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El argelino Berkan Azizi Rabeh, tras su detención en Barcelona en 2019.Albert Garcia

Una red yihadista planeaba atentar en Barcelona contra un colegio y yates de magnates rusos

El grupo manejaba información de los barcos de lujo de los oligarcas Anatoly Sedikh y Alisher Usmánov y trató de adquirir en el mercado negro granadas, bombas lapa y fusiles

Un grupo yihadista planeó en 2017 atentar contra un colegio en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y embarcaciones de superlujo de oligarcas rusos amarradas en el puerto de la ciudad condal, según informes de los Mossos d’Esquadra a los que ha tenido acceso EL PAÍS. La organización, integrada por ocho miembros y pilotada por el argelino Berkan Azizi Rabeh, de 39 años, pretendía comprar en el mercado negro un arsenal de granadas, bombas lapa y fusiles para acometer su acción. La red yihadista fue desmantelada en 2019 en Barcelona y se sentará la semana que viene en el banquillo por un supuesto delito de terrorismo.

La célula disponía de información y fotos de tres colosales barcos atracados en 2017 en el puerto de Barcelona. Entre ellos, figuraba el Dilbar, el yate más grande del mundo (156 metros de eslora), propiedad del oligarca de los metales ruso Alisher Usmánov. Con un coste de 545 millones de euros, la embarcación de Usmánov, un aliado de Vladímir Putin con un patrimonio neto de 14.600 millones de dólares, según Forbes, fue confiscada en marzo por las autoridades alemanas en el marco de las sanciones contra Rusia por la invasión de Ucrania mientras era reacondicionada en un astillero de Hamburgo.

La organización yihadista también almacenaba imágenes del Hermitage, un yate de 68 metros de eslora valorado en 100 millones de euros y que es propiedad de Anatoly Sedikh, dueño de United Metallurgical Company (OMK), segundo fabricante de tubos de Rusia.

El tercer objetivo sobre el mar en la mirilla de los terroristas fue el Radiant, un yate de 110 metros de eslora construido en 2010 por el exmagnate ruso Boris Berezovsky y que hoy pertenece a un empresario de Emiratos Árabes Unidos. Berezovsky, feroz opositor de Putin, fue hallado muerto en 2013 en la bañera de su mansión de Surrey, al sur de Londres.

Los Mossos d’Esquadra conectan las imágenes de los yates guardadas en los móviles de los miembros de la organización con los preparativos de un atentado. La célula contaba con un colaborador externo que actuaba como informador de primera mano y que, por su condición de empleado de una compañía que trabajaba para navieras, disponía de una tarjeta emitida por Capitanía Marítima para acceder a las zonas restringidas del puerto de Barcelona.

Imagen del yate 'Dilbar', propiedad del empresario ruso Alisher Usmánov.
Imagen del yate ‘Dilbar’, propiedad del empresario ruso Alisher Usmánov.

Para ejecutar su misión, la organización pretendía comprar un arsenal en el mercado negro y manejaba un presupuesto. El grupo intentó adquirir dos subfusiles automáticos UZI (16.500 euros), 15 silenciadores (2.000), 15 armas cortas (12.000), dos pistolas semiautomáticas Whalter P99 con silenciador (1.700), revólveres Magnum (600 euros cada uno) y un subfusil Daewoo K7 (4.000 euros). Los yihadistas también trataron de hacerse con una ametralladora K12 (4.000), un fusil Kalashnikov 47 (4.500), una escopeta automática K12 Puma, una granada, un explosivo lapa y un chaleco antibalas (400), según la lista de la compra del cerebro del grupo incautada por los Mossos d’Esquadra.

Las pesquisas que condujeron a abortar los planes de la célula de Berkan Azizi Rabeh arrancaron en junio de 2017 con la confesión a los servicios de inteligencia de un testigo protegido. El informador reveló que, durante su estancia en la prisión de Brians 1 (Barcelona), Rabeh expresó que planeaba cometer un atentado en España —su primer objetivo era un barco frecuentado por rusos, militares y hombres de negocios— y otro ataque terrorista en Europa.

