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Tratado de ateología, un tremendo alegato contra cualquier creencia en lo trascendente

El ensayista francés Michel Onfray defiende el ateísmo frente a todas las religiones en su libro 'Tratado de ateología' y apuesta por aplicar de una vez por todas las ideas de la Revolución Francesa. 'No soy partidario de destruir iglesias o quemar sacerdotes, sino que la batalla se debe plantear en el terreno intelectual y de las ideas'. Para Onfray, hay dos maneras de ser laico: 'de manera abierta, que acepta las religiones y las subvenciona desde el Estado, como diría el ministro francés Sarkozy, y un laicismo cerrado, con el que yo me identifico, que no reconoce las religiones, se opone a su financiación pública y considera que sólo deben existir en el ámbito privado'.
 

El filósofo se opone también, por supuesto, a George W. Bush: «No creo que el judeocristianismo se enfrente al islam, se parecen demasiado y entre elegir a Bush o elegir a Bin Laden, se puede optar por la vía del ateísmo». Su defensa del ateísmo es, en parte -dice- hija del 11-S. "Desde entonces, se nos obliga a escoger entre el judeocristianismo de Bush y el islam de Bin Laden, como en otra época se nos obligó a escoger entre el comunismo de Rusia y el capitalismo de EEUU. Lo que he querido decir desde el principio es que no quiero elegir. Como Albert Camus no eligió entre Rusia y América".

'DIOS HA RESUCITADO'

Dios no está muerto, o si lo estaba, ahora se encuentra en la plenitud de su renacimiento, tanto en Occidente como en Oriente. De aquí la urgencia, según Onfray, de un nuevo ateísmo, argumentado, sólido y militante, que se presente como una postura nueva y positiva respecto a la vida, la historia y el mundo. La ateología debe enunciar una crítica robusta contra los tres monoteísmos principales, presentar un rechazo a la existencia de lo trascendente y promover el interés por "nuestro único bien verdadero: la vida terrena", el bienestar y la emancipación de los cuerpos y las mentes de mujeres y hombres. Algo sólo alcanzable a través de una "descristianización radical de la sociedad".

Las ideas de la Revolución Francesa son, a juicio de Onfray, 'plenamente vigentes' e incluso precisa que 'vivimos en la actualidad una época prerrevolucionaria y si en 1789 se produjo un levantamiento popular contra el principio de realeza, hoy está pendiente la revolución contra el poder del dinero'. Entre sus autores favoritos, el abate Jean Meslier, de quien sólo se publicaron sus memorias una vez hubo muerto, puesto que las dedicó a demostrar la inexistencia de Dios. Meslier es el autor al parecer del
famoso y misericorde deseo de 'ahorcar a todos los nobles con las tripas de todos los curas".

Tratado de ateología (Ed. Anagrama. Col. Argumentos No. 339; Barcelona, 2006. 249 pp.), que vendió en Francia más de 200 mil ejemplares, hace una crítica al cristianismo, islamismo y judaísmo a partir de sus libros fundamentales. Observa cómo en los textos sagrados se propaga el amor y el respeto a los demás, pero, paradójicamente, también el odio y la violencia hacia los otros. Luego muestra cómo esas tres religiones han causado grandes conflictos y matanzas en nombre de la fe.

También señala las consecuencias ideológicas de la religión, que impone una visión de las cosas y del mundo en la que todo está reglamentado por leyes indiscutibles bajo la autoridad de una figura única e indiscutible: Dios, a quien debe obedecerse y respetarse sus mandatos, so pena de ser severamente castigado. Por último, propone como salida el ateísmo, que permite construir una manera diferente y plural de entender la realidad, sin leyes ni autoridades.

Onfray expone en este tratado cómo las religiones son determinantes esenciales de la ideología dominante. A partir de la idea de un Dios inefable, imponen los valores de autoridad y verdad, en donde todo aquel que se coloque o sea ubicado como jefe, líder, maestro, teórico, religioso… debe ser obedecido, y su discurso será incuestionable y respetado. Mientras quien no se someta y lo rechace quedará descalificado para ser señalado como ateo, anarquista, ignorante, mentiroso… y en cualquier momento negado, reprendido, encarcelado, eliminado… Para Onfray la única posibilidad de superar esta ideología, y la represión que implica, es crear una ateología que difunda ideas y valores contra el autoritarismo y la verdad señera, así como promueva la diversidad de ideas. De tal manera que se acepte la diferencia y se rechace toda figura opresora.

