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¿Una Iglesia anacrónica?

Hace 25 años, estando aquí Juan Pablo II en su primer viaje a España, el diario El País de 7 noviembre 1982 dedicó una página casi entera a un artículo mío, La Iglesia-alternativa.

Allí proponía yo, entre otras cosas, 1) Obispos democráticos y 2) Acceso de la mujer a todos los cargos directivos: cura, obispo y papa. El pie del artículo decía: “Pedro Mendoza es cura rural”. Me salí de cura tres años más tarde, pero no quiero hablar de mí, sino del asunto Iglesia-Estado, que en España sigue sin arreglar (algunos se enteran ahora).

A este tema se le ha ido aplicando un silencio público, terapéutico o estratégico según los momentos. Pero algún día habrá que enfocarlo de frente. Como ya tengo publicado en otros artículos y libros míos, el primer problema es que los obispos católicos no representan a los católicos, vaya por dios. No tienen legitimidad de origen ni de ejercicio. Sólo de facto, no de iure. Los obispos y los cardenales son elegidos en secreto y dedocráticamente (a dedo) por un Estado extranjero, el Vaticano, que se hace llamar “Santa Sede”. No digo que sean malas personas, sólo afirmo que no son interlocutores representativos, pues los católicos no votan. El segundo problema heredado es nuestra inercia histórica.

No puede haber diálogo con quien no quiere dialogar de igual a igual. El Vaticano es el único estado europeo intencional y constitucionalmente ademocrático. No quieren ser iguales, sino atípicos: siempre “superiores”, no compañeros. Y ya se sabe, con las dictaduras por vocación, no hay más método que las ideas claras y la dialéctica dura: o eres súbdito o eres ciudadano. No hablamos del evangelio de Jesús, ¿para qué? Jesús no fue sacerdote, sino un profeta seglar “de paisano”, enfrentado por cierto a la cúpula clerical de su época, que lo llevó a la pena de muerte política con permiso de Roma: la cruz. “Por sus frutos los conoceréis”. Pero algunos cardenales y obispos prefieren los distintivos antes que los resultados. Prefieren ir de luto, con cruces o anillos bien visibles. Y si están de servicio, se ponen ropajes vistosos o solemnes gorros persas (mitras).

A muchos españoles nos bautizaron siendo bebés. Pero hoy, más del 70%, ni son practicantes ni ponen la cruz católica en el IRPF, ni siquiera con dinero ajeno. ¿A quién representan los obispos para ir dando lecciones a parlamentos democráticos? En partidos y sindicatos españoles, “su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos” (Constitución de 1978, artículos 6 y 7). ¿Por qué no también las religiones “legales”? Hay que denunciar los Acuerdos de 1979 con el Vaticano y crear otro marco de relaciones.¿Qué hacer con una iglesia anacrónica? Primero, tomársela en serio como ciudadano: aunque usted no se meta con ellos, ellos sí se meten con usted. Y segundo, aplicar sin complejos la lógica democrática constitucional y los derechos humanos, que son el mayor invento de Europa. Lo que pase en España puede influir en 600 millones de latinoamericanos y en otros países.

Pedro Mendoza es doctor en Filosofía y CC de la Educación y licenciado en Filosofía y Teología

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