Ésta nueva asignatura representa una insignificante fracción del currículo. Las cifras permitirán comprenderlo perfectamente: 35 horas de un total de 4025 en toda la etapa, si excluimos la enseñanza religiosa. Su exhibición en los medios de comunicación es como una patética colita que agitan sin cesar los miembros de la Conferencia Episcopal, animando a los padres y madres a rechazarla (“legítimamente”) argumentando que el Estado no tiene derecho a educar moralmente a los hijos e hijas al margen de Dios, si padres (y madres) no lo desean.
Por eso voy a adentrarme en la fuente de la discordia, buceando en el correspondiente Real Decreto. Si lo que pretende el Estado es inculcar una determinada moral, busco cuáles son los objetivos que se persiguen con esta nueva asignatura. A primera vista me parecen muchos para una carga horaria minúscula. Como veremos, hay “trampa”. Los leo con detenimiento y ¿qué encuentro? Trece objetivos compartidos con la Educación ético-cívica de 4º, una asignatura que lleva en el currículo desde la implantación de la LOGSE y que NADIE ha cuestionado nunca, que yo sepa. Quizá el último podría ser el más beligerante contra el adoctrinamiento religioso (la fe es todo lo contrario): Adquirir un pensamiento crítico, desarrollar un criterio propio y habilidades para defender sus posiciones en debates, a través de la argumentación documentada y razonada, así como valorar las razones y argumentos de los otros.
Como los objetivos no dan para más, expongo algunos de los contenidos que podrían resultar más polémicos. Vuelvo a la fuente y aparecen varios en el bloque 2, el que trata de las relaciones interpersonales, los afectos y las emociones, los prejuicios y, destacando como un veneno mortal, ¡la familia en el marco de la Constitución Española! Quizá la polémica esté también en el bloque 3: los derechos y deberes de los ciudadanos, la igualdad de derechos y la diversidad, el respeto o la valoración crítica de las opciones personales. Como es obvio, compruebo que los mismos contenidos, junto con otros nuevos, se desarrollan en la asignatura de Ética de 4º y que la Conferencia Episcopal no ha cuestionado (¿aún?)
Salgo del nuevo Real Decreto, fuente de todos los males, y contemplo la ESO actual. Compruebo que muchos de los temas que ahora se critican forman parte de los ámbitos transversales. ¿Qué profesor/a de Biología no ha abordado las relaciones de género, la clonación o la homosexualidad? ¿No se han tratado dilemas morales en las clases de tutoría o de Sociales? ¿También van a plantear objeción de conciencia sobrevenida a todas aquellas áreas que desarrollen transversalmente estos contenidos éticos?
En resumen, se rechaza una asignatura sin peso curricular por si misma, muy parecida a otra con una trayectoria intachable para los obispos (¡qué trabajo me cuesta no escribir también obispas!) y cuyos contenidos se trabajan en muchas otras áreas, de forma transversal. Es un nuevo síndrome. Un juego de despiste y añagazas para proteger el más preciado tesoro que se guarda intacto gracias a la LOE: el adoctrinamiento religioso con cargo a los presupuestos del Estado.
Como todos/as, yo también me he dejado seducir por la cola nerviosa de la lagartija. Pero no pierdo de vista el cuerpo principal. No a la manera de un depredador que pretende devorar a su presa, sino para contribuir a ampliar nuestras conciencias en defensa de una educación integradora, laica, humanista y científica.