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Respeto laico

Soy un enamorado del laicismo. Del Estado laico en su acepción histórica y real, antes de que gentes interesadas en embrollar todo empezasen a querer cambiar laicismo y sus derivados. Porque laico solo, quiere decir no eclesiástico. El laicismo no consiste en comer sacerdotes, aunque se sientan agredidos en cuanto creen que su superioridad, emanada de la supuesta administración de bienes sobrenaturales, no es reconocida por el poder civil. Pero la Iglesia llama 'lego' -laico- al fraile inferior, no sacerdote y por tanto ignorante: lego en la materia es quien es inexperto en ella. Y esa ancestral soberbia clerical, que supongo es común a casi todas las religiones, ha generado no pocos enfrentamientos con la sociedad.
Recordemos las declaraciones papales en su viaje a África, descartando el uso del preservativo por considerarlo inútil y hasta contraproducente. Tales manifestaciones me parecieron un error y un atentado a la salud del maltratado continente. Si se hubiera limitado a recordar a sus fieles la prohibición religiosa del uso del condón, nada que objetar: la Iglesia establece su normativa para el que decide vivir en su seno; pero su prédica debe moverse en el ámbito de la creencia. Pontificar sobre temas científicos, descalificando saberes y consejos biológicos y sanitarios internacionales, me parece de una frívola soberbia. No es extraño que medios católicos intentaran, inútilmente, dulcificar la incontinencia verbal de Benedicto XVI. Y cuando ICV presentó al Parlamento el proyecto de condena al Papa, antes de que se debatiera, Vaticano y Conferencia Episcopal hicieron lo imposible por evitarlo. Su portavoz clamaba en la COPE porque la libertad de la Iglesia estaba amenazada y el Estado quería acallarla, sin reparar en que no ceja en entrometerse en temas políticos.
El debate parlamentario se produjo e ICV quedó sola en su intento. El popular Robles Piquer defendió al Vaticano sin aludir a la conveniencia o disconveniencia del uso del preservativo, sino solo por la condición papal de jefe de estado y líder de los católicos. Más atinados, creo, anduvieron los dos partidos demócratacristianos PNV y CIU, que coincidieron en el error de las declaraciones papales y en el de llevar ese asunto a nuestro parlamento, y más aún profundizó el PSOE en tal postura, por considerar que "no es el momento, no es el lugar", aunque lamentó las declaraciones del Papa, "a quien se le debe pedir especial responsabilidad a la hora de expresarse".
El Parlamento se ha comportado de acuerdo con lo que demanda un estado laico: no tiene por qué condenar a la Iglesia por las normas que imponga a sus fieles mientras. Ojalá ésta corresponda, reconociendo la independencia del poder civil.  

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