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Ser, o no ser, un Estado laico

Laico proviene del latín “laicus” y del griego “laikos”, que significa pueblo. En la Edad Media se oponía a klerikos (clérigo). Por lo tanto, la primera acepción de la expresión laico se utiliza para diferenciar al pueblo de quien usa hábitos. Es una expresión secular.

Más adelante el adjetivo laico migra hacia un sentido más político. Aparece la expresión “Estado laico”, que en términos generales significa que el Estado tiene prescindencia de cualquier religión; es un Estado neutro, que se abstiene de seguir los dictados de alguna religión determinada.

La obligación de un Estado laico es seguir los dictados del pueblo, expresados a través de la democracia representativa. En ese sentido, podemos afirmar que es profundamente democrático, pues obedece a la soberanía popular.

Chile constitucionalmente estableció la separación de la Iglesia del Estado en la Constitución de 1925. Por defecto, se asume a partir de entonces que Chile es un Estado laico, es decir no tiene ninguna obligación ni obediencia a religión alguna en sus decisiones, aunque no exime al Estado de garantizar la libertad de culto y la existencia de religiones en el seno de la sociedad.

La visita del Papa, los ingentes aportes que debe hacer el Estado chileno para financiar parte de su gira evangelizadora y ahora el proyecto de feriado el día de su estadía en Santiago (16 de enero), ponen en entredicho la vigencia del Estado laico en Chile.

Hay dos maneras de como los países se definen frente al Estado laico. Una es la prescindencia total, que se extiende al aporte de  recursos económicos, subvención y en algunos casos en la prohibición de símbolos religiosos en espacios públicos.

Otra mirada es que el Estado aporta financiamiento a todas las instituciones de carácter religioso o espiritual de manera equitativa, como ocurre en Bélgica. Algunos religiosos cuestionan este modelo porque sostienen que pierden independencia y en el hecho pasan a depender del estado y sus gobiernos.

¿Dónde se ubica Chile? La realidad nos indica que Chile es un hibrido. Por ejemplo, la Universidad Católica, es una universidad pontificia (PUC). El rector es nombrado por un jefe de Estado extranjero, como es el Papa y no solamente es una de la universidad más caras del mundo universitario, sino que recibe más recursos por parte del Estado que la mayoría de las universidades públicas chilenas.

Es decir todos los chilenos, sean creyentes o no creyentes, contribuyen con sus impuestos a financiar instituciones confesionales o religiosas. Es más, como ha quedado en evidencia, estas instituciones religiosas por un lado reciben aportes del Estado y por otro se niegan a poner en práctica políticas públicas cuando por razones religiosas discrepan de ellas. Quizás este sea el punto más difuso y poco claro de Chile Estado laico.

Por otro lado, quienes más han hecho en Chile por la instauración de un Estado que dé garantías a todas las religiones por igual son justamente presidentes agnósticos, volterianos, demócratas convencidos y políticos no creyentes. Sin embargo, el Estado laico en el escenario actual más parece virtual que real. En la próxima Constitución, esta es una definición que necesariamente debe ser parte de ella.

Claudio Martínez Cerda

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.
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