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Vender niñas en el nombre de Alá

Era noche cerrada en Chibok, una pequeña localidad de la región de Borno, al noreste de Nigeria. A pesar de que el mes anterior todos los colegios de la región habían decidido cerrar por alerta islamista, el colegio estatal femenino de secundaria abrió para albergar los exámenes finales de las niñas. Minutos antes de medianoche, cientos de alumnas descansaban en el internado cuando un numeroso grupo de hombres armados del grupo islamista Boko Haram rompieron la calma y dispararon contra los vigilantes. Tras horas de enfrentamientos, se llevaron a 276 jóvenes -de entre 16 y 18 años- y en su huída quemaron casas y mataron a varias personas.

No es la primera vez que este grupo fija como objetivos prioritarios los colegios y los alumnos, aunque sí es novedad el revuelo mediático, el hashtag #BringBackOurGirls ('Devolvednos a nuestras niñas') y la reacción unánime de celebridades alrededor de todo el planeta. La etiqueta de la red social se ha tuiteado más de un millón de veces, y personalidades como Michelle Obama, la activista pakistaní Malala y diversos actores americanos se han adherido a la campaña.

A los pocos días se pudo conocer que 53 de las chicas habían conseguido escapar, aunque las autoridades nigerianas no han dado muestras de conocer el paradero de las jóvenes que siguen retenidas. Expertos en Seguridad en el país han declarado a GARA la incapacidad absoluta del Gobierno para controlar los grupos yihadistas, asentados en su mayoría en las regiones del norte del país. «El Ejército nigeriano no vale para nada», sostienen. «Ni ellos ni la Policía tienen la más mínima formación ni capacidad, son regiones autónomas históricamente abandonadas en las que no entra nadie».

Según ha denunciado Netsanet Belay, director para África de Amnistía Internacional, las autoridades tenían información sobre lo que iba a ocurrir y no actuaron. Al parecer, varios ciudadanos habían alertado a la Policía sobre la presencia de hombres armados con intención de viajar a Chibok. «Es una vergonzosa negligencia del Gobierno a la hora de proteger a los civiles», indicó.

Todas las evidencias hacen pensar que están retenidas en la reserva natural de Sambisa, un gigantesco bosque de 60.000 kilómetros cuadrados cerca de la frontera con Camerún y convertido desde hace años en campo de operaciones de los yihadistas. El Gobierno ha ofrecido 200.000 euros por pistas fiables, pero el rescate se antoja complicado a pesar del optimismo de su presidente, Jonathan Goodluck. «Este secuestro será el principio del fin del terror en Nigeria».

Desde 2009, año en que Boko Haram radicalizó su estrategia violenta, se calcula que 4.000 personas han muerto en territorio nigeriano. Pero es ahora, cinco años después, cuando la comunidad internacional ha reaccionado al calor de la campaña mediática y de lo impactante del caso. EEUU ya ha enviado a varios expertos y baraja utilizar drones para tratar de localizar a las niñas. Además, el Ejercito francés lleva tiempo colaborando en la frontera entre Nigeria y Camerún e incluso China o Canadá han ofrecido su colaboración para apoyar las labores de rescate.

El Ejecutivo de Jonathan Goodluck apenas había reparado en la violencia en el norte del país, un territorio abandonado a su suerte donde los propios gobernantes regionales tenían lazos con los islamistas, a los que supuestamente utilizaban como milicias de seguridad privada. Sin embargo, las muertes y la inseguridad han llegado ya a Abuya, la capital, haciendo peligrar los intereses económicos del segundo país más rico de África. «Aquí están todas las grandes empresas extranjeras, todas las embajadas y los mayores intereses», explica desde Nigeria Motea Bela, guineana que creció en el país nigeriano y que actualmente trabaja con la organización Wanafrica asesorando a empresarios y desarrollando distintas actividades humanitarias en varios estados del país. «Llevan años cometiendo atrocidades en el norte, matando gente y quemando iglesias, y es ahora que los terroristas han llegado a la capital cuando se preocupan y piden ayuda internacional», manifiesta.

