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“Una mujer con burka es sólo sexo, no tiene identidad”

Feminista argelina, ex responsable de Igualdad en la Unesco. Acaba de publicar «El burka como excusa»

Desde que el Ayuntamiento de Lleida prohibió el año pasado el uso del velo integral (burka o niqab) en espacios públicos, en España se han celebrado 30 plenos para debatir sobre esta prenda, que también está vetada en otros países europeos, como Francia, Bélgica y Holanda. Wassyla Tamzanli (Argel, 1941) denuncia en su último libro, El Burka como excusa (Saga Editorial), “el terrorismo intelectual, religioso y moral contra la igualdad” que a su juicio supone todo tipo de velo femenino y critica cómo los políticos han abordado este debate.

¿Está de acuerdo con la prohibición del velo integral en los espacios públicos?

Completamente. Y sobre todo en las escuelas. Si una niña que lleva burka no puede ponérselo en los espacios públicos, reflexionará. No se puede construir una sociedad sin prohibiciones. De hecho, una sociedad sin prohibiciones mata la libertad.

¿Qué significa llevar burka?

El burka es una cárcel de tela, una práctica arcaica y bárbara sobre la que la religión musulmana no ha sabido imponerse. El problema es que ahora la religión está en manos de hombres que no miran por la religión, sino que solo pretenden el dominio de las mujeres.

¿El debate sobre el burka es social o político?

Totalmente político. No es una cuestión religiosa ni cultural. Hoy en día, llevar burka en un espacio público es un acto político. Detrás del velo integral hay un orden ideológico estructurado.

Algunas mujeres musulmanas sostienen que prohibir el burka es coartar su libertad.

Llevar burka no es una práctica de libertad, es una opción política. La pregunta es: ¿la libertad de esa mujer que se pone el burka es compatible con la mía? Yo creo que no. Este punto de vista liberador del burka es perverso porque me impide oponerme a esta práctica. Evidentemente, no puedo estar en contra de la liberación de nadie, por lo que no me queda más remedio que apoyar la decisión de esta mujer.

¿Alguna vez ha llevado velo integral?

Jamás. Y mi familia nunca me lo pidió. Mi padre me prohibía cosas. Por ejemplo, no me dejaba ir a los cafés. Pero nunca me dijo: “No puedes salir porque lo dice Dios”. Con mi padre podía discutir, con Dios no. Esa es la diferencia.

¿Cómo ha cambiado el uso del velo integral en todo este tiempo?

Antes las mujeres lo usaban para esconderse en los espacios públicos. Ahora las chicas se ponen el burka para ser vistas, para decir que aceptan el orden de dominación sexual. El burka sexualiza a la mujer. Te quita la identidad, eres sólo sexo. En Argelia, sin embargo, se dice que el velo sirve para evitar el deseo del hombre, dando por supuesto que este es incontrolable. La religión musulmana ha sexualizado la relación entre hombres y mujeres.

La periodista Itziar Elizondo, que colabora en su libro, opina que en España se ha desaprovechado una oportunidad única de debatir sobre cultura y género. ¿Está de acuerdo?

Totalmente. El burka se ha convertido en una cuestión electoralista. Y lo peor es que no se han debatido cuestiones de fondo, como son el género y los derechos de los inmigrantes.

¿Cree que a los políticos sólo les interesa este tema para ganar votos?

Les interesa, pero no saben afrontarlo porque piensan que la etnia árabe-musulmana es diferente a la europea, que lo bueno para un europeo no es bueno para un musulmán. Este es un pensamiento racista y etnicista, porque la igualdad no sólo tiene que ser entre europeos. El islam es el continente negro del pensamiento europeo. La inteligencia europea se paraliza cuando entra en el debate del islam.

¿Ha fallado en este aspecto la izquierda europea?

Su error fundamental ha sido no distinguir entre las cuestiones políticas y las de civilización. Ya no hay una moral de izquierdas. La izquierda no es capaz de indignarse. Ve lo que hay detrás del burka, ve el símbolo, pero no ve el burka. Empeñada en su deseo de la paz social, considera que el islam es otro mundo al que Occidente no puede entender y prefiere dejar las cosas como están. El problema es que la derecha aprovecha esta pasividad para ganar clientela electoral.

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