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«Una excusa religiosa no debe marginar a la musulmana»

Existe un discurso supuestamente religioso que dice que la mujer se tiene que confinar. No era así en la primera época del Islam, hubo mujeres incluso ministras con alguno de los primeros califas

La Semana de la Mujer Musulmana de Al Idrissi trae a Ceuta a una  conferenciante que apuesta por la militancia social como motor de cambio

Valenciana, conversa y convencida de que la mujer musulmana tiene mucho que decir y que aportar a la sociedad, Amparo Sánchez Rosell fue ayer la protagonista de la Semana de la Mujer Musulmana que el Centro Cultural Al Idrissi ha organizado. Ella compagina su faceta empresarial con su labor social y reivindica la actividad en todos los ámbitos de la mujer que vive dentro del Islam.  Vicepresidenta de la Comisión Islámica de España (CIE) desde el pasado 17 de noviembre, es también presidenta de la Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia, vicepresidenta del Centro Cultural Islámico de Valencia y del religioso ‘Centro Islámico de Valencia’. Responde a todo y advierte de que son los musulmanes que apuestan por la convivencia los que son una amenaza para los partidos de ultraderecha “porque les interesa seguir manteniendo una mala imagen del Islam”.

–¿Cómo debe ser la musulmana en el siglo XXI?
–No podemos generalizar pero sí sé como me gustaría que fuera y como creo que debe ser. La mujer musulmana tiene que entender y ser capaz de conciliar su vida religiosa y su activismo musulmán con su vida familiar, con su vida profesional y con su participación activa en la sociedad ya sea a través de oenegés o militancia. Además estoy convencida de que es lo que el Islam está diciendo: deben dar buenos frutos. El musulmán tiene que ser como la lluvia, que allí donde cae beneficia, y eso es para hombres y mujeres. La mujer debe implicarse como persona y creyente porque si no, estamos restando un capital importantísimo tanto al Islam como al resto de la sociedad. Deben saber que son importantes, valiosas e indispensables.

–¿Y qué les impide saberlo?
–Hay muchas trabas. Existe un discurso supuestamente religioso que dice que la mujer se tiene que confinar. No era así en la primera época del Islam, hubo mujeres incluso ministras con alguno de los primeros califas y los versos coránicos hablan de la importancia de la mujer… y no se puede permitir ya más una excusa religiosa para la marginación de la mujer. Otras veces creo que la mentalidad, la comodidad o la falta de formación o inquietudes es una traba. Las chicas tienes que formarse. No está reñido ser una buena musulmana con ser una estudiosa. Al revés, el Islam incita al estudio y a la investigación a hombres y a mujeres. Razonar y prepararnos, cuanto mayor nivel tengamos mejor educaremos a nuestros hijos, ayudaremos a nuestras familias y seremos algo positivo para la sociedad y si la sociedad mejora todos mejoramos. Otro de los obstáculos puede ser el yihab a la hora de encontrar un puesto de trabajo. No nos engañemos, también mujeres no musulmanas tienen dificultad en encontrar puestos de importantes tomas de decisiones en España porque existe el machismo, pero si además eres musulmana se dificulta y si llevas yihab mucho más. Y te hacen elegir. Está mal que te obliguen a llevarlo y que te obliguen a quitártelo. Hay que respetar la decisión de la mujer y valorarla por lo que es. Valórame por si tengo capacidad de trabajo y valgo más que cualquier otra persona para ocupar el puesto.

–¿Es difícil ser musulmana en España?
–Sí lo es, no nos engañemos, no quiero entrar en más detalles. ¿Pero sabes qué? Eso es una ventaja para nosotras porque tenemos más premios de Dios el día del juicio porque para lo que otros ha sido fácil para nosotras ha supuesto mayor sacrificio y tendremos mayor recompensas.

–¿La islamofobia aumenta?
–Hemos tenido un encuentro sobre islamofobia recientemente. Está creciendo y es tan sutil que no nos percatamos ni de que la sufrimos ni de que la practicamos. Y uno de esos signos es precisamente generalizar. Estoy harta de tener que dar explicaciones por lo que haga cualquier musulmán en cualquier lugar del mundo y esto es una lacra que hay que cortar. ¿Por qué se nos criminaliza a más de 1.500 musulmanes que hay en el mundo por lo que hagan algunos? Yo soy española, musulmana y no tengo por qué estar supeditada a lo que pasa en otro país ni quiero que se me mida por ese rasero.

–¿Hasta qué punto el Gobierno puede ayudar a que exista una inclusión real del musulmán?
–Las administraciones son las primeras que tienen que dar ejemplo y practicar la igualdad, la no discriminación del musulmán por el mero hecho se serlo. Desgraciadamente esto no se está produciendo muchas veces por la falta de conocimiento profundo. Por ejemplo, en la península a la hora de abrir una mezquita no saben muy bien qué normativas aplicar porque no tienen una cultura de gestión de diversidad religiosa y por otra parte  estamos viviendo el auge de partidos ultraderechistas que fomentan la islamofobia y eso influye.

–¿De qué manera?
–Otros partidos se sienten empujados y radicalizan un poco más sus posturas en esa dirección y es un gran error porque está en peligro la cohesión y la paz social y no nos olvidemos que esos grupos que ahora están yendo contra los musulmanes en su época iban contra los judíos, que pueden volver a hacerlo en cualquier momento y que no se paran ahí. También van contra los gitanos o cualquier minoría que si se suman todas, son mayoría. Esto significa que la mayoría de la sociedad es susceptible de ser atacada y discriminada, estigmatizados por estos grupos. Esa ideología se tiene que parar y para nada tiene que tener cabida en otros partidos políticos y mucho menos en las administraciones.

