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“¿Si creemos, por qué quitar Cristos?”

Algunos católicos critican la medida como una concesión a los musulmanes

Un crucifijo grande de madera y piedra preside la clase. Desde ahí, bien situado encima de la pizarra, lo observa todo. "24 november, monday", dice el encerado lleno de dibujos. Es la clase de inglés, pero en el Macías Picavea, de Valladolid, todas las aulas son más o menos iguales. En la mayoría, excepto en el gimnasio, hay algún crucifijo. Llevan allí desde 1936. Ahora el centro deberá decidir si acata la sentencia que obliga a retirarlos. El fallo sostiene que vulneran los derechos fundamentales de igualdad, libertad religiosa y aconfesionalidad del Estado recogidos en la Constitución.

Hiela en Valladolid y una veintena de personas se cobija bajo sus abrigos a la salida del centro. Aguardan a que sus hijos salgan de las clases extraescolares. Comentan y pisotean el suelo en busca de calor. En casi todos los corrillos el tema de conversación es el mismo. Los ánimos están crispados: "Si se hubiera aplicado la ley desde el principio y se hubieran retirado todos los símbolos religiosos antes, no hubiéramos llegado a este punto", opina una madre. "Esto es indignante. Se tendrían que preocupar por hacer cosas verdaderamente importantes para el colegio, en vez de tanto pensar en crucifijos", sostiene otra. El centro tiene unos 190 alumnos, entre infantil y primaria, y, según los padres, hay muchas cosas por hacer.

Dos niñas de unos diez años que ya han salido de clase, juguetean junto al grupo de padres y madres. "Jo tía, la que se ha montado", dice una de las pequeñas. "Ya. Ha venido hasta la tele", replica la otra encogiéndose de hombros y esbozando una sonrisita. "Lo que habría que hacer es un referéndum para que los padres votásemos si queremos crucifijos o no", se queja a su lado Begoña Bruña, madre de dos niños de primaria. Está indignada. Se remanga un poco el abrigo y abre una pancarta que lleva bajo el brazo. "No a la dictadura! Niños, este año nos quedamos sin Belén, sin Navidad y sin Semana Santa. Todo gracias a Fernando Pastor", dice el cartel que sujeta con ambas manos. Bruña se refiere al padre que, junto a la asociación Escuela Laica de Valladolid, llevó hasta los tribunales la petición de que todos los símbolos religiosos se retirasen del centro público, después de que el Consejo Escolar se negase varias veces a hacerlo.

"Ha sido una larga lucha de tres años y no esperábamos para nada este ataque. Nosotros hemos sentido vulnerados nuestros derechos todo este tiempo y no hemos arremetido contra nadie", dice Pastor. Parece tranquilo a pesar de haber escuchado críticas como la de Bruña y otros padres que le han llamado hipócrita a las puertas del centro. "Un colegio es un lugar público y, por tanto, aconfesional. No entendemos por qué los crucifijos tienen que estar allí, presidiendo la educación de los niños", argumenta.

Y una mujer alrededor de los sesenta, dice: "Esto lo único que puede suponer es el avance del machismo. Quitar los crucifijos es un avance a los musulmanes. Nosotros cuando vamos a sus países acatamos sus costumbres. Si aquí somos creyentes, ¿por qué quitar los Cristos?".

María José Moral, presidenta de la Asociación de Padres y Madres de Alumnos del centro, dice: "Muchos padres creen que los crucifijos no ofenden a nadie y no entienden porqué se tienen que quitar", dice.

Pastor espera que la Junta de Castilla y León no recurra la sentencia: "El espacio público tiene que ser un espacio de todos".

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