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Zapatero inventa el laicismo bíblico

Combinó en su discurso de oración sus convicciones aconfesionales con alusiones religiosas

Procuró no dirigirse a Dios. Procuró que su discurso en el Desayuno de Oración Nacional no sonara demasiado a rezo. Pero rezar, y hablar del «Señor», fue todo lo que hicieron quienes le precedieron y le siguieron en el atril y, por eso, cuando José Luis Rodríguez Zapatero, ante más de 3.000 personas, proclamó su «más sentido compromiso» con los desempleados, sonó como si recurriera al altísimo para que le ayudara a solventar uno de los más agudos problemas de España. En realidad, era una declaración política.
El presidente del Gobierno -invitado de honor en el evento socio-religioso que se celebra en Washington- sólo elevó, literalmente, su súplica por quienes se entregan desde la «autonomía moral» a «su propia búsqueda del bien». En una referencia más o menos velada a los derechos de los homosexuales, clamó: «Hoy mi plegaria quiere reivindicar la libertad de todos para vivir su propia vida, para vivir con la persona amada, para crear y cuidar a su entorno familiar y merecer respeto por ello».
Lo demás fue una alocución como tantas de Zapatero, amigo del lenguaje poético. Laicista y objeto de duras críticas de la jerarquía católica en España, buscó en su discurso el equilibrio entre el mensaje fraternal y sus convicciones. Sólo una vez mencionó la palabra Dios: cuando explicó que usaría el castellano como «la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra». Pero incluso al leer la Biblia, obvió implicaciones religiosas.
Deuteronomio
Dado que la ocasión exigía una alusión a las Sagradas Escrituras, optó por la cita que más podía ajustar a la actualidad y se centró en dos problemas que comparten, en distinto grado, Estados Unidos y España: inmigración y desempleo. Aunque Obama se enfrenta a una tasa de paro del 10%, la mitad de la española, ha sufrido una seria pérdida de popularidad por ello. Bajo su atenta mirada, Zapatero recurrió al Viejo Testamento, el Deuteronomio, capítulo 24, versículos 14 y 15. Un pasaje digno de ser escrutado cuando el Gobierno se enfrenta a una reforma laboral, otra de las pensiones y un ajuste presupuestario. «No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas, o un extranjero que vive en alguna de las ciudades de tu país -leyó-. Págale su jornal ese mismo día, antes que se ponga el sol, porque está necesitado, y su vida depende de su jornal». La cita continúa: «Así no invocará al Señor contra ti, y tú no te harás responsable de un pecado», pero Zapatero cortó y no leyó esta segunda parte.
Sin Dios de por medio, afirmó que los parados deben saber que, «en estos tiempos difíciles» no hay tarea que «acucie» más a los gobernantes que la de «favorecer la creación de empleo». Curioso porque el origen del Desayuno de Oración está, según explicó el propio Barak Obama el pasado año, en la Gran Depresión, cuando también agobiados por los altos índices de paro los hombres públicos de Seattle se reunieron a rezar.
El Desayuno de Oración se convirtió en una costumbre y desde que Eisenhower lo presidió en 1953 todos los presidentes norteamericanos asisten. Aunque muy institucionalizado, no es un acto exento de polémica. Los defensores de la separación Estado-Iglesia, reconocida constitucionalmente, la critican. Y no es ajeno a ello el hecho de que la cita sea organizada por una oscura formación ultracristiana, 'The Fellowship Foundation', conocida como 'La Familia'.
Zapatero, aún así, no ha sido el único en obviar este aspecto de un evento al que han asistido Tony Blair, el cantante de U2, Bono, o Teresa de Calcuta. La diferencia es que si ellos hablaron de su experiencia con la fe, el jefe del Ejecutivo español habló como «primer ministro» de «una de las naciones más antiguas del orbe». «Una nación también diversa forjada en la diversidad y renovada en su diversidad; una nación también americana, la más multicultural de las tierras de Europa, (la) España celta e ibera, fenicia, griega, romana, judía, árabe y cristiana», sobre todo cristiana -matizó-, «como la ha caracterizado desde Latinoamérica (el escritor mexicano) Carlos Fuentes». Y volvió al presente para asegurar que hoy España es un país que defiende la «tolerancia religiosa, el diálogo y la convivencia de las culturas, la Alianza de las Civilizaciones».
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