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Sectores nacionalistas utilizan la visita del Papa para reivindicar una iglesia catalana

Cuarenta personalidades firman un manifiesto de bienvenida a Su Santidad, mientras el Gobierno tripartito afronta dividido el evento

Sectores nacionalistas pretenden utilizar la visita de Su Santidad el Papa a Barcelona para resucitar una antigua aspiración catalana, la de una Iglesia segregada del resto de España, mientras el Gobierno tripartito afronta el evento fuertemente dividido, en este caso debido al laicismo dogmático de uno de sus socios, Iniciativa per Catalunya, y las ofensas de ERC. El presidente catalán José Montilla, por su parte, sólo se ha comprometido a asumir un papel puramente institucional que roza la frialdad, sobre todo si se tienen en cuenta las reflexiones del ex ministro de Trabajo y número 3 de la lista del PSC, Celestino Corbacho, quien ha arremetido contra las injerencias de la jerarquía eclesiástica en la política, en alusión a la ley del aborto y los matrimonios homosexuales.

Este es el ambiente soberanista que se respira políticamente ante la inminente llegada de Benedicto XVI a la Ciudad Condal. Y también social, pues una cuarentena de personalidades publicaron ayer un manifiesto en el diario italiano «Il corriere della Sera» en la línea de esas antiguas reclamaciones nacionalistas relacionadas con la Iglesia catalana. A saber, que Cataluña tiene una «conciencia de nación» que siempre ha sido reconocida por la Iglesia, como demuestra el documento episcopal «Arrels cristianes de Catalunya» (Raíces cristianas de Cataluña) —documento suscrito por obispos catalanes en 1985—. Añade el texto que esa raíz cristiana ha servido para que a lo largo de los siglos «la Iglesia en Cataluña haya creado cultura y la cultura haya configurado la Iglesia». Los firmantes esperan que la visita del Papa a Barcelona, «rezando con nosotros y en nuestra lengua» —está previsto que buena parte de los discursos de Su Santidad sean pronunciados en catalán—, marque un hito en la «fortaleza de los creyentes y sea un estímulo para la concordia».
El texto está firmado, entre otros, por el ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol; los alcaldes de Lérida y Tarragona, los socialistas Àngel Ros y Josep Félix Ballesteros; el ex presidente del Parlamento y presidente del Patronato de la Sagrada Familia, Joan Rigol; los abades de Montserrat y Poblet, Josep Maria Soler y Josep Alegre; el presidente de CiU, Artur Mas; el líder de UDC, Josep Duran; el presidente honorario de ERC, Jordi Carbonell; el líder de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Trias; el magistrado del Tribunal Constitucional Eugeni Gay, y el presidente del CAC y ex diputado del PSC en el Parlamento, Josep Maria Carbonell.
Secundan el manifiesto, asimismo, la abadesa de Sant Pere de les Puelles, Gertrudis Nin; la abadesa de Sant Benet de Montserrat, Montserrat Viñas; el presidente del Pontifici Institut de Música Sacra, Valentí Miserachs; el superior general de los Hermanos Maristas, Emili Turú, y el ex superior general de los Escolapios, Josep Maria Balcells. La presidenta y el vicepresidente de la Unión de Religiosos de Cataluña, Cristina Martínez y Màxim Muñoz, y el asesor de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede, Josep Maria Cullell, también apoyan, entre otros, este documento, titulado en catalán y en italiano «Santidad, bienvenido a Cataluña».
El manifiesto destila ese espíritu soberanista con que el Gobierno de Jordi Pujol quiso afrontar los asuntos eclesiásticos, lo que se saldó con un intento infructuoso de crear una Conferencia Episcopal Catalana. Las tensas relaciones con el Vaticano quedaron en evidencia durante la clausura del Concicilio Tarraconense, celebrado en Tarragona en 1995, donde el nuncio Monseño Tagliaferri advirtió de los peligros de mezclar nacionalismo e Iglesia.
Declaraciones ofensivas
Con la llegada del Gobierno tripartito, presidido por Pasqual Maragall, el independentismo eclesiástico perdió intensidad y las relaciones con el Vaticano cayeron en punto muerto con el cierre simbólico de la oficina de la Generalitat que Pujol había abierto en Roma.
Con Montilla, se ha recrudecido el laicismo gubernamental. La presión social impidió, no obstante, que la escuela concertada quedara mermada, tal como pretendían ERC e ICV. Pero no ha sido hasta la visita de Su Santidad cuando los socios del PSC han ofrecido su cara más anticatólica, con manifestaciones ofensivas. Este es el caso de Oriol Amorós, secretario de Inmigración de la Generalitat, quien manifestó que «el imán de Lérida y el Papa son dos versiones bastante retrógradas de sus propias religiones». A nivel municipal, la perla llegó de la mano de Ricard Gomà (ICV), segundo teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, quien aseguró que «Ratzinger es la cara más rancia y más oscura de la Iglesia».
Alentados por estas corrientes políticas y sociales, un autobús privado fletado por Ateos de Catalunya contra la visita del papa Benedicto XVI comenzó ayer a circular por las calles de Barcelona.

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