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Rouco Varela o la religión como coartada

Todos sabemos que a Rouco Varela lo que de verdad le gusta es inmiscuirse en la política y poner a caldo a la izquierda, manejando todos los hilos a su alcance. O sea, la religión como coartada.

Le ocurre a tan alto clérigo, sin embargo, que carece del más mínimo crédito respecto a la no injerencia de la Iglesia en la política. Su mano –la derecha, naturalmente- es la que, durante mucho tiempo viene meciendo la cuna desde donde peroran, mañana, tarde y noche, Federico Jiménez Losantos y sus secuaces. El padrino de esta COPE – cuyo sectarismo ideológico no tiene parangón, el pensamiento único es hegemónico y los insultos que se vierten son cotidianos- se llama Rouco Varela.

Radio trabucaire
Claro que no es el único monseñor que respalda e impulsa el periodismo de caverna o una radio trabucaire. Sus colegas son también culpables de tamaño escándalo, como lo son incluso los obispos más críticos. Ninguno de éstos ha dicho basta y ha presentado su dimisión irrevocable como miembro del episcopado, explicando que no se puede ser cómplice de un artefacto mediático que, en nombre de Dios, está orientado a la destrucción masiva de la cultura democrática. El espectáculo que ofrecen a la ciudadanía los jerarcas católicos tanto los duros, como los hipócritas que juegan a dos cartas a la vez o los timoratos, se resume en tres palabras: ¡Es una vergüenza!

La indiferencia cínica
En ABC, Rouco Varela ha precisado que “no queremos hacer un acto político” puesto que “la Eucaristía es una expresión de lo más específico y propio de la vida de la Iglesia”.

Mayor vergüenza provoca la indiferencia cínica -en su mandato- de Juan Pablo II y ahora la de Benedicto XVI respecto a la COPE. ¿Por qué ni uno ni otro pontífice han obligado a Rouco Varela a cambiar de arriba abajo y de abajo arriba una cadena de emisoras propiedad de la Iglesia católica? La respuesta sólo puede ser una. Porque en el Vaticano les parece bien que funcione un medio oficialmente católico cuya misión más relevante sea la de fortificar a la derecha extrema, apostando por la política y, más concretamente, por una determinada política, esa que encarna la derechona de toda la vida.

El mal es más profundo
Que nadie se asombre ni se rasgue las vestiduras. El mal es más profundo de lo que algunos ingenuamente piensan. Por desgracia, y a pesar de muchas y respetables excepciones, la historia de la Iglesia católica desde el Edicto de Milán -cuando el emperador Constantino transformó el cristianismo en religión oficial del Imperio Romano- no es otra que una sucesión de actuaciones y gestos inequívocos, desde tiempos inmemoriales, en favor del conservadurismo. O en favor de las ideas más reaccionarias. O en favor siempre de la política ultramontana. Y ello con participación directa de papas, cardenales, obispos, párrocos y capellanes en general, mezclados con los gobernantes de derechas y con las gentes principales de cada país y en cada momento, recurriendo a las cruzadas, a la persecución de los disidentes y herejes y utilizando la violencia más abyecta contra los malos.

Lo que de verdad le gusta
Puede suceder que mañana toque una cierta contención formal por parte de los predicadores. Pero, desde luego, todos sabemos que a Rouco Varela lo que de verdad le gusta es inmiscuirse en la política y poner a caldo a la izquierda, manejando todos los hilos a su alcance. O sea, la religión como coartada.

Enric Sopena es director de El Plural

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