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Sicarios y sectarios: México y Nigeria

Ahora que muchos festejan la modificación al artículo 24 constitucional instrumentada en la Cámara de Diputados porque se explicita la libertad de toda persona a sus convicciones éticas, de conciencia y religión poniendo en riesgo al Estado laico, convendría mirar a lugares como Nigeria, donde con la misma idea de ampliar la libertad religiosa se ponen bombas y se esparcen calaveras.

Los lamentables atentados contra varias iglesias católicas en Nigeria, condenados por la Organización de Naciones Unidas (ONU), el gobierno de Estados Unidos y el Papa, buscan en el fondo lo mismo que muchos espíritus alegres de por acá: garantizar la persistencia de la fe, los valores revelados por un Dios único y verdadero.

La secta islamista Boko Haram es quizá el equivalente nigeriano a los terroristas mexicanos del mundo cristero. Los cristeros volaban trenes, violaban y mutilaban de los senos a maestras rurales por enseñar el alfabeto y las más rudimentarias operaciones matemáticas porque, decían, atentaban contra su fe. Por sus frutos los conoceréis, dice La Palabra. Y a juzgar por sus frutos parecen idénticos unos y otros.

Boko Harman pretende instaurar la libertad religiosa en toda Nigeria, es decir, instaurar la Sharia o ley islámica. Lo curioso es que la incompatibilidad entre la Sharia y la libertad es incontestable, según el historiador Mohamed Charif, citado por Fernando Del Paso en el primer tomo de sus ensayos sobre el islam y el judaísmo recientemente publicado por el Fondo de Cultura Económica. Más aún: en la opinión de otro historiador citado por Del Paso, Mohamed Talbi, los ulemas o sabios de la civilización musulmana se dedican de manera paciente y metódica a reducir teológicamente todas las libertades y a promover la intolerancia. ¿No le suena similar a lo que intentan muchos sectores del clero cuando se oponen a la maternidad libre y responsable o cuando en nombre de su conciencia algunos de sus seguidores queman libros de texto en las plazas públicas o condenan sexualidades heterodoxas?

Del Paso nos recuerda algo fundamental del mundo islámico: El islam es una creencia que nació no sólo del verbo, también de la espada. Los territorios donde impera la ley o Sharia son el dart al-islam o territorio del islam y el dar al-Jarb el territorio de los no creyentes, es el territorio de guerra. Lo que no es territorio del islam es territorio enemigo. Resulta difícil no recordar que el catolicismo también tuvo sus cruzados y su Santa Inquisición, sus hogueras y espadas que aún reverberan en pueblos tan inverosímiles, como San Juan Chamula.

Pretender vulnerar al Estado laico independientemente de lo que resulte la reforma al artículo 24 de la Constitución, es pretender vulnerar al proceso civilizatorio mismo, pues el laicismo no es un elemento accesorio de la democracia, sino el meollo de la misma. Sin Estado laico no hay democracia ni libertad duradera. Los ulemas mexicanos deberían preguntarle a los católicos nigerianos si conviene un Estado laico o no, una educación laica o no, una democracia con todas sus imperfecciones o la dictadura de quienes se creen poseedores del Dios verdadero.

¿Si el Dios verdadero es único, significa que los de los otros son falsos? ¿Por qué no dejar que cada uno decida cuál es su Dios verdadero, en el que deba depositar su fe y darle la oportunidad a los otros para equivocarse? ¿O es que la salvación o la condena no son personales, sino colectivas? ¿O el reino de Dios es de este mundo y no del otro? ¿Será por eso que los teólogos de aquí y de allá están más interesados en administrar los bienes terrenales que el invisible reino del Altísimo?

No hace mucho Jean Meyer, el mayor especialista en la cristiada, descubrió en las crónicas sangrientas de narcos y sicarios que publica la prensa con regularidad los nombres de pueblos cristeros y más aún: los apelli-dos de famosos cristeros que durante sus investigaciones había registrado. Tal vez nunca sabremos qué ocurrió en estas familias de religión extrema que acabaron convirtiéndose en sicarios. Sabemos sí, que ninguna religión impuesta rinde buenos frutos.

Aunque no creo que alcancemos los mismos niveles de violencia que padece Nigeria por cuestiones religiosas, siempre se envalentonan algunos fanáticos que impiden que asistan niños no católicos a escuelas públicas o a comunidades protestantes enterrar a sus muertos en el panteón civil. El fanatismo y la intolerancia son similares a la radiación, resultan imprevisibles e imparables. Sicarios y sectarios son príncipes del silencio. Su credo, su catecismo, su Sharia es no escuchar al otro de manera definitiva. Que digan si no las minorías religiosas aquí o en Nigeria.

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