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Shirin Ebadi: «El lugar de la religión es el hogar, el Estado debe estar al margen»

Shirin Ebadi (Hamadán, Irán, 1947) fue una de las primeras mujeres que ejerció como juez en su país. Su lucha por los derechos humanos, especialmente de las mujeres y los niños, le valió el Premio Nobel de la Paz en 2003 y un constante pulso con las autoridades iraníes que la llevó al exilio en 2009. Hace unos meses publicó en España «Hasta que seamos libres. Mi lucha en Irán por los derechos humanos» (Confluencias), un valiente y estremecedor alegato, imprescindible para conocer el Irán contemporáneo. Esta entrevista se hizo mediante el correo electrónico con la ayuda de una intérprete de farsi.

P. ¿Hay en su país una mayoría silenciosa que puede volver a la calle y exigir un cambio, como cuando se frustró el triunfo de Musaví y del movimiento verde?

Aunque la represión del gobierno ha sido dura el movimiento verde no ha sido frustrado del todo y la liberación de los líderes de este movimiento –Musaví y Karrubí– se ha convertido en una de las continuas peticiones de los jóvenes iraníes hasta el punto de que el actual presidente, para conseguir mayores votos de los ciudadanos, ha prometido su liberación. No obstante hasta el momento no ha podido o no ha querido cumplir su promesa.

P. Decirle la verdad al poder siempre es arriesgado. Usted lo ha hecho y ha pagado un altísimo precio. En el dolor de tener que vivir en el exilio, ¿se pregunta alguna vez si valió la pena?

Yo he pagado un precio muy alto por mis actividades, pero nunca siento arrepentimiento por ello y si volviera a nacer otra vez repetiría las mismas actividades. La duda aparece cuando un individuo no tiene confianza absoluta en la verdad del objetivo que ha elegido o en la verdad del camino hacia ese objetivo. Yo creo 100% en la verdad de mi objetivo y del camino elegido, de ahí que nunca me haya dejado llevar por la duda.

P. Desde lejos, desde el exilio, sigue de cerca la situación política y social iraní. ¿Cree que es posible el cambio hacia la democracia sin recurrir a la violencia?

Irán tiene un buen potencial para llegar a la democracia sin violencia. La mayoría de su población es menor de 30 años. Los jóvenes iraníes tienen formación universitaria y gran interés por los asuntos políticos. El movimiento universitario, el movimiento feminista y el movimiento obrero en Irán son fuertes y la tecnología ha sido una ayuda importante para la población y todos estos temas facilitan el acceso a la democracia.

P. ¿El mejor camino para cambiar Irán es devolviendo el islam a la mezquita y a la vida interior de las personas y abjurando del islam político, de la condición de república islámica? En otras palabras, ¿son compatibles islam y democracia?

El islam como toda religión se merece respeto, sin embargo su lugar debe estar en el hogar de cada individuo que se siente musulmán. En otras palabras, el Estado debe estar separado de la religión para que no se abuse de los sentimientos religiosos de la población. Con una correcta interpretación, el islam es compatible con la democracia. De la misma manera que vosotros en Occidente sois cristianos y creéis en la democracia, entre los musulmanes también es así.

P. ¿Qué hacer cuando el propio Estado quiere acabar con uno, como le ocurrió a usted, por defender los derechos humanos?

Los regímenes dictatoriales miran con continua desconfianza a los defensores de los derechos humanos e impiden su actividad. En este terreno el mejor apoyo será el de la opinión pública en el ámbito nacional e internacional.

P. ¿Es la mujer, y cómo es tratada en buena parte del mundo musulmán, la llave para avanzar hacia una verdadera democracia?

Claramente la desaparición de la discriminación de las mujeres y el acceso para ellas a unos derechos igualitarios es uno de los pre-requisitos de la democracia en los países musulmanes. He repetido muchas veces que podremos hacer uso del término «primavera árabe» el día que las mujeres de los países árabes tengan igualdad de derechos.

p. ¿Qué tendría que suceder para que regresara a Teherán?

El día que mis compañeros defensores de los derechos humanos sean liberados, y yo pueda trabajar abiertamente como una abogada defensora e instituciones como por ejemplo el Centro de los Defensores de los DDHH se abran nuevamente y puedan retomar sus actividades de forma libre, y sin acoso de los agentes de la seguridad, en tal día inmediatamente volveré a Irán.

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