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Uruguay: Cuando meten a Dios en la campaña

La presencia de lo religioso en el ámbito de lo político, y en la política partidaria, ha dejado de ser una novedad para pasar a convertirse en un fenómeno que se ha colado en la campaña electoral.

Valga como antecedente que, mientras, desde hace algunos años en el parlamento se discutían diversas propuestas vinculadas con derechos, matrimonio igualitario, salud reproductiva y cuestiones vinculadas al género, un grupo de legisladores, la mayoría de ellos pertenecientes al Partido Nacional, y al mismo tiempo integrantes de grupos religiosos de confesión evangélica, se identificaban como opositores frente a tales temas. El argumento sobre el que descansaban estas posturas era la defensa de la vida (en el caso de la discusión sobre el aborto) y un sesgo opuesto a la inclusión que permea toda su definición ideológica.

Así, estos diputados actúan como una especia de cruzados que vienen a intervenir en la defensa de los valores morales y al mismo tiempo a imponer “un estilo de vida novedoso” que tiene asidero en una estructura vinculada con la derecha política, y asentada en definiciones del más rancio fundamentalismo protestante y anti católico.

Ellos hacen énfasis en la familia, en sus valores y en un Dios funcional a lo material y al mercado, convencidos de que los lugares que ocupan en la lucha y la actividad política está en relación directa con un llamado especial de la divinidad para ser útiles a los demás mediante el servicio.

Para la sociología, la irrupción de elementos de corte religioso en el terreno político configura un campo de tensiones, de aproximaciones y conflictos, en una búsqueda de liderazgo frente a la sociedad. La secularización y nuestra tradición laica del Estado se enfrenta a esta irrupción de la presencia de lo religioso como generador de una mirada moral que se proyecta a la acción política como polo generador de opinión.

Pero, en las últimas horas se ha producido otro hecho que, si bien no vincula lo político con lo evangélico, si pone en ascuas a los observadores de la sociedad y de su comportamiento. Se trata de una propuesta cargada de cierto mesianismo surgida de los dichos del candidato a vicepresidente por la novel agrupación política que encabeza el ex militar Guido Manini.

El escribano Domenech ha pronunciado una sentencia que dice que “Dios ha enviado a Manini para que ordene y guíe a los artiguistas”. Como se verá se mezclan en pocas palabras muchas cosas, que además de insólitas parecieran contradictorias.
Primero, el partido que lidera el que fuera comandante del ejército reúne en una especie de cóctel varias cosas: El politólogo Oscar Bottinelli, en una entrevista en el Semanario Brecha, pone en orden algunas características de dicho “experimento político”.

Dice Bottinelli de Cabildo Abierto: que “es un partido de derecha y con un catolicismo conservador, más una dosis de artiguismo, en sus vertiente militar y social; que tiene visiones geopolíticas regionales, que no es liberal en lo económico y que tiene puntos de contacto en sus propuestas, por ejemplo, con el movimiento Un Solo Uruguay, y que además el propio Manini es para sus seguidores una figura de perfil paternal autoritario, pero no dictadorial.”

Según el politólogo, “los sectores sociales más bajos (lo que se podría definir como el subproletariado) tienen una característica histórica de tener poca capacidad de autodefensa por eso buscan una figura lo suficientemente poderosa y, además, paternal, para que ejerza el poder.

Para Nicolás Iglesias Schneider, investigador de esta temática: “La dificultad mayor de los partidos tradicionales de la derecha uruguaya frente a las demandas de estos sectores fundamentalistas (evangélicos), es que atentan contra algunos de sus postulados fundacionales, como la libertad, el sistema republicano o el estado laico. Frente a este escenario aparece Cabildo Abierto con una propuesta moral conservadora más consistente. El discurso del general Manini Rios, católico y tradicionalista, ha focalizado a diferencia de los candidatos del PN y el PC, en la defensa de los valores de la familia tradicional y ha marcado sus posturas contrarias a la perspectiva de género a las cuales el denomina “ideología”.

Agreguemos que la historia política de un Uruguay, no muy lejano en el tiempo, conoce de la irrupción de militares en este ámbito: los generales Gestido, Aguerrondo y Seregni.

En “Dios ha enviado a Manini” hay una cierta lógica de lo mesiánico y de algo revelado que se quiere imponer como una solución ante el desorden, una garantía de eliminar aquello con lo cual se discrepa y “poner orden en el relajo” como lo percibe en la gente el propio Manini en declaraciones días atrás al Semanario Búsqueda.

La misma frase de referencia cruza lo religioso con lo político, mucho más que como cuestión retórica, si no como aseveración de garantía que algo superior está detrás de ellos como respaldo, y se recurre entonces a esta imagen.

Igualmente, si sólo fuera un recurso retórico no dejaría de ser osado.

“Para guiar a los artiguistas”, aquí Artigas aparece como el otro puntal de este efervescente fenómeno político. ¿A cuál Artigas se hará referencia?

Artigas fue militar y también fue creyente cristiano, pero hay muchas facetas de su accionar político que dejan entrever cómo se lo puede acomodar en un discurso, sobre todo si es para atraer y convencer.

El Artigas preocupado por la acción social, por la libertad, por la educación, por lograr la felicidad del pueblo, preocupado por el acceso y el uso de la tierra, interesado en la economía y en la política en todo el orbe de las Provincias Unidas.

Está el Artigas militar y estratega, el guerrero y conductor de los ejércitos que lideró.

Nos preguntamos si además, no habrá un tercer Artigas, el de los cuarteles, al que allí se honra y cuya figura se difunde en al ámbito de lo castrense, quizás totalmente aséptico de lo ideológico y de lo político?

También hacen uso de definiciones de artiguismo las izquierdas del Frente Amplio y de Unidad Popular, muy alejadas creemos del Artigas del “maninismo”.

La intervención de Domenech es más que nada una anécdota pero que no deja de simbolizar la anodina identidad de su partido, y que no dará surgimiento, seguro, a una “teología apoyada en las charreteras”.

1 Brecha, Año 34, Número 1766, edición del viernes 27 de setiembre de 2019, pág. 6.

2 Iglesias Schneider, N. Los cuerpos y los votos, los orígenes de la derecha religiosa en Uruguay, Hemisferio Izquierdo, 14 de octubre de 2019.

3 Búsqueda, Año XLVIII, Número 2040, edición del3 al 9 de octubre de 2019, pág. 48.

Carlos Fariello

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