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Vudú contra fosas comunes

El seísmo impide a los haitianos enterrar a los muertos de acuerdo con sus rituales ancestrales

"Acuérdate de que eres polvo", reza un letrero del cementerio de Puerto Príncipe, el más grande de la ciudad. Un lugar con 200 años de antigüedad del que ningún vecino sabe decir cuántos muertos exactamente había enterrados antes del seísmo, pero que ya se contaban entonces por "miles".

Al anochecer siguen llegando cadáveres, que se juntan a los muertos enterrados hace tiempo que el terremoto ha escupido de sus nichos y que nadie devuelve a su lugar. Al cementerio no se puede entrar sin mascarilla, y para caminar hay que sortear tumbas destrozadas, cascotes y cadáveres. Entre tanta desolación, en el lugar predomina el color celeste y eso le da un extraño toque alegre, como si antes del seísmo hubiese sido un lugar bonito. Pero ya nadaqueda de eso.

Más de la mitad de los nueve millones de haitianos practican vudú

Es de noche y aparece un grupo de hombres exaltados detrás de un coche fúnebre. A la cabeza, Fred Maniga, funcionario, que viene a enterrar a una hermana y a una prima. "Ya he enterrado a mi padre, a otra hermana y a un amigo", explica Fred, con la resignación y el aplomo con el que muchos haitianos están enfrentándose a la tragedia.

A Fred lo acompañan un primo y unos hombres que cargan con los dos féretros de madera clara y se meten por las serpenteantes callejuelas del cementerio a paso rápido. Meten los cuerpos en un nicho común y empiezan todos a gritar porque quieren su dinero por haber llevado hasta allí los cuerpos. También dicen que ayudaron al desescombro.

Fred les paga. Con los billetes en la mano, los porteadores los enseñan triunfantes ydesaparecen. Fred se queda solo con su primo, es noche cerrada, los dos cantan una canción haitiana. Luego, este hombre que ha perdido a casi toda su familia coge la pala conel cemento fresco y escribe con ella encima del nicho el apellido de la familia: "Maniga".

Brasil ofrece construir un cementerio vudú en Puerto Príncipe

A Fred, trabajador de un ministerio, cada enterramiento le ha costado 1.000 dólares. Es un sepelio provisional: en cinco o seis semanas, "cuando se calme todo", quiere trasladar a sus familiares al panteón familiar, situado en el mismo cementerio pero en un lugar al que ahora mismo no se puede acceder.

Traído por esclavos africanos

Como los Maniga, más de la mitad de los nueve millones de haitianos practican vudú y el 80% de ellos también son católicos. El vudú fue trasladado a Haití por los esclavos africanos y se mezcló con la creencia católica propia de los esclavistas. En el cementerio de Puerto Príncipe, en los árboles, hay restos de ceremonias vudú, con muñecos de tela clavados con alfileres.

Fred cuenta que hará los rituales de vudú "en privado" y que buscó durante días los cuerpos de sus familiares porque no quería que los enterrasen de cualquier manera. "No me importa no comer, o no beber, pero jamás permitiría que mi padre o mi hermana quedasen tirados en una cuneta. Ningún haitiano debe toleraresto", afirma este hombre.

Los sacerdotes de esta religión se han quejado por los entierros masivos

Precisamente el Gobierno brasileño se ha ofrecido para construir en Puerto Príncipe un nuevo cementerio para los muertos por el terremoto en el que se tenga en cuenta la religión vudú, practicada por más de 40 millones de personas en todo el mundo, con reminiscencias mágicas y que va más allá de la creencia en la resurrección de los muertos y de la magia negra. Por ejemplo, los parientes no aceptan que se toque directamente a los seres queridos hasta que hayan terminado todos los rituales.

Contra los enterramientos masivos y anónimos ya han alzado su voz los sacerdotes vudú del país, que incluso han elevado su queja hasta el presidente René Préval. "No está en nuestra cultura enterrar a las personas de tal manera", le recordó el principal líder del vudú de Haití, Max Beauvoir.

Poco a poco, los cadáveres empiezan a desaparecer de las calles. Pero la mayoría, al contrario de los deseos de Beauvoir, son depositados en fosas comunes, ante la imposibilidad de encontrar a los familiares.

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