Michel Onfray, nacido en 1959, ha escrito una treintena de libros en los que formula un autodenominado 'proyecto hedonista ético'. Seguidor cercano de la filosofía de Nietzsche, no defiende como éste la idea de que Dios está muerto, sino que concluye que la idea de Dios, muy presente en la vida cotidiana, es una ficción inventada con efecto narcotizante para que el ser humano no busque respuestas. Según él, estamos viviendo en pleno retorno de lo religioso. "Basta con abrir la televisión. ¿Qué vemos? A Bush rezando, a Bin Laden hablando de erradicar a los impíos, a Sarkozy refiriéndose a su cultura católica, a gente debatiendo sobre si hay o no que tolerar el velo o pañuelo islámico en institutos…". La polémica sobre las caricaturas de Mahoma ratifica su diagnóstico. Pero Onfray es también atípico porque hace ya algunos años decidió abandonar la carrera académica y el prestigio de las cátedras para imulsar una llamada Université Populaire, en Caen. "Imparto dos horas de clase todos los martes, de seis a ocho de la tarde, ante 600 personas. Entrada libre, sin matrícula ni título a la salida", nos explica Onfray. "Cuando empecé lo hice ante 50 personas. Solo. Sin presupuesto. Ahora somos nueve profesores. Ofrecemos cursos de cine, de filosofía para niños, de psicología, de arte contemporáneo, de historia".

"Hay gente a la que agrada escuchar la palabra de un ateo en medio de tanta música gregoriana", declaraba a Babelia, suplemento cultural de El País. Michel Onfray es un filósofo atípico. De entrada, porque escribe con incontinencia periodística. Nacido en 1959 lleva publicada una treintena de libros, algunos de los cuales auténticos éxitos editoriales dentro de una disciplina que los pone siempre bajo sospecha. De su Antimanuel de philosophie (Bréal, 2001) vendió 100.000 ejemplares.

"El judaísmo está pensado para salvar a la propia nación. No tiene la furia asesina de las otras dos religiones respecto a los que considera infieles". Eso sí, los tres monoteísmos comparten idéntica "pulsión de muerte. ¡Para merecer la vida eterna nos exigen que vivamos como si ya estuviésemos muertos!: prohibidos los placeres, prohibidos los deseos, las pulsiones, el cuerpo". Insoportable para un hombre que se autodefine como un "materialista epicúreo" y que ha escrito libros con títulos como La razón golosa, El arte del placer, Teoría del cuerpo amoroso, La invención del placer o Magias anatómicas. Su descubrimiento de que otra filosofía es posible "se la debo a Lucrecio. De él aprendí la posibilidad de una moral sin necesidad de Dios y trascendencia. Los hombres se inventan dioses porque no son capaces de mirar la realidad cara a cara".

'LA NECESIDAD DE TRASCENDENCIA ME IRRITA'

El éxito de sus últimos libros se lo explica "porque la gente está harta de tanta religión, del discurso cristiano. Creo que revela el sentimiento de la época. La necesidad de trascendencia, de darle a la existencia un valor superior, le irrita: "Mi colega Luc Ferry ya se ocupa de ello. O George Steiner, que es muy bueno en ese tipo de reflexión. Yo no veo ninguna contradicción en ser Spinoza y panteísta. El atomismo, desde Demócrito, ya nos ahorra las explicaciones trascendentes. Steiner utiliza el arte, la satisfacción o el placer que produce el arte, para hablar de Dios. Pero el arte es algo tangible, la belleza no tiene nada que ver con la divinidad y sí con el sistema neurovegetativo. Existen muchos pensadores marginales, subversivos, divertidos, a los que les agrada reír, comer y beber, gente que ha sabido vivir, que son enamorados de la vida, del amor, de la amistad bajo todas sus formas. Basta con recordar a Aristipo de Cirene y la gente de su escuela, a Diógenes y los cínicos, a Gassendi y su elogio del libertinaje, a Jacques La Mettrie, a Diderot, Helvétius, a Charles Fourier o a Raoul Vaneigem y los situacionistas… ¡la lista es larga!".

