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Teólogos españoles acusan a los obispos de insensibilidad ante la crisis

Lamentan que Rouco no apoye a los grupos obreros católicos contra la reforma laboral y consideran que su descalificación desacredita a la Iglesia

La crisis y la reforma laboral siguen abriendo brechas profundas en la Iglesia católica española, cuyo líder, el cardenal Antonio María Rouco, ha desautorizado con contundencia las críticas al Gobierno de sus dos principales organizaciones obreras, la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y la JOC (Juventud Obrera Católica). Ahora, es la principal organización de teólogos quien alza la voz. “Con la descalificación [de Rouco a la HOAC y la JOC] no sólo se da la espalda al Evangelio y a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, sino que se impide que otras organizaciones católicas ejerzan la denuncia profética. Un sector importante de la jerarquía demuestra sus buenas relaciones con el mercado, se pone del lado del Gobierno del PP y de la patronal y en contra de la clase trabajadora y de las movilizaciones de ésta. De esa forma, la Iglesia se desacredita”, dice la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII.

La principal organización de pensadores católicos en España subraya, de los planteamientos del documento de la JOC y la HOAC, que la reforma laboral constituye otra agresión más al trabajo humano, rompe el frágil equilibro conquistado históricamente entre capital y trabajo, se aleja del principio defendido por la Iglesia de la prioridad del trabajo frente al capital, representa un nuevo golpe al derecho laboral, quiebra el derecho constitucional a la negociación colectiva y a la capacidad organizativa de los trabajadores y las trabajadoras, facilita y abarata la expulsión del mercado de trabajo y dificulta, cuando no impide o precariza, el empleo juvenil. Asumen también su llamada a participar en cuantas movilizaciones sociales y sindicales vayan orientadas a frenar dicha reforma y sus funestas consecuencias.

Estos son otros párrafos del comunicado de la Avocación Juan XXIII: “Valoramos positivamente los pronunciamientos y los gestos individuales de solidaridad por parte de algunos eclesiásticos, que revelan sensibilidad humana y cristiana hacia los más desfavorecidos. Consideramos, sin embargo, que la Iglesia católica como institución y la jerarquía en su conjunto no han levantado la voz profética para denunciar a los verdaderos responsables, ni han mostrado la necesaria solidaridad con quienes más las están sufriendo”.

“Observamos con tristeza y dolor que, mientras se reducen los salarios, se cierran hospitales, centros de salud, centros de acogida de mujeres, niños y niñas maltratadas y víctimas de violencia, se rebaja la inversión pública, se recortan los presupuestos generales del Estado, se reduce el personal docente de los centros públicos de enseñanza, la institución eclesiástica no solo no ha renunciado a ninguno de sus privilegios, sino que ha visto incrementados los ingresos provenientes del Estado. Más aún, parece vivir en un paraíso fiscal con todo tipo de exenciones y privilegios: fiscales, educativos, económicos, sociales, culturales, simbólicos, incluso militares. Tal actitud es contraria al principio evangélico. No se puede servir a dos señores: a Dios y al Dinero”.

Los teólogos de la Juan XXIII también se refieren a la situación de paraíso fiscal de los eclesiásticos. Dicen: “Se niegan a pagar el IBI por su ingente patrimonio, situándose así al borde de la ilegalidad, si no instalados en ella, sin que los poderes públicos les exijan dicho pago, como lo hacen a otras organizaciones sin ánimo de lucro. Dicho pago supondría el ingreso de varios millones de euros en las arcas públicas, que podrían destinarse a poner remedio a las carencias sociales, urbanísticas, sanitarias, culturales, etc. en las zonas marginadas de la sociedad”.

Los teólogos concluyen asumiendo sus propias responsabilidades. “Lejos de presentarnos como ejemplo, asumimos la responsabilidad no pequeña que nos corresponde por la incoherencia en nuestro estilo de vida y nos comprometemos a trabajar por un nuevo orden político, económico y social basado en la fraternidad-sororidad, y no en el lucro”, dicen.

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