su calidad de presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en su calidad de responsable público, en su calidad de representante político de una institución, ha de tener un comportamiento y un cuidado exquisito en sus acciones y manifestaciones públicas, no sólo por lo que representa, sino por la obligación constitucional y ética a la que está obligado en un Estado NO CONFESIONAL. Y con más razón en España, territorio europeo, en el que durante muchos años se ha sufrido la influencia (e incluso represión) nacional-católica. Y un argumento más (aunque esto, en apariencia, sea menos importante, dada confusión ideológica y político-ética que nos está tocando vivir), al ser elegido en unas listas electorales de un Partido/c. (PSOE.p) cuyas señas de identidad históricas y actuales, en este ámbito, son las de procurar la convivencia entre creyentes de las distintas religiones y con los no creyentes, dentro de un estado NO CONFESIONAL. Y esta falta de prudencia política la lleva incluso a las reuniones internas del Partido, en donde, cuando se le da oportunidad, defiende a -capa y espada- al clero católico.

El pasado día 17 de septiembre, el presidente Bono -como tal y NO a título individual- reafirmaba su firme propósito de que la religión católica sea tratada con los privilegios históricos en las escuelas de Castilla-La Mancha y en un acto, personal, de fe católica, delante de los medios de comunicación y junto al Primado de la Iglesia Católica en España: Francisco Alvarez y de otros altos representantes del clero, declaraba que: él estaba en política por un puro sentimiento de religiosidad católica..//… que sus actuaciones se basan en mezclar la profesión de la fe católica, con su ideología socialista. Concluyó diciendo: …que jamás abandonaría ambas formas de entender su vida y la de los demás… (dada su peculiar forma de entender la socialdemocracia).

José Bono NO es un creyente que profesa su legítima y respetable fe católica-cristiana en su intimidad. Bono, como responsable público, es un militante católico que NO duda en alardear y proclamar su religiosidad católica. Aunque muchos de sus votantes agnósticos más ancianos (aquellos que recibieron la represión del nacional-catolicismo) o no lo perciben o no se quieran dar por enterados… Todo esto no deja de ser un hipócrita fraude.

Conociendo a J. Bono (siempre desde su responsabilidad pública), quizá no sepamos nunca, si lo hace por puro electoralismo (como cuando reclama el voto de las gentes de derechas / El País 5-6-99) o por que su conciencia, su religiosidad beata, su militancia clerical, le impone hacerlo, como lo hacen los responsables políticos en los estados confesionales. Con el fin de aspirar, quien sabe, algún día, a la beatificación por el Santo Padre de turno.

En SU libro-panfleto populista y electoralista: «José Bono se presenta» (1999), que él denomina: «un simple álbum de fotos» (cuyo enorme costo esperamos que pagara él de su propio bolsillo -?-). Libro con un fuerte sentido ególatra, entre las páginas 54 a 65, describe sus creencias religiosas católicas… Mezclando su religiosidad (que para nada nos importa, en el ámbito de lo privado), con sus acciones públicas y con las obras públicas que para la Iglesia (no como espacios culturales, sino como centros religiosos), había realizado la Junta de Comunidades con dinero público, en una descripción, con cierta mezquindad, de «SU» relación personal, con la Iglesia y con el Estado. Esta actitud, entiendo que poco meditada, nos traslada a la situación política-pública del nacional-catolicismo.

En esta línea, dos ejemplos más: 1-NO ha dudado en «ponerse de parte», asistiendo (como representante público de un estado NO CONFENSIONAL) a la beatificación -en Roma- (31-9-95 y en otras ocasiones) de religiosos muertos a «manos de los rojos» -?- como les gusta decir, todavía, a parte del clero católico, a esa parte que todavía no «ha pasado página». 2-Las manifestaciones religiosas familiares (que deberían de ser estrictamente en el ámbito privado, dada su responsabilidad pública) las proclama externamente, incluso desde las denominadas «revistas del corazón», para general conocimiento…

Muchas de las instituciones públicas españolas y algunos representantes políticos, siguen en la inercia histórica de la atribución a la Iglesia Católica del monopolio del ámbito de las creencias sobre el ser humano y de las actividades públicas reservadas, tradicionalmente, al catolicismo. La fuerza impositiva de la identificación de la Iglesia católica con el poder político, la siguen amparando y protegiendo desde el espacio público, haciendo caso omiso al mandato Constitucional, como es el caso de J. Bono, que incluso resaltan por encima de representantes políticos de la derecha menos moderada española. En un estado NO CONFESIONAL las relaciones entre las instituciones públicas y las iglesias, así como la participación de los representantes públicos en actos religiosos tienen unos límites, que J. Bono sobrepasa con creces.

J. Bono, con sus actuaciones públicas cabría, perfectamente, como un político clásico, en el ámbito de la tradicional democracia cristiana europea. No deja de ser una cierta burla a la ética política que J. Bono (del que no se duda de su enorme capacidad política-populista), con sus altos de exaltación del catolicismo clerical represente, política y públicamente, a la socialdemocracia española y europea: Ideología política que defiende los valores del laicismo, que se basan en la libertad de conciencia, en la separación -clara- de las iglesias del Estado, que defiende el respeto entre creyentes y no creyentes, que defiende la autonomía de juicios, que defiende una escuela laica en una sociedad laica… Socialdemocracia en la que caben creyentes y no creyentes, pero en su ámbito estrictamente privado. Nuestra Constitución, elaborada por consenso en su día, consenso en el que todos perdimos un poco, para ganar mucho… Declara que ninguna religión tiene carácter estatal, es decir que aceptamos -todos y todas- la NO confesionalidad del Estado español. ¿Por qué hay quienes se empeñan en «romper» este consenso…? Siempre, la historia pasa factura y muchas veces con un alto costo… Periódicamente nos lo enseñan, incluso como consecuencia de temas, en apariencia, menores, como éste puede parecer. Y más en estos momentos de la historia…

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