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Salman Rushdie: La libertad de expresión es atacada y hay que defenderla

“La libertad de expresión está siendo atacada y necesita ser defendida. La mejor manera de hacerlo es ejerciéndola. Escribir lo que hay que escribir; dibujar lo que hay que dibujar”.

Salman Rushdie habló en Madrid de su pasado y de su futuro como escritor; de Fellini y Buñuel como los creadores que determinaron su vida literaria y de que su narrativa seguirá más por la ficción pura que por la no ficción. En la capital española recibió la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, por su entrega literaria y su postura ante la libertad de expresión.

El hombre, laureado por obras como Hijos de la medianoche (1980) y perseguido por Los versos satánicos (1988) durante 11 años, escondido y huido de la muerte por una fatwa dictada en su contra por el ayatolah Jomeini, se mostró tímido, amable, cercano, muy educado, contento. Habló de uno de los motivos que lo llevaron a Madrid: Dos años, ocho meses y veintiocho noches (Seix Barral). Es una obra de ciencia ficción que condensa su vida literaria, tradición india y mitología, con una temática inspirada en el presente más controvertido del mundo, en el porvenir de la humanidad cercada de amenazas del fanatismo, con el aliento de Las mil y una noches y el aura del realismo mágico. La novela está narrada mil años después del presente, en un tiempo llamado la Era de la Extrañeza, con criaturas mágicas conocidas como “yinn”.

Aunque Rushdie (nacido en Bombay en 1947) cuente la verdad y la realidad como ficción, esa realidad y aquel pasado que quiere olvidar se empeñan en perseguirlo. El gobierno iraní se lo ha recordado la semana pasada. Le comunicó a la organización de la Feria del Libro de Francfort su descontento porque el escritor angloindio sea el orador de la conferencia inaugural, el 14 de octubre, y pidió a los periodistas de su país y a quienes quieran escucharlo que no asistan.

“No tengo nada que decir al respecto. Si no quieren venir que no vengan, pero yo voy”, dice el novelista por toda respuesta.

Salman Rushdie vuelve con Dos años, ocho meses y veintiocho noches a sus orígenes como narrador; allá por 1975 cuando con 28 años debutó con Grimus . Fábula y toques de ciencia ficción. Sólo que en esta novela se libra una batalla entre “la razón y la sinrazón”, hasta que mil años después la humanidad alcanzará la felicidad. Como la que sintió el día anterior en el Museo del Prado al ver, otra vez, las pinturas de Goya.

El periplo por los temas de su novela y de su posición frente a la realidad empieza en un carrusel de ideas ante las preguntas de los periodistas que asisten a la rueda de prensa:

“Esta novela es una manera sencilla de describir un mundo que ha ido mal. Es una comedia, una comedia gris, pero comedia”.

“No soy excesivamente optimista de que la humanidad alcance pronto una felicidad como la descripta en la novela. El libro termina en forma más alegre de lo que creía”.

“El humor puede ser el mejor ataque en este mundo tan amenazado”.

“La gente se sorprende de que escriba libros con humor, y parece ser que este es mi libro más gracioso”.

Fanatismos y libertad de expresión

Salman Rushdie no quiere hablar mucho de cuando vivió cercado por aquel miedo liberado por Jomeini contra él. Ya lo contó en Joseph Anton. Memorias , su anterior libro (Joseph Anton fue el nombre que Rushdie usó durante los años de la fatwa). Quien quiera saber de aquellos días, allí encontrará todo.

“Esta nueva novela es una reacción a la autobiografía. Me fui a otra esquina emocional”.

“Sin duda esta novela está influenciada por eventos de la actualidad. El motivo por el que está escrita así es que quería que fuera más que un eco de lo que vemos en la televisión. Quería decir algo más universal”.

“No es una lucha del bien y del mal. Es una especie de batalla entre la razón y la sinrazón. Es una discusión muy humana, y que sucede también dentro de nosotros mismos”.

