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Se aceleran los preparativos para un cónclave atípico y rápido

La mayoría de los cardenales que elegirán al nuevo papa ya están en Roma; hay tensión por los últimos escándalos

La ley canónica dice que cualquiera, incluso alguien que no es sacerdote, podría ser elegido papa. Pero ayer, en su audiencia de despedida a los cardenales, el mismo Benedicto XVI terminó su discurso ante sus máximos colaboradores admitiendo que "entre ustedes también está el futuro papa al cual ya hoy le prometo mi incondicional reverencia y obediencia".

En ese momento, más de uno de los cardenales electores -menores de 80 años- que lo escuchaban en la imponente Sala Clementina habrá tragado saliva. Y es lógico, si los conciliábulos en vista del cónclave empezaron no bien el Papa pronunció su inesperada renuncia al trono de Pedro, el 11 de febrero, ahora, inaugurada la sede vacante, las negociaciones y reuniones que preceden la elección están al rojo vivo.

Casi todos los 115 cardenales que entrarán a la Capilla Sixtina para elegir al 266° jefe de la Iglesia Católica ya se encuentran en Roma. El clima no es de los mejores, como admiten los mismos cardenales, que ayer hablaban en voz baja entre sí a la espera de la llegada de Benedicto XVI a la Sala Clementina.

Nadie recuerda un cónclave con semejante telón de fondo de venenos, fruto del escándalo VatiLeaks, prólogo de la renuncia del Papa, junto a su disminución de fuerzas. La atmósfera está enrarecida no sólo por eso, sino también por la sombra de los abusos sexuales.

Ayer también estaban algunos de los cardenales sospechados de haber sido encubridores, entre ellos el estadounidense Roger Mahony y el mexicano Norberto Rivera Carrera, que ayer le besaron con devoción el anillo al Papa.

Si los discursos -del cardenal decano, Angelo Sodano, y de Benedicto XVI- fueron muy breves en esa última audiencia, el momento del saludo fue larguísimo. Por orden de precedencia, saludaron primero los cardenales obispos, luego los cardenales patriarcas, los presbíteros y los diáconos.

Como si nada

Las lupas de los expertos se posaron especialmente en el saludo del cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán y considerado en cierto modo el "candidato" de Joseph Ratzinger. Benedicto XVI designó a Scola, ya patriarca de Venecia, arzobispo de Milán, la diócesis más importante del mundo, toda una señal.

También fue mirado con máxima atención cómo se despedía el cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de los Obispos, presidente de la Comisión para América latina y políglota, considerado uno de los grandes favoritos. Y fue observado además el saludo del cardenal brasileño, Odilo Pedro Scherer, arzobispo de San Pablo, de 64 años, otro "papable".

No dejó de sorprender cuando el joven cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 55 años y llamado el "Wojtyla de Oriente", le habló al Papa muy cerca de la oreja izquierda, para estallar luego en risas. Tagle llamó la atención por su rostro fresco, sonriente, no adusto como el de la mayoría.

Fue inédito observar, durante esos larguísimos 45 minutos en los que el frágil Benedicto XVI iba saludando, uno por uno, a sus máximos ayudantes, al cardenal Sodano y el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, que oficiaban de anfitriones.

El primero como decano del Colegio Cardenalicio, el segundo como cardenal camarlengo. Virtuales enemigos, el diplomático Sodano y el salesiano Bertone aparecieron juntos, charlando animadamente, durante más de 45 minutos, como si nunca hubiera pasado nada.

Benedicto XVI convocó a los cardenales de todo el mundo en el Vaticano para despedirse de ellos.  Foto: AP

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