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Semana Santa de 1910: a palos por circular

Republicanos y conservadores se enfrentaron hace un siglo por la norma que prohibía el tránsito de carruajes en los días solemnes

3 de abril de 2010
 
La prohibición de la circulación de vehículos, como símbolo de una quietud urbana necesaria para el respeto de la Semana Santa, fue clave en la forma de entender estas festividades en la España tradicional. En Valencia, por ejemplo, republicanos, liberales y conservadores se enfrentaron hace un siglo en torno al despeje de las calles céntricas a partir de mediodía del Jueves Santo. Y fue hace medio siglo, en 1960, cuando esa costumbre, convertida en regla por el Ayuntamiento de Valencia, se levantó finalmente.
Si la disputa entre laicistas y católicos estaba viva en la sociedad valenciana desde finales del siglo XIX, la Semana Santa de los primeros años del siglo XX se prestó para no pocas controversias. Al llegar la Cuaresma de 1910, se vio enseguida que los mítines que servía la actualidad, unos en torno al laicismo de la enseñanza escolar y otros para que se defendiera la religiosidad en las aulas, iban a tener su traslado a la calle. Y así ocurrió: los republicanos en general, los blasquistas en particular, y sobre todo quienes defendían activamente las posiciones de una radical separación de Iglesia y Estado, dijeron que durante los días santos pensaban seguir circulando. Y que incluso lo harían en las inmediaciones de las parroquias y la Catedral, por más que en ella se celebraran Oficios y otras solemnidades.
Eso iba contra la costumbre. Y contra el orden moral y religioso, contra el respeto público imperante, que se traducía en reglas estrictas del Ayuntamiento. Según esas reglas, hacia mediodía se retiraban los carros del centro: los que habían llevado mercancía a los mercados y los de los "fematers", los huertanos que hacían la recogida de basuras en plazas y callejuelas. Después, limpias de deposiciones animales las calles más céntricas y dignas, comenzaba el movimiento de las buenas familias hacia los lugares de la religiosidad: las damas elegantes, vestidas de negro y tocadas con mantilla y teja, visitaban los "monumentos", construcciones efímeras que en los templos evocaban los misterios de la Pasión y Muerte del Salvador, y enmarcaban la liturgia de la Resurrección y la Eucaristía.
En la Semana Santa de 1910, los republicanos no estaban por la labor y quisieron seguir circulando. Hasta el punto de que el Ayuntamiento, de mayoría republicana, emitió una orden que permitía la circulación. El Almanaque de LAS PROVINCIAS describe en expresivas líneas lo que sucedió: "El Jueves Santo produjo varios conflictos la orden del Ayuntamiento de permitir el tránsito de carruajes, cuya orden, por ser ilegal como atentatoria a las ordenanzas municipales, creíase que sería revocada por el gobernador. No lo fue, con disgusto de todas las personas sensatas".
Desde la crisis de los conservadores en 1909, estaba en el poder el partido liberal y ahora era presidente del Gobierno Canalejas. Había, pues, un alcalde y un gobernador de esa tendencia, que no querían tensar la cuerda con la mayoría republicana municipal. "Las personas sensatas", que es como el periódico de Llorente denominaba en este caso a la sociedad conservadora tradicional, aguardó acontecimientos: "Los republicanos, temiendo que los particulares se abstuviesen de salir a la calle en carruajes, alquilaron algunos y se exhibieron por las calles más públicas, promoviéndose manifestaciones a favor y en contra y disturbios, por lo que tuvo que acudir la Guardia Civil de Caballería, dando algunas cargas, que dejaron libre la vía pública, y deteniendo 32 individuos, que por la noche fueron puestos en libertad después de multados".
Carros, tartanas, carretelas. A pie y a caballo, con ruido y con voces. Se trataba de alterar la paz en las calles del centro: por San Vicente, arriba y abajo, por la "devallada de Sant Francesc", por la plaza de Castelar, que es la del Ayuntamiento actual, y por la calle de Peris y Valero, que es como se llamaba la de la Paz en 1910. La carga de la caballería de la Guardia Civil, típica de la España de aquellos tiempos como recuerda el famoso cuadro de Ramón Casas, la ordenó el gobernador, liberal de los de José Canalejas, después de salir de almorzar de la Agricultura, en la calle de la Paz.
El viernes, no obstante, las fueras del orden tuvieron que intervenir de nuevo, tras los preceptivos toques de despeje, y de carga, que daba el cornetín. Porque en "las inmediaciones del Colegio del Patriarca fueron insultadas algunas señoras por los anticlericales, saliendo en su defensa algunos caballeros, motivándose un gran disturbio, que despejó la Benemérita". El de 1910, fue un Viernes Santo doloroso: "En la calle de Caballeros, los republicanos apedrearon el Círculo Tradicionalista, cuyos socios tuvieron que defenderse a palos". Con todo, la calle de la Paz fue la más agitada: "la Guardia Civil tuvo que disolver una gruesa manifestación revolucionaria".
El Sábado Santo, Sábado de Gloria, todo había pasado. Valencia disfrutó la novedad de los tranvías eléctricos que empezaron a circular por el centro de la ciudad, y el marqués del Turia regresó de Madrid con muy buenas noticias sobre la Exposición, que en abril iba a ser Nacional. Todo se olvidó. Los disturbios habían sido una suerte de "ejercicio gimnástico" sobre las libertades y el respeto que mostraban que algo no iba nada bien en lo más hondo de la sociedad española.
Lo curioso es que exactamente medio siglo después, en la Semana Santa de 1960, una orden municipal, en este caso del alcalde Adolfo Rincón de Arellano, terminó con la inveterada costumbre de cerrar a la circulación las calles del centro. Solo las afectadas por las necesarias procesiones de Semana Santa fueron intervenidas por la Policía Municipal. La medida llamó la atención, fue objeto de comentarios, pero escandalizó ya a muy pocos valencianos. En realidad, en 1960, los Seat 600, junto con la Vespa, se estaban apoderando de las calles. Y establecían otros usos y normas. Porque trasladaban a los valencianos, a los españoles, fuera de las ciudades, al campo y de viaje.
Pronto, muy pronto, se empezó a hablar del "Éxodo de Semana Santa". Y de los atascos de entrada y salida. Y de los muertos en las carreteras.
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