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Romería con sabor a tomillo. El alcalde de Zaragoza de romeria

La ermita de San Gregorio Magno reunió ayer a varios cientos de zaragozanos en la última peregrinación urbana que queda en la ciudad Movera hizo lo propio con su virgen

Devoción, tradición y domingueo. Son tres de los principales ingredientes que ayer se fundieron en la romería a la ermita de San Gregorio Magno, la última peregrinación que queda en el casco urbano de Zaragoza y acto central de las fiestas del barrio del Arrabal. Tampoco faltaron parrilladas, dances, jotas al viento y, por supuesto, peticiones al santo. Todo ello en un mañana primaveral enfundada de un agradable olor a tomillo.

Varios cientos de zaragozanos, entre los que apenas había jóvenes, no quisieron perderse esta popular fiesta que muchos viven con nostalgia. "Llevo viniendo desde que era un chaval. Aún recuerdo cuando había ermitaños…", explica Alfredo Sabando tras dar media vuelta a una parrilla de panceta, por la que luego pasarían longanizas, chuletas y otros manjares para deleite de su cuadrilla de amigos. "Esto es una gozada", decía uno de ellos con la bota de vino al ristre.

"Antes se subía con caballerizas engalanadas, era una gran fiesta de la ciudad que merece la pena seguir conservando", apuntaba Francisco Castillo, de la asociación cultura Royo del Rabal, encargada de los dances que acompañaron a la procesión. "Es una fiesta con mucho arraigo que no está suficientemente difundida", lamentaba el presidente de la asociación de vecinos Picarral, Juan José Jordá.

Se trata de una romería centenaria y muy vinculada a los vecinos del Arrabal y núcleo rural de San Gregorio. Y, de siempre, su organización corre a cargo de la "real y antiquísima" hermandad en honor a este santo, cuya imagen viaja cada año a estos barrios.

Un acto solemne y a la vez festivo al que no faltó Juan Alberto Belloch: "Es la primera vez que vengo como alcalde y el ambiente es estupendo".También asistieron los concejales Fernando Gimeno, Manuel Blasco y Lola Ranera y el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, fiel a esta romería desde su llegada a la diócesis. "Hoy es un día especial", proclamaba a su llegada a la ermita. Los oficios religiosos corrieron a cargo de Ureña, que bendijo los campos y pidió protección al santo frente a las inclemencias del tiempo y las enfermedades. Como broche de la jornada se celebró una misa baturra a las puertas de la ermita.

La romería es además una buena ocasión para conocer un paraje con encanto del término de Zaragoza, un lugar colonizado de tomillo, con frondosos pinares y vistas panorámicas, al que solo se puede acceder con motivo de esta celebración. Y es que el monte donde se asienta la ermita está situado en el interior del campo de adiestramiento del Ejército, un feudo militar al que está restringido el acceso.

Pero la de San Gregorio no fue ayer la única romería de la capital aragonesa. En Movera, un grupo de vecinos peregrinó hasta la ermita en honor a la virgen de este barrio rural. Un acto con menos historia –hace trece años que se celebra–, pero que cada año crece en participación.

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