Los primeros datos de un estudio del Instituto Elcano demuestran que los españoles no están muy por la labor de que se permita el velo en las escuelas. En una sociedad laica como la nuestra, donde la religión ha tenido un peso enorme en la educación de muchas generaciones, el simbolismo del velo recuerda tiempos pasados y produce rechazo.
Es, curiosamente, la gente mayor de cincuenta años la que más se opone a que se autorice a las niñas musulmanas a acudir a las aulas con la cabeza tapada, los jóvenes no parecen darle tanta importancia. Pero el debate está en la calle y el Gobierno se ha comprometido a abordar una normativa sobre hábitos en la escuela antes de que se llegue a la situación del Reino Unido donde se ha tenido que prohibir la entrada a las escuelas a las jóvenes que iban tapadas de la cabeza a los pies y con una rendija a la altura de los ojos.
Alegaban los docentes ingleses que es imposible saber quién se esconde detrás de ese manto, ni comprobar si la alumna presta atención o duerme en las clases. Esta razón de disciplina escolar no debería ser la más importante a la hora de rechazar tal atuendo. Lo que en realidad importa es el respeto a la dignidad, a los derechos humanos, a la conquista de la igualdad como razones para prohibir que a una chica, que no a su hermano, se la obligue a ir vestida de esta guisa para no incitar al pecado a los hombres. Ha costado siglos que Europa y el mundo occidental llegara a la conclusión de que los derechos humanos son para todos; que todos somos iguales y que un atavismo como relacionar pecado y mujer suena a chiste a estas alturas. Por eso la sociedad española rechaza el velo. Porque implica sumisión, falta de libertad, reconocimiento de inferioridad, obligación sólo para las mujeres, y su aceptación significaría un retroceso simbólico en la lucha de las mujeres por la igualdad.
Lo que era impensable hace uno años ahora comienza a verse: mujeres en un centro comercial en Cataluña tapadas con el ‘burka’, como en el régimen de los talibanes en Afganistán. Evidentemente no podemos volver a la Edad Media.