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¿Una misa en Nôtre-Dame es la respuesta correcta?

La matanza del pasado viernes 13 de Noviembre en París no es consecuencia de una guerra entre religiones, es una manifestación de la guerra que mantienen los fanatismos religiosos contra la razón y la libertad. Razón y libertad que simboliza precisamente Francia en el imaginario colectivo de Occidente y de Oriente Próximo.

Por eso no es a Nôtre-Dame, la catedral católica de París, a donde tendrían que acudir los parisinos como respuesta al ataque yihadista del 13 de Noviembre. Ni a una misa católica, pues desconocemos cual era el credo religioso de las víctimas, ni siquiera si todas ellas profesaban alguno.

No a la catedral de París, sino a la Universidad de la Sorbonne, a la Bibliothèque National, a lÈcole Normale Superieur, a los museos, a los centros punteros de investigación científica, a las librerías del Boulevard Saint Michel, a las librerías de París… Y a honrar la memoria de Diderot, de dAlembert, de Voltaire, de los Enciclopedistas, de los Ilustrados. Porque es la Razón lo que está en peligro, y con ella, la Libertad. Mientras que lo que representa una misa en la catedral no es sino otra forma de creencia, de fe, otra forma, por lo tanto, de no-racionalidad. De hecho, los ciudadanos de París están acudiendo, en los días siguientes a la masacre, a la Place de la République, símbolo de los valores republicanos revolucionarios nacidos de la Ilustración.

Son la razón y la libertad las que están en peligro, repito. Es contra la razón y contra la libertad contra lo que atentan los fanáticos de ISIS, de Boko Haram, los que violan y matan estudiantes, los que prohíben la libertad de pensamiento y el pensamiento crítico precisamente porque éstos son incompatibles con el fanatismo en el que ellos están instalados.

Es la razón misma, y el pensamiento crítico que la razón posibilita, el instrumento que nos permite no tener que refugiarnos en mitos y fantasías infantiles, consoladoras, tranquilizadoras, con las que pretendemos escondernos la finitud de nuestras vidas. Es la razón, sin ataduras ni sometimientos, lo que nos permite ser auténticos, y asumir nuestra libertad y la responsabilidad que conlleva sobre nuestras vidas y nuestras decisiones, sin tratar de engañarnos con fantasías alienadoras. Es lo que nos hace no necesitar ni querer un lider al que seguir, un guía, un otro en el que alienarnos para que nos justifique. Y ser así independientes, y responsables de nuestros propios actos y de nuestras vidas y asumir sin temor nuestra libertad.

En definitiva, ser auténticos, como dice Sartre. Michel Onfray , precisamente otro autor francés, escribe en su Tratado de ateología: “En todos lados he podido comprobar cómo fantasean los hombres para no enfrentarse con lo real… (pero) el hecho de desviar la pulsión de muerte que los martiriza hacia la totalidad del mundo no salva al atormentado ni modifica su miseria, sino que contamina el universo… El oscurantismo, ese humus de las religiones se combate con la tradición racionalista occidental”. Por eso todos los fanáticos le han declarado desde siempre la guerra a la razón por cuantos medios han tenido a su alcance.

* Amparo Ariño es doctora en Filosofía por la Universitat de València

 

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