El cerebro de la organización —un delincuente común que acumula 17 detenciones en España desde 2006 por hurtos y robos con violencia— aseguró a su entorno penitenciario que disponía en el ordenador de su casa de un programa encriptado para acceder a información sobre cómo fabricar explosivos. Y que era capaz de producir un kilo de material detonante de forma artesanal con acetona, clavos y bolas de hierro.

Los Mossos d’Esquadra dieron credibilidad a esta afirmación tras analizar los ingredientes y proporciones que manejaba Rabeh. Y establecieron la similitud de sus fórmulas y el explosivo Triperóxido de Triacetona (TATP), conocido como Madre de Satán por su poder letal y usado en atentados yihadistas en París, Bruselas y en la explosión de Alcanar (Tarragona) de 2017.

Mientras que los investigadores consideran que el plan contra yates de oligarcas rusos en el puerto de Barcelona estaba avanzado, el proyecto de atentar contra una escuela en L’Hospitalet de Llobregat se encontraba en fase embrionaria. Y se basaba en una revelación del testigo protegido, que relató a los agentes las intenciones del grupo de atacar “un colegio judío” en este municipio catalán.

“Euforia” tras un atentado con 22 muertos

El testigo protegido también desveló las simpatías del cabecilla de la organización con el movimiento yihadista global y su apoyo al terrorismo internacional. “Después del atentado de Mánchester [un ataque suicida con bomba que causó tras un concierto 22 muertos en 2017], estaba eufórico. Después de saber que había niños muertos, su corazón se quedaba en paz, como si hubiera conseguido consumar una venganza”, confesó el informador a los investigadores.

Las pesquisas han aflorado que el cerebro de la célula envió en 2017 a su número dos una nota en la que le solicitaba información sobre los avances del Estado Islámico en Mosul (Irak), Raqqa (Siria), Yemen y noticias sobre los mensajes del entonces portavoz del ISIS, Abu Hassan.

Los investigadores vinculan al cerebro del grupo de Barcelona con una familia ligada al Grupo Islámico Armado (GIA), la violenta organización argelina que perpetró decenas de asesinatos. Y relacionan su salida de este país del norte de África con su conexión con organizaciones terroristas. Durante su estancia en España, Berkan Azizi Rabeh usó la identidad falsa de un ciudadano libio.

El jefe de la red fue arrestado en la operación policial Alejandría, que se desarrolló en 2019 y 2020. La investigación fue dirigida por el Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional y se saldó con una veintena de detenidos en Cataluña. Tres de ellos, ingresaron en prisión preventiva.

Junto al cabecilla, los agentes arrestaron a O. N. Brahim, de 43 años. Se trata de un argelino que se movía en España con siete identidades diferentes y sumaba 40 detenciones desde 2000 por hurtos, robos con violencia y atentados contra la autoridad.

El ‘número dos’ de la red: “A los secuestrados hay que cortarles el cuello y sacarles el corazón”

El cometido en la estructura criminal de O. N. Brahim consistía —según las pesquisas— en facilitar información para los atentados y reclutar a colaboradores. Además, pasaba por ser uno de los miembros más radicalizados de la organización. “No hay que dejar a los secuestrados en libertad, hay que cortarles el cuello, sacar su corazón y ponerlo en la cara”, reclamaba en julio de 2017, según una conversación interceptada por los investigadores.

Brahim era también el integrante que más inquina y animadversión mostraba hacia los rusos. “Como es ruso, está en contra del Estado, que jodan a su puta madre”, dijo en septiembre de 2017, según otro pinchazo, registrado durante la preparación de un atraco.

La célula contaba con un informático para formar a sus miembros en el manejo de la internet profunda, un subsuelo cibernético donde flotan manuales para fabricar explosivos. El experto era también el encargado de enseñar trucos para eludir la monitorización e identificación en la red. Una de las tretas consistía en pedir a los yihadistas que se conectaran a redes wifi de lugares públicos como bares para dificultar el rastreo de sus teléfonos por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

El informático era también el responsable de blindar la privacidad de las videoconferencias que los miembros de la organización mantenían con otros terroristas de Oriente Próximo.

investigacion@elpais.es

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