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San Saturnino del Cerco de Artajona

El día 10 de julio de 2001, el Secretario General del Arzobispo se presentaba en el Registro de la Propiedad de Tafalla y registraba a nombre de la Diócesis de Pamplona la iglesia del San Saturnino del Cerco de Artajona, de 774 m2 de superficie. Ese mismo día, registró el Santo Cristo de Catalain y la ermita de Santa Cecilia en Garinoain; 3 ermitas en Barasoain; una en Pueyo-Puiu; y, también en Artajona, la basílica de la Virgen de Jerusalén: 8 de un plumazo y en plenos Sanfermines… ¡no está nada mal!  Como sistema de inmatriculación, el artículo 206 de la Ley Hipotecaria. El título que consta es el de “Certificaciones”, expedido apenas dos meses antes por la misma Diócesis. El dicho popular de “Yo me lo guiso, yo me lo como”, viene como anillo al dedo a esta forma privilegiada, y antidemocrática, de acceder el Registro de la Propiedad.

En el año 2006 comenzaban las obras de arreglo de la iglesia, que estos días acaban de concluir y que nos han costado a todos los navarros la friolera de 3 millones de euros, es decir, más de 500 millones de las antiguas pesetas.

Esto es:
A.     La Diócesis inmatricula ese patrimonio por unos 30 euros.
B.     Los navarros nos gastamos tres millones en arreglarlo, amén de lo invertido anteriormente y de lo que se seguirá pagando posteriormente.
C.     La Diócesis se reserva el derecho de propiedad, el dominio, la explotación turística y otros beneficios que puedan resultar.

Esto es un disparate y un agravio comparativo. En primer lugar, antes de inmatricular,  la Diócesis debería demostrar que esos bienes son suyos, como hace todo el mundo que pretende inscribir un bien en el Registro de la Propiedad. En segundo lugar, si fuesen suyos debería mantenerlos, como hacen todos los vecinos con sus propiedades. Y si no los mantuviera, se podría declarar expediente de ruina y obrar en consecuencia. O bien, si el Gobierno de Navarra asume el costo de la obra, se deben negociar medidas compensatorias para los navarros que garanticen el uso público, la gratuidad, el condominio o el trasvase del bien a las instituciones navarras.

Lo que no puede aceptarse es esa fórmula perversa del “Yo me lo quedo y tú me lo pagas”, con el que la Diócesis de Navarra está gestionando el Patrimonio de Navarra. San Saturnino del Cerco de Artajona es un último ejemplo, que nos ha costado a los navarros y navarras otros tres millones de euros.

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