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Reprobar al Papa Benedicto XVI

Si al presidente Rodríguez Zapatero se le ocurriera contradecir un avance médico, la caverna no dejaría transcurrir ni un minuto para lanzarse a su yugular como lobos hambrientos.
 
La atmósfera social se saturaría de adjetivos como “irresponsable”, “farsante”, “asesino”, “terrorista social”…Por supuesto, las “escandalosas declaraciones de ZP” abrirían tertulias en estudios y platós. Encendidas columnas abrasarían el ánimo de lectores de prensa. La socialdemocracia se convertiría en una “ideología de atraso y muerte”, etc.

Sin embargo, ante una afirmación más grave que la hipotética de Zapatero, la caverna no solo ha omitido sus chorreones de odio sino que ha apoyado a su autor. Como puede deducirse, me refiero a las malvadas palabras del Papa condenando el uso del preservativo en mitad de la pandemia de Sida que azota África.

Así, las palabras de Ratzinger no solo resultan monstruosas sino profundamente perversas. Sin duda él conoce las consecuencias de sus afirmaciones. Muchas personas, de buena fe, le consideran su guía espiritual, el sucesor de San Pedro, vicario de Jesucristo y títulos semejantes. Por lo tanto para muchos sus palabras son ley.

El problema es que esos mensajes condenan al dolor y a la muerte a millones de hombres, mujeres y niños. Por lo tanto, si reflexionamos, es