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Un ejército de cruzados cristianos para combatir al Estado Islámico

Un estadounidense entrena a 400 soldados para forjar “la mejor infantería de Irak”.
Financia su milicia con fondos de 20 países, sobre todo de cristianos de EEUU

Delgado, alto, con barba, traje y chaleco negros, Matthew VanDyke parecería un poeta romántico perfecto si no fuera por el pelo. En vez de una cabellera flamígera y revuelta, lo tiene impecablemente engominado.

Pero VanDyke ha hecho algo muy típico de los románticos: irse a pelear a una guerra lejos de su país. Lord Byron se fue a Grecia, a ayudar a ese país en su Guerra de Independencia. VanDyke es americano, así que hace las cosas a una escala más grande. Su objetivo es organizar un ejército de cristianos en Irak para combatir al Estado Islámico. Y luego, si todo va bien, en Libia. Y, después, en Nigeria. También dice tener peticiones de Pakistán y de Filipinas.

En lo que va de año, VanDyke ha entrenado a cerca de 400 cristianos iraquíes para combatir al IS (Estado Islámico, según sus siglas en inglés). En enero y febrero, formó a unos 330. En mayo, a otros 21. Todos ellos son miembros de la Unidad de Protección de la Llanura de Nínive (NPU, en inglés). A finales de este mes espera reanudar los entrenamientos con un plan más intensivo que le permita crear «la mejor fuerza de infantería de Irak».

De los entrenamientos se han encargado hasta la fecha cinco voluntarios y empleados. Todos ellos son ex militares de Estados Unidos, entre ellos, según VanDyke, tres tenientes coroneles y al menos un miembro de los Boinas Verdes, una unidad de élite especializada, precisamente, en entrenar a fuerzas locales. Su organización recibe cientos de ofrecimientos de voluntarios que quieren irse a Irak, pero solo acepta a alrededor del 1%.

«Esa gente está feliz de trabajar con los cristianos iraquíes, porque están muy motivados, justo al contrario que los afganos con los que habían estado lidiando hasta hace poco», explica VanDyke en Philadelphia. Está en esa ciudad esperando la licencia del Departamento de Estado de EEUU para que su organización -SOLI, el acrónimo en inglés de Hijos de la Libertad Internacional- vuelva a operar en Irak en calidad de empresa privada de seguridad.

Operaciones ofensivas

«Es la primera vez que solicitamos la licencia. Antes no lo hicimos porque teníamos prisa, ya que pensábamos que el Frente Norte de la guerra [donde opera NPU] se iba a abrir este año», declara. Pero entonces el IS tomó la ciudad de Ramadi, cerca de Bagdad, y la ofensiva, que debería culminar con la reconquista de la ciudad de Mosul ha quedado aplazada para 2016. VanDyke también quiere expandir sus actividades a otras milicias cristianas aparte de NPU, sobre todo a grupos que sean capaces de lanzar operaciones ofensivas, algo que no es fácil para estas organizaciones, que representan a una comunidad minoritaria «y con una tradición de ser víctima y de depender de otros para su seguridad».

SOLI es una compañía sin ánimo de lucro. «Empecé con la idea de una ONG, pero me lo desaconsejaron por varios motivos. Uno es que las otras ONGs nos atacarían con ferocidad. Otro, que los peshmerga [los milicianos kurdos que controlan la zona en la que viven los cristianos de Irak] nunca dejarían que una ONG entrenara a milicias. Ése es el terreno de las empresas de seguridad. Incluso las regulaciones del Departamento de Estado están hechas para empresas», explica.

Fracaso de la comunidad internacional

Los fondos de SOLI proceden de donativos de más de 20 países, aunque en su inmensa mayoría de la comunidad cristiana estadounidense. El dinero se puede entregar de múltiples formas: desde por medio del sistema de pagos online paypal, hasta cheques, transferencias o pago por tarjeta de crédito. SOLI acepta incluso donativos en la moneda online bitcoin.

VanDyke se define como «cristiano», y declara que siente «afinidad por otros cristianos», pero niega que su religión esté detrás de SOLI. «La razón por la que me he embarcado en esto es para tratar de encontrar una solución al problema del IS», declara. «He visto durante años el fracaso que ha protagonizado la comunidad internacional en Siria y, por el contrario, fui testigo de cómo en Libia bastó una intervención muy modesta de la OTAN para cambiar las cosas para mejor y derrocar a Gadafi».

Pero también hay un motivo personal, con nombres y apellidos: James Foley y Steven Sotloff, dos periodistas decapitados por el IS hace casi un año y que, además, compartieron cautiverio con el corresponsal de EL MUNDO Javier Espinosa, que fue liberado por los terroristas en marzo de 2014.

«Yo era amigo de James y de Steven. De hecho, estuve con ellos apenas dos semanas en Siria antes de que los secuestraran, y hasta llegué a estar a punto de seguir con ellos, con lo que me habrían capturado a mí también», recuerda. «Pero pensaba que sus captores los habían asesinado hacía tiempo. Cuando me llamaron por teléfono para decirme que los habían matado, comprendí que habían estado vivos durante meses. Es extraño, pero fue una sensación abrumadora, de modo que me puse a mover mis contactos en Irak, porque sentí que tenía que hacer algo. Así es como nació SOLI».

Esta aventura es, por ahora, la última de este treintañero de Baltimore al que en 2003 una nevada le impidió completar el proceso de selección para entrar como becario en la CIA, y que, en 2007, ya graduado del Master de Relaciones Internacionales de la Universidad de Georgetown (especialidad, previsiblemente, Oriente Próximo), se embarcó en un viaje de cuatro años en moto de Madrid hasta Afganistán.

Odisea filmada

Acabó harto. «Me veían como si fuera un cajero automático andante», recuerda. A medida que fue avanzando hacia el Este, las cosas se hicieron más complicadas. En Irak «me arrestaron como 20 veces, y la policía me pegó una paliza en Bagdad». En Afganistán no sólo le apalearon la policías, sino, también, los civiles, en el valle del Panjshir. Su intento de hacerse contrabandista de coches robados entre Marruecos, Mauritania y Mali se acabó cuando el robaron a él el coche que trataba de colar de extranjis.

Así que en 2010, cuando volvió a EEUU, VanDyke no quería saber nada más de Oriente Próximo, el Norte de África o Asia Central. Pero entonces estalló la Primavera Árabe, y sus amigos motoristas de Libia se unieron a la rebelión contra Gadafi. Y él se unió a ellos. Fue hecho prisionero en la ciudad de Brera y pasó en la cárcel cinco meses, tres de ellos en aislamiento. Su odisea está grabada en el documental ‘Point and Shoot’, del que él abjura, aunque ha ganado varios premios en EEUU, entre ellos el del prestigioso festival de Tribeca.

La vida de Matthew VanDyke continúa ahora dividida entre Estados Unidos e Irak, en un intento de salvar a la comunidad cristiana de ese último país del exterminio. En su opinión, el problema es que «hoy la gente no se moviliza. Cuando estalló la Guerra Civil española era mucho más difícil viajar y, aun así, hubo miles de estadounidenses que se alistaron en la Brigada Lincoln. Hoy, estamos convencidos de que darle a me gusta en Facebook es suficiente para cambiar las cosas».

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