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Túnez: las golondrinas y las aves rapaces

«No hay un momento más oportuno que este para defender la libertad de conciencia como uno de las conquistas de la revolución. Si las tentativas de intimidación contra esta libertad de expresión no son condenadas y penalizadas, irán a más y Túnez no será libre.

Una golondrina no hace primavera. Pero cuando llegada la primavera unas cuantas aves rapaces amenazan con decapitar a las golondrinas, con total impunidad, lo que se anuncia no es el verano. Más bien es la vuelta al invierno.

Una de las golondrinas se llama Nadia El Fani. Acaba de obtener el Premio Internacional de la Laicidad por su trabajo: películas que sacuden la conciencia y hacen reflexionar. La última en ver la luz, Ni Allah ni maître (Ni Alá ni amo), reivindica la libertad de conciencia en Túnez. Algo que vuelve locos a los integristas, igual que su declaración: “No creo en Dios“. Desde entonces, la realizadora está amenazada de muerte. Juran que le cortarán su “cabeza de cerda”. Elegante manera de referirse a su cráneo rasurado, que no es resultado de un capricho de artista sino un reflejo de su lucha contra el cáncer. No hace falta decir que El Fani no tiene la menor intención de dejarse intimidar por un puñado de fanáticos que sueñan con enviarla al más allá.

Los mismos fanáticos piden el asesinato del realizador Nouri Bouzid, ex opositor al régimen de Ben Ali y autor de películas que han marcado la cinematografía tunecina. El 6 de abril, Bouzid fue agredido en plena calle por un fanático que lo golpeó en la cabeza con una barra de hierro, mientras gritaba “Allah Akbar”. El ataque se saldó con varios puntos de sutura para Bouzid. Estas operaciones en comando se unen a las razzias contra mujeres tunecinas cuya manera de vestir es considerada no conforme a la “moral islámica”, y a toda una serie de intimidaciones inquietantes pero previsibles.

Podía temerse que los integristas, muchas veces recién regresados de su exilio londinense, intentarían apropiarse de la revolución en Túnez. Ellos, que no quisieron el fin del autoritarismo por compromiso con la libertad, sino para reemplazarlo por otra dictadura… Las amenazas contra Nadia El Fani constituyen un test, entre otros, para saber si la vitalidad de la sociedad tunecina sabrá resistir.

La mayor parte de asociaciones y partidos han comprendido lo que está en juego, y aguantan mediante iniciativas como la de la red Lam Echaml (Unir a todo el mundo, en español), que organizó una jornada ‘Touche pas à mon créateur’ (No toques a mi creador) en el cine Africart. Iba a proyectarse la película de El Fani, Ni Allah ni maître, cuando unos sesenta integristas irrumpieron para arrasar con todo mientras vociferaban que “Túnez es un Estado islámico”. Los participantes tuvieron que batirse, físicamente, para salvar el cuello. El director de la sala, Habib Belhedi, resultó herido. Y la policía se tomó su tiempo para llegar…

El Gobierno provisional y el Ministerio de Cultura han tomado posición a favor de los creadores, pero tienen dificultades para proteger a la ciudadanía de los integristas. Estos últimos se provechan de la existencia de divisiones y huelgas en las fuerzas de seguridad, para imponer su ley con total impunidad. Pero lo más inquietante viene de la falta de lucidez y de solidaridad de ciertos demócratas laicos que, sin tener la menor simpatía por los fanáticos, acuchillan gentilmente y por la espalda a Nadie El Fani y a su película: “no es el momento”, “es demasiado provocador”, “resulta irresponsable”. Cuando los únicos irresponsables son ellos.

No hay un momento más oportuno que este para defender la libertad de conciencia como uno de las conquistas de la revolución. Si las tentativas de intimidación contra esta libertad de expresión no son condenadas y penalizadas, irán a más y Túnez no será libre. Como tampoco estará en paz si renuncia a emanciparse del artículo 1 de su actual Constitución, que hace del islam ‘su religión’. Este artículo, por sí solo, contiene el germen de todas las derivas integristas. Refuerza a los que defienden la superioridad de una religión sobre las demás, y discrimina a los no creyentes. Pero, sobre todo, incita a las rapaces a ensañarse con las golondrinas. Hasta que éstas se agoten. En ese momento, Túnez habrá pasado de una primavera de promesas al más crudo invierno.

Caroline Fourest es profesora en el Instituto de Ciencias Políticas de París, Sciences-Po París, y redactora jefe de la revista feminista Pro-Choix

[Artículo publicado en Le Monde el pasado 2 de julio. Reproducido en español con autorización de la autora. Traducción de Juan Antonio Cordero Fuertes]

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