El experto en seguridad conoce bien las peculiaridades del país y considera que «no sería difícil» acabar con el grupo armado si hubiera verdadera voluntad. Como ejemplo habla del Delta de Niger, al sur del país. Allí se concentran algunos de los mayores intereses petrolíferos, y la presión de las grandes empresas extranjeras hizo desaparecer la actividad delictiva y de piratería que apareció fruto de las riquezas del lugar. Considera que el impacto mediático de este caso hará más fácil justificar una intervención. «Los americanos quieren evitar a toda costa que parezca una operación contra el yihadismo como las de los últimos años».

«Yo secuestré a vuestras hijas. Ahora son esclavas y voy a venderlas en el mercado, en el nombre de Alá». De esta forma, con indumentaria militar y escoltado por seis islamistas, Haram Abubakar Shekau, líder de Boko Haram, anunciaba al mundo mediante un vídeo de 57 minutos que las niñas estaban en su poder. «La educación occidental debe cesar. Las niñas deben abandonar la escuela y casarse». Según diversas fuentes, algunas de las niñas podrían haber sido ya vendidas como esposas por apenas 2.000 nairas (menos de 9 euros) en las vecinas Chad y Camerún. Otras, según líderes locales, podrían haber sido obligadas a casarse con los propios secuestradores y usadas como esclavas sexuales.

No es un caso excepcional

Una secuestrada que consiguió escapar afirmó que ella misma y otras niñas eran violadas por sus captores 15 veces al día y forzadas a convertirse al islam. Si se negaban, les cortaban el cuello. «Ni Boko Haram representa el islam, ni la comunidad musulmana de Nigeria tiene nada que ver con estos terroristas», aclara Ezechi Chukwu, analista y profesor universitario nigeriano.

Este secuestro masivo es uno de los ataques más extremos hacia los niños, los profesores y las escuelas, aunque no es un caso excepcional. «No son extraños ni limitados solo a Nigeria», comenta Zama Coursen-Neff, directora ejecutiva de la división de los derechos humanos de los niños en Human Rights Watch. «En los últimos cinco años, 30 países han experimentado patrones similares contra la educación. Escuelas y universidades han sido bombardeadas y quemadas, y muchos estudiantes y maestros han sido asesinados». Según el organismo internacional, otros países como Pakistán, Somalia o la República Democrática del Congo han registrado sucesos similares.

El discurso disfrazado de fanatismo religioso, discriminación hacia la mujer y odio a Occidente es solo la punta del iceberg. Debajo de esa publicidad existe un grupo con grandes intereses económicos focalizado en todo tipo de contrabando, tráfico de armas, secuestros y venta de esclavas sexuales. Precisamente algunas de esas esclavas acaban llegando al Estado español en pateras. «Existe una posibilidad real de que algunas de esas niñas secuestradas acaben en España con fines de explotación sexual», comenta Viviana Waisman, presidenta de Women's Link Worldwide. Este organismo, que presentó en abril el informe «La trata de mujeres y niñas nigerianas: esclavitud entre fronteras y prejuicios'', reclama la respon- sabilidad de los países europeos para prevenir este tipo de actividades. Actualmente, existe una falta de identificación efectiva y correcta de víctimas de trata y de menores que llegan a Europa, no sólo nigerianas. «Desgraciadamente, también existen víctimas en otros países», sostiene. «La estigmatización de la mujer no es solo un problema de Nigeria o África, sino absolutamente del mundo entero».

La historia de una venganza que suma más de cinco mil víctimas

En hausa, el idioma más hablado en el norte de Nigeria, Boko Haram significa «la educación occidental es pecado». Corría el año 2002 cuando un grupo de estudiantes estableció una comuna en el estado de Borno, al norte de Nigeria, el país más poblado de África. Empujados por Mohammed Yusuf, perseguían establecer un Estado islámico, no sólo en las regiones del norte -de mayoría musulmana-, sino en todo el país.

Sus primeros años fueron relativamente pacíficos. Yusuf trató de ganar apoyos sobre su Estado islámico ideal hablando de la pobreza y la corrupción generalizada entre las autoridades del país. Hasta 2009. Ese año se iniciaron los enfrentamientos con la Policía. Yusuf fue detenido y murió mientras era custodiado por agentes uniformados. Ese fue el punto de inflexión para la venganza del sucesor: Abubakar Shekau.

En los últimos cinco años, las acciones de Boko Haram y las respuestas del Ejército nigeriano han dejado un saldo aproximado de 5.000 muertos y miles de desplazados. Su líder, que ha sido dado por muerto varias veces, es hoy uno de los islamistas más buscados del mundo.

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