“Esta eliminación de la cultura por parte de los fanáticos es propia de ellos. Una de sus características es su no gusto por la cultura y las artes. Siempre ha sido así en todas las épocas”.

“Un ensayista estadounidense decía que el puritanismo es el miedo de que alguien pueda llegar a ser feliz. Así el placer se convierte en un acto revolucionario”.

“La libertad de expresión es lo que hace posible el arte”.

“La libertad de expresión está siendo atacada y necesita ser defendida. La mejor manera de hacerlo es ejerciéndola. Escribir lo que hay que escribir; dibujar lo que hay que dibujar”.

“En esta vuelta a mi origen, con Grimus, subyacen las historias con las que me crié. El principio subyacente es el mismo, otra manera de contar la verdad”.

“Siempre he admirado la ciencia ficción. Es un gran vehículo para transmitir ideas. He tardado 40 años en dar la vuelta. Pondría mi novela con la etiqueta de fantasía”.

“Los nacionalismos han sido peligrosos. El nazismo y lo ocurrido en la antigua Yugoslavia son un ejemplo. Pero tengo visiones diferentes. Depende de cómo se asuman”.

“Estoy feliz de haber vuelto a la ficción, es donde me quiero quedar”.

“La ficción es un lugar peligroso. (…). No siempre lo que hay ahí es verdad. Aunque puede generar verdades de la naturaleza humana”.

“Simplemente creo que el humor es algo muy civilizado. Reírse de uno mismo es uno de los aspectos centrales de cualquier civilización. Los seres humanos aburridos nunca tienen sentido del humor. Los tiranos tienen un mundo sin humor…”.

Regreso a la ficción y a la fantasía

En diálogo con el escritor Antonio Muñoz Molina, habló de sus 1.001 ideas de su vida y la literatura:

“Vine a España, por primera vez, cuando tenía 19 o 20 años, con unos amigos. Madrid, Toledo, Córdoba, Granada, hasta que llegué al mar; era horrible, porque ya a la Costa del Sol había que evitarla por el boom inmobiliario.”

“Fellini y Buñuel tienen más que ver con mi decisión de ser escritor y con mi literatura que cualquier otro autor”.

“El punto de partida de esta novela empezó con la imagen del señor Gerónimo el jardinero, que un día descubre que sus pies se levantan unas pulgadas del suelo y luego Averroes hablando y discutiendo con Al-Ghazali, su adversario”.

“En esta novela me confié más que nunca a la improvisación”.

“Lo más importante es que un escritor debe tener un buen detector de mierda de su propia escritura”.

“Siempre me ha gustado infringir las fronteras culturales. Hay que conocer los ambientes de los que se va a escribir”.

“Hay dos clases de novelas: una de todo y otra de casi nada. Esta es de todo”.

“¿Qué por qué el sueño de querer ponerlo todo? Porque somos muy arrogantes”.

“Hay muchas formas narrativas. El realismo es un recién llegado para reclamar que es lo único”.

“El personaje ficticio más peligroso es Dios”.

“Hay que tener cuidado con lo que deseas. Si se quiere un mundo ideal, y el precio de eso es la pérdida del sueño y la oscuridad de aquello que levanta monstruos, puede ser aburrido. Quizá ese es el problema del ser humano: que no queremos lo que queremos”.

“Hemos perdido algo importante en la literatura, y es ese pacto con el lector de la suspensión de la incredulidad”.

“La ficción fantástica es muy rigurosa y realista, y debe ser así si quieres que el lector te acompañe”.

“Cuando escribí Joseph Anton (*) me liberé de una parte de mí. ¡Estuve con ella 20 años!”.

“Cuando usas tu verdad para escribir, luego no sabes qué es verdad y que no”.

“En mi futuro como escritor no iré hacia la no ficción. Estoy contento de volver a la ficción”.

(*) “Joseph Anton” es la autobiografía de Rushdie, escrita en tercera persona.

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