Onfray parece sintonizar con el marqués de Sade que, en un poema, llegaba a quejarse de que Dios no existiese porque eso le impedía insultarle. "Lo peor de libros como la Biblia o el Corán es que ahí se puede encontrar todo y su contrario, las proclamas de misericordia y la instigación al crimen. El Corán es de una violencia extraordinaria respecto a los que considera infieles. De acuerdo, la gente del Libro, judíos y cristianos, pueden vivir en territorio musulmán -es la tolerancia conocida como dhimma- y de eso presumen imanes y mollahs, pero no dicen que, durante siglos, esa mansedumbre para quienes no le rezan cinco veces al día a Alá sólo se aplicaba si pagaban la gizya, que también pudiera llamarse extorsión o impuesto revolucionario. Es la protección que te ofrecen las mafias. La descripción misma que se hace en el Corán del paraíso debiera poner en evidencia el carácter perverso de una religión que, en el otro mundo, te premia con carne de cerdo, mujeres y efebos en abundancia, te libera de plegarias, te augura borracheras en abundancia, con vino y carne servida en vajillas de oro… Es decir, la vida de cada día tiene que ser miserable y repleta de prohibiciones para tener luego acceso a la orgía perpetua. ¡Extraña lógica religiosa esa que determina que en el paraíso deja de ser pecado todo lo que lo era en este valle de lágrimas!".

El trato dispensado a la mujer por las tres grandes religiones monoteístas -los judíos prohíben a la mujer estudiar la Torah, los cristianos la hacen hija de una modesta costilla del macho Adán, los musulmanes no sólo le impiden mostrar el cabello o la piel de brazos y piernas sino que, legalmente, valoran su testimonio en la mitad de lo que vale uno masculino- hace que Onfray diga que "para ellas la mujer está de más. Es la tentación perpetua, simboliza todos los excesos -de placer, de deseo, de pasión, de irracionalidad, de sexo- y está ahí como un personaje de segunda categoría: Dios prefiere a los hombres".

Escribe Chantal Maillard en Babelia: 'Era y es absolutamente necesario, en estos tiempos, poner de manifiesto cosas tan evidentes como que la existencia de Dios, en sus tres manifestaciones (hebraica, cristiana e islámica), ha causado muchos más conflictos y terrores que su no existencia. Es imprescindible que aquí, en Occidente, ante la creciente incitación al odio por parte de las instancias interesadas, se tome conciencia del estrecho parentesco de los tres monoteísmos, nacidos en el desierto de un mismo tronco, de la similitud de sus reglas, sus prohibiciones, sus rituales, sus estigmatizaciones, sus cruzadas, y de la historia de sus afrentas e incomprensiones mutuas. El libro de Onfray zarandea a los tres por igual, y esto es saludable, pues a un lado de la frontera se acostumbra a reforzar la unidad del propio grupo con la supuesta perversidad de los vecinos'.

'Necesario, igualmente, como lo hace el autor en la cuarta parte (sin duda la mejor), dedicada a la teocracia, denunciar la superchería, la falsificación, las reconstrucciones, las invenciones y las inconsistencias de los tres libros fundadores (la Torá, la Biblia y el Corán). Señalar los imperativos sociales o políticos que incitaron a elaborar sus mitologías y la larga y caótica compilación de unas escrituras que por su ambigüedad validan cualquier acción, desde los etnocidios de las conquistas amerindias al de los hutus, apoyado por el clero ruandés, el exterminio de los judíos, las guerras de Oriente Próximo o los fascismos de toda índole, sus torturas, su terror', añade.

