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Una mujer iraní que se quedó ciega al ser quemada con ácido decide aplicar la ley del talión

La víctima, de 30 años, ejercerá su derecho a dejar sin visión al agresor

Tiene una voz dulce y cadenciosa, pero está llena de resentimiento por dentro. Ameneh Bahrami, de 30 años, no perdona que un pretendiente, Majid Emovahedi, cinco años menor, le arrojara "ácido vengativo" en la cara y la dejara ciega y desfigurada de por vida. La mujer reclama "ojo por ojo, y diente por diente" y los tribunales islámicos de Irán le han dado la razón. Ahora está a la espera de poder viajar a Teherán y arrojar unas gotas —"no se si son cinco o diez las que puedo echar", dice– en los ojos de su agresor para que se quede ciego el resto de su vida.
La pareja nunca tuvo una historia de amor, ni siquiera de amistad. La mujer, que estudiaba Ingeniería Electrónica en la Universidad de Teherán, recibió un día en su casa la llamada telefónica de la madre de Majid. Ameneh explica apesadumbrada con detalle cómo fue la conversación. "La señora me ensalzó con muy buenas palabras y, tras el preámbulo, me dijo que su hijo quería casarse conmigo. Yo me quedé atónita. No entendía nada. Le pregunté el nombre del chico y le respondí que no me sonaba de nada. La mujer me dijo que sí le conocía, ya que estudiaba en mi facultad".

Ataque en plena calle
Ameneh se informó sobre Majid, que resultó ser un chico que estudiaba tres o cuatro cursos menos que ella y al que conocía solo de vista. El caso es que la madre volvió a telefonearla para pedir su mano en nombre de su hijo. La chica rechazó de nuevo la propuesta de matrimonio. El día 2 de septiembre del 2004, el despechado Majid decidió ejecutar su terrible venganza con vitriolo. "Me acuerdo como si lo estuviera viendo. Eran las cuatro y media de la tarde y salía de trabajar en el centro de Teherán. Él apareció por sorpresa y sin mediar palabra me arrojó ácido sulfúrico en la cara. Yo traté de limpiarme los ojos, pero solo conseguí quemarme las manos".
Ameneh recorrió las consultas de los mejores médicos iranís, sin éxito. Uno de ellos localizó por internet al doctor Ramón Médel del Instituto de Microcirugía Ocular (IMO) de Barcelona, en busca de un milagro. El especialista en oculoplástica (párpados) y orbitaria no se rinde después de visitarla durante cuatro años, pero las lesiones tienen un mal pronóstico y es altamente improbable que recupere la visión.
Así las cosas, Ameneh mandó los informes médicos a la Justicia iraní para acogerse a su derecho a aplicar a su agresor la ley del talión. Quiere hacerlo con sus propias manos y para demostrar que es capaz escribe soltura en una libreta. Baraja la posibilidad de que no la dejen, pero no le preocupa demasiado. "Cientos de personas en Irán estarán encantadas de hacerlo por mí", asegura.
La mujer no levanta la voz ni suelta ningún improperio contra el criminal, pero se mantiene firme y decidida a tomarse su venganza. Ni siquiera la llamada de Shirin Ebadi, la abogada iraní que obtuvo el premio Nobel de la Paz en el 2003, la ha hecho desistir de su determinación. "Qué no se preocupe tanto –le recrimina– porque al chico lo van a anestesiar y dicen que apenas se enterará cuando le caigan las gotas de ácido en sus ojos".

Vida arruinada
Uno le advierte de la crueldad del acto, pese a que sea legal en Irán, pero la mujer se mantiene firme y decidida: "Yo quiero pagarle con el ojo por ojo. Me ha arruinado la vida y quiero estar segura de que no va a hacer lo mismo con ninguna otra mujer".
"Estoy contenta –agrega– porque voy a poder dejarlo ciego de los dos ojos, ya que según la ley un hombre vale el doble que una mujer y lo mismo pasa con los ojos. Sin embargo, el juez ha tenido en cuenta las graves quemaduras que me provocó en la cara y en las manos que, junto a mis dos ojos, valen por los dos del chico".
Majid le ha pedido clemencia y le ha ofrecido 20.000 euros para que se apiade de él y lo deje ciego solo de un ojo. Pero ella sigue no cede. "Ya sé que en España hay gente que no lo comprende, pero yo les pediría que pensaran que harían si les ocurriera una cosa así a una hija. Les pediría que cerraran los ojos durante cinco minutos y trataran de salir a la calle e hicieran vida normal. Ese chico tendrá lo que se merece por haber cometido conmigo un acto tan cruel. Debió pensarlo antes de hacerlo, ¿no les parece? Ahora, es tarde. Lo siento mucho, pero es demasiado tarde".

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