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Una nueva oportunidad para el Estado laico

Ni el candidato perdedor de la aspiración presidencial, ni el grupo político que representa, son de mis afectos. Pienso que un regreso de la ultraderecha a lo más alto del poder (como en la época de Laureano Gómez) nos traería más tristezas que alegrías, no solo porque de seguro arreciaría la violencia (como en aquel entonces) sino porque este candidato representaba un retroceso inmenso en lo que respecta a un tema que considero fundamental en la evolución de nuestra sociedad: el estado laico.

Para muchos parece un detalle menor. Para mí no. Me resulta muy diciente que el doctor Zuluaga celebrara su victoria de primera vuelta en el “centro de convenciones” de una iglesia cristiana en la que sus pastores dieron a sus fieles la “revelación” divina que les “sugería” votar por el candidato del Centro Democrático. Es increíble que siempre que se trata de doctrina cristiana se deban usar tantas comillas en un texto.
Igualmente significativo fue el evidente apoyo del Procurador General de la Nación a la causa de esa candidatura desde su doctrina católica, en clara intervención en política que él no sancionará contra sí mismo.

Si así de cercana era la relación entre una religión y un movimiento político, no me imagino como hubiera sido si su representante hubiera llegado a la Presidencia de la República.

De nada hubiera servido recordar que el preámbulo de la Constitución Política Nacional consagra la nación a un dios, pero no dice a cuál. Ni mucho menos que artículos de la misma (18 a 20) y sentencias de la Corte Constitucional (C-817/12) garantizan la separación de iglesia y estado. No, hubiera sido inútil, y es apenas lógico en cuanto esa candidatura (afortunadamente perdedora) tiene su base conceptual en el dogmatismo. La ultraderecha colombiana, representada en el movimiento uribista, se basa en dogmas, similares a los dogmas de fe de los que creen tener la verdad en una religión monoteísta, por lo que intentar hacer que prevalezca la razón en la toma de sus decisiones es labor inútil.

La creencia en la existencia de un dios es algo propio de la naturaleza humana, necesario para intentar explicar aquellas situaciones que se escapan al entendimiento a través de los sentidos, por lo que es tan importante que todos tengamos una visión religiosa propia como respetar la de los demás.
Lo que no resulta admisible para un candidato presidencial, ni menos para un Presidente de la República, o para un estado representado en cualquiera de sus instituciones, es que esa visión de mundo dogmática, influenciada por la religión, sea la que dicte los destinos de todos a quienes cobija. No soy musulmán, pero si la Corte Suprema de Justicia rige en sus sentencias para todos los colombianos, por qué hay un crucifijo en su sala plena y no una media luna? En el mismo sentido, si es con los impuestos de todos que se paga la educación pública (de la que tengo la mejor referencia), por qué hay en ella clase de religión, y, mejor aún, por qué esa clase solo trata temas de religión católica? Los hijos de budistas no tienen derecho a ir al colegio?

En mi caso personal, de educación católica, me pareció el colmo que me obligaran a pasar por el sacramento de la Confirmación para graduarme como bachiller. No obstante lo entendí, en cuanto el colegio, al ser privado, puede institucionalizar lo que quiera en su interior y era mi opción irme de ahí. No obstante me resulta difícil aceptar que lo mismo ocurra, por ejemplo, con las Instituciones de Educación Distrital.

He visto personas que critican la ferocidad de estados confesionales como Irán o Pakistán, o que no entienden como la reina de Inglaterra es la cabeza de la iglesia Anglicana, pero les encantaría que Colombia estuviera consagrada, de nuevo, al sagrado corazón de Jesús.

Considero que el respeto al estado laico es el primero de los respetos que debemos tener como ciudadanos colombianos. Es la muestra del poder de las instituciones, de la nación, por encima de nuestras creencias y, sobre todo, de la Constitución Política Nacional como máximo regente de nuestras actuaciones (por encima de la biblia). Seguramente ni el candidato Zuluaga, ni el Procurador General de la Nación, ni el capellán de las fuerzas militares, ni los “profesores” de religión estarán de acuerdo con esa idea, y algo tendremos que hacer para que todos, por lo menos, sepamos convivir. Por lo pronto, celebro con la misma alegría de un feligrés cristiano el hecho que el candidato en mención no haya alcanzado la máxima magistratura del estado … laico.

Donny Donosso Leal

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