–¿Qué le parece la sentencia del Supremo de anular el burka en espacios públicos en Lleida ?
–Me da risa, tengo que confesarlo porque cuando salió la polémica pensé que eran ganas de armar jaleo por algo que no existe porque no hay mujeres con burka. Es bueno que ahora haya salido la ley aunque sea de algo ficticio porque habla de libertad religiosa y recuerda valores que los políticos han olvidado y no deberían. Porque si ellos no dan un buen ejemplo la sociedad se hace más intransigente e intolerante y ese no es el camino a seguir.

–En Ceuta hace un año pararon a dos mujeres y les pidieron identificarse por llevar el niqab. ¿Qué opina al respecto?
–Yo defiendo la libertad de la mujer. Que elija libremente lo que quiere pero si alguna mujer quiere vestir niqab tiene que ser consciente de que no lo va a poder vestir siempre, de que a la hora de hacer un examen el examinador querrá saber si la examina a ella, o un juez quiere saber que esa persona da el testimonio o que la Policía quiera comprobar una documentación. Las que deciden llevarlo deben ser cosncientes de que hay excepciones, pero que vaya por la calle con un niqab no supone un peligro para la sociedad que es lo que dice la sentencia del Tribunal Constitucional. Ni todo blanco ni todo negro, hay que encontrar el término medio y la palabra ¿Sabes cuál es?: Tolerancia. Pero como lo dice UNESCO, no como “yo te tolero sin más” sino como respetar, aceptar y apreciar por ser como eres: musulmana, gitana, negra, amarilla o azul.

–¿Cree que la mujer musulmana dejará de estar en un segundo plano a nivel institucional o religioso?
–En la Asamblea de la Comisión Islámica de España me eligieron vicepresidenta. ¿Algo significa no?. En la época del profeta Aisha era profesora de sabios que son referentes que dicen que la mujer puede y debe ocupar puestos importantes en la religión musulmana. Yo quiero pensar que lo conseguiremos, pero tenemos que tomar conciencia primero nosotras, segundo nuestros hombres porque sin su complicidad y apoyo difícilmente podemos hacerlo. Cuando las musulmanas reivindicamos el papel de la mujer diferimos un poco de lo que aquí se conoce como feminismo en el sentido de que sí tenemos en cuenta siempre el valor y la importancia del hombre. Buscamos el equilibrio y no inclinamos la balanza ni hacia lo masculino ni hacia lo femenino. Dice Dios que todo lo hemos creado de hembra y varón.

–¿Hay musulmanas feministas?
–Sí, hay muchas musulmanas y musulmanes que trabajan  por los derechos de la mujer pero el término no todos captan porque incluso ha sido utilizado políticamente en algunos países de mayoría musulmana y hay muchas musulmanas que aunque trabajen en favor de los derechos de la mujer no aceptan ese término igual que muchas feministas que no aceptan a las musulmanas como feministas. En todos los sitios nos encontramos extremos y en el centro está la virtud, eso dice el Islam.

“Convertirme ha sido un proceso muy largo que me ha llevado muchos años y si no te lleva el corazón hacia ello no es posible”

Con 13 años y dentro de una familia cristiana practicante, ella comenzó a plantearse seriamente muchas contradicciones que la empujaban a leer y a salir de dudas. “Nadie sabía responderme por ejemplo por qué se permitió el incesto de Lot con sus hijas o dudas sobre la Inquisición que no fueran más allá de que los sacerdotes son personas y se cometen errores. Necesitaba saber más”. Amparo, hija del sacristán de la Basílica de los Desamparados de Valencia, no dejaba de tener inquietudes y buscar respuestas y comenzó incluso a adquirir una conciencia política al ser acusada “de roja cuando ni siquiera sabía lo que era eso” y a sentirse rechazada por tener dudas. Entonces mitigó su ansia de justicia social “aunque también terminas decepcionándote pero seguía sin resolver mi plano espiritual y no comprendía que religión y ciencia fueran por separado o la existencia de las bulas y el que alguien que tuviera dinero podía hacer cosas a nivel de fe que los que no tenían no”.  Nunca hasta ya con unos 30 años, pensaba en el Islam “por la mala prensa que tenía. Entonces me había casado y tenía dos hijos pero yo seguía buscando algo que colmara esa inquietud”. Comenzó a leer sobre Al Andalus y pasó de leer a místicos como Santa Teresa de Jesús a otros sufís como Ibn al aoubi. Y poco a poco comencé a descubrir el Islam. Se convirtió a los 43 años. Hacía tiempo que se había separado y se había casado por segunda vez con su actual marido, musulmán, pero que siempre la respetó y trataba de paliar dudas que ella le planteaba como la de que “si Dios es todo, ¿por qué los musulmanes negáis la Trinidad?”. Un día acudió a la mezquita de Valencia. Allí, en la puerta, se encontró con dos tunecinas y una marroquí a las que les dijo que quería saber más sobre esa religión y se apuntó a clases, a charlas, conferencias. “Me hice musulmana en julio de 1996, ni siquiera se lo dije a mi marido”, reconoce. Se sentía completa, con respuestas a todas sus preguntas, con una religión que hablaba de ecología, de justicia social, que no estaba reñida con la ciencia y en donde se pedía al hombre que investigara y razonara. “No es fácil ser musulmana y practicar. Siendo cristiana vas a misa los domingos y cumples. Aquí hay varias oraciones al día y en definitiva si no te lleva el corazón hacia ello, no es posible”. Es feliz. Ha sido un proceso largo. Ha costado. Y, en medio, el empeño en hacer comprender a los seres queridos todo ese camino hacia una felicidad y una paz que no cambia por nada.

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