MATERIALISMO REDUCCIONISTA TRASNOCHADO

En realidad, no se trata de refutar nada; "un cuento para niños no se puede refutar", dice Onfray. Aunque casi se le va de la mano el libro a su autor, ahogadas las buenas intenciones de su "desmontaje filosófico" bajo las invectivas panfletarias de un racionalismo científico un tanto trasnochado que corre el peligro de convertir al ateísmo, pese a quien lo profesa, en otra religión. Y es que el materialismo reduccionista tal vez no sea el antídoto más eficaz contra el síndrome del crédulo. Tal vez se requieran otras instancias que no sean el otro extremo de la cuerda. Y, desde luego, unos conocimientos de las otras religiones que no permitan deslices como el de definir a Siva como la Venus asiria a la que se ofrenda estiércol, pues Siva es un dios, no una diosa; indio, no asirio; y se le ofrece arroz, mantequilla y pétalos de flores, no estiércol, aunque el estiércol sea, en aquellas poblaciones uno de los bienes más preciados. "Pero no quisiera con ello proporcionar argumentos que pudiesen utilizarse en contra del propósito encomiable de este libro y sus conclusiones: entre el mundo judeocristiano, aliado ahora económicamente, y el mundo musulmán, no hay por qué tomar partido; son dos callejones sin salida, sentencia la favorable comentarista'.

"El teísmo impregna la mentalidad de la gente. Incluso cuando se es laico, incluso cuando se es agnóstico. Hemos formado un cuerpo cristiano. Un cuerpo que ve al hombre lleno de deseo y que cree que el deseo es culpable. Que el placer es un problema, la carne corruptible, y que hay que amar los cuerpos angélicos. El cristianismo ha producido esos efectos y los sigue produciendo en todos los terrenos", declaraba en enero pasado a Francesc Arroyo, también en el diario El País, que se ha convertido en su portavoz enfervorizado en España.

"La idea del dolor es cristiana y es la misma idea que permite decirle a alguien en un palacio de justicia que es responsable de lo que es. Los pedófilos pueden elegir entre serlo o no. Tenemos el libre albedrío. Si uno hace mal uso de él, es culpable y puede ser encerrado. Sabemos que hay determinaciones, que la necesidad existe. Las personas ante un tribunal son el producto se sus acciones, no de sus elecciones. El libre albedrío que afirman los cristianos parte del principio de que el hombre es libre, de que conoce el bien y el mal. Del pecado original. Necesitamos postular que el hombre es libre para poderlo castigar. Es evidente que el hombre no es libre, que la libertad no existe".

Dos ideas cristianas: el libre albedrío y la crítica al deseo. Frente a ello, Onfray propone "una educación poscristiana, una justicia poscristiana, una erótica poscristiana". En su opinión, la sociedad sigue siendo cristiana, incluso en el campo de la filosofía: "Hay una filosofía dominante, la que aparece en las historias oficiales, la que se aprende en clase. Una filosofía idealista, platónica, espiritualista, cristiana. En ella se integran Platón, Descartes y Kant sin dificultad (…). Y hay otra tradición filosófica, que yo enseño. Estoy escribiendo dos volúmenes que aparecerán muy pronto. Se trata de una filosofía hedonista, sensualista, materialista, empírica, cínica (…). Hay que hacer una filosofía popular. Que todo hombre tenga acceso a la conciencia, que haya debates reales, explicando las diversas posiciones para que puedan elegir. Poder decir: he ahí un filósofo cristiano, tomista, musulmán, ateo. Y debatir para que cada persona pueda pensar por sí misma y sacar sus propias conclusiones".

El padre de este "mal" es Pablo de Tarso, a quien ve como el inspirador de la misoginia cristiana, del odio al cuerpo y al deseo porque, dice, "era impotente". Para su conversión no tiene palabras menores. fue pura histeria. "Yo no calumnio a Pablo de Tarso. Es él quien habla de sí mismo, quien se pronuncia contra el deseo. Él aborda el pensamiento desde su biografía. Yo sólo analizo lo que cuenta y veo que su conversión es una conversión histérica. Es un diagnóstico, no un insulto. No es insultar a alguien decir que tiene una enfermedad. Lo grave de Pablo es que su neurosis se convirtió en una neurosis planetaria".

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