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Waleed Saleh Alkhalifa: «No se puede considerar cualquier mínima crítica al islam como islamofobia»

Mañana, jueves • Exponav • 19.30 horas • entrada libre y gratuita •

«En el islam hace falta un nueva hermenéutica, un gran cambio de mentalidad». Lo dice con rotundidad Waleed Saleh (Iraq, 1951), profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, quien mañana mismo participará en la Cátedra Jorge Juan con la charla ¿Qué es el islam político? realidades y ficciones. Será en la sala Carlos III de Exponav, a las 19.30 horas.

-¿Qué diferencia hay entre islam e islamismo?

-El islamismo o islam político defiende la únión entre la religión y la política. Rechaza la laicidad por representar justamente una idea contraria: la separación de la fe del Estado. Los defensores de esta supuesta unión no admiten que el islam es puramente un sistema espiritual y no político, en contra de las opiniones de la mayoría de los estudiosos. Es el islam de los ayatollas de Irán, que persigue a las mujeres porque no llevan pañuelo y ejecuta a los homosexuales. O el de al-Azhar, máxima autoridad del islam suní en Egipto, que defiende el repudio oral y protesta porque Túnez ha variado su código de familia, permitido que una mujer musulmana se case con un no musulmán. En cambio, el islam popular es el islam más sano y natural, practicado por millones de personas en el mundo como parte parte de su vida privada, de su cultura, sin pretensiones de usar su fe como arma arrojadiza contra los demás.

-¿Conocemos en Europa la diferencia entre uno y otro?

-Aunque cada vez se sabe más del islam, en Europa todavía se vive de espaldas a los países de mayoría musulmana. Hace falta un acercamiento de los pueblos y no es suficiente con organizar encuentros de «diálogos de religiones» para juntar a imanes, sacerdotes y rabinos que en el fondo piensan lo mismo. La injerencia de cualquier fe es una ficción, porque daña la fe y la política. Los pueblos estarán mejor cuando sepan separar su religión de la esfera pública. La religión debe permanecer en casa, en la mezquita, en la iglesia o en la sinagoga.

-¿Cómo han afectado los últimos atentados a la visión que tenemos en España del islam? ¿Se puede hablar ya de islamofobia?

-La influencia de estos atentados es nefasta para todos los que proceden de Oriente Medio y el Norte de África, sean musulmanes o no, creyentes, practicantes o no. Se ha visto cómo partidos de la ultra derecha europea han ido subiendo en Hungría, Polonia, Holanda… Y lo mismo ha pasado en EEUU con su presidente Trump, que utiliza esos ataques para cargar contra determinadas nacionalidades. Pero, por otro lado, no se puede considerar cualquier mínima crítica al islam como islamofobia. Hay mucho que criticar: el islam necesita una reforma profunda, una relectura de su historia y abrir las puertas a los vientos de la modernidad.

-Sorprende que jóvenes que viven en Europa se conviertan en terroristas y comentan atentados. ¿Se puede evitar este tipo de radicalización?

-No es fácil, pero sí se puede disminuir por medio de políticas sociales, policiales y controles desde la legalidad. El tema de los imames ya lleva tiempo puesto en duda, porque algunos vienen a Europa llenos de prejuicios contra la sociedad que les acoge. Las autoridades competentes tienen la obligación de saber qué tipo de discurso se transmite en el sermón del viernes; así se puede al menos reducir el riesgo de atentados terroristas, aunque quizá no de forma definitiva. Siempre habrá jóvenes que les atraerá la aventura nacida de una religión o no. El abrazar un arma, tener un sueldo y vivir en una supuesta comunidad con relaciones «fraternales» son factores atractivos para algunos jóvenes que muchas veces no saben lo más elemental del islam.

-¿Podemos soñar con el fin de Al Qaeda y el Estado Islámico o eso por ahora es solo una quimera?

-Lamentablemente, sabemos que seguirá habiendo este tipo de grupos porque las circunstancias que ayudan a su aparición van a seguir. Ellos saben utilizar causas justas como la ocupación de Palestina o la falta de libertades en la mayoría de países árabes y musulmanes, pero los medios usados son terroríficos. Instrumentalizan la religión por intereses políticos y económicos. Por otro lado, algunas potencias como EEUU sacan réditos de la existencia de estos grupos.En Mosul y Raqqa cuando fueron liberadas de manos del Estado Islámico, tropas norteamericanas permitieron que muchos de ellos con sus familias pasaran a las zonas que aún estaban controladas por aquel Estado. ¿Cómo podemos entender esto? Además, algunas autoridades de la Administración de Trump vaticinan que pronto surgirá un nuevo grupo en Oriente medio más violento si cabe que el Estado Islámico

-¿Cómo ve el futuro de Siria e Iraq? ¿Hay luz al final de túnel?

-Soy pesimista en cuanto al furuto de Siria e Iraq. Hay demasiados intereses en estos dos países. Una zona estratégica, la seguridad de Israel, las fuentes de energía y la injerencia de un gran número de países como EEUU, Rusia, Irán, Turquía…Ni Siria ni Iraq volverán jamás a ser los mismos, porque su tejido social se ha roto. Iraq está dividido y Siria corre el mismo riesgo: según muchos analistas, el gobierno, apoyado por Rusia e Irán, controlará una parte; los kurdos con el apoyo de EEUU otra y grupos cercanos a los Hermanos Musulmanes y apoyados por Turquía y Qatar una tercera.

-Tras el fracaso de las llamadas primaveras árabes, ¿cuál cree que es la llave para llevar la democracia a esos países?

-Hace falta una voluntad política, un cambio en la mentalidad y en la educación. Todo esto necesita tiempo, pero también necesita apoyo exterior y no solo espectadores. Uno de los factores esenciales es la instauración de sistemas laicos, justo al contrario de los que ha pasado en Egipto después de Mubarak o en el Iraq post Saddam. Túnez ha sido una excepción: es el único país que ha incluido la libertad de conciencia en su constitución de 2014 y el primero del mundo musulmán que ha permitido el registro legal de una asociación de ateos. Además, allí las mujeres han ganado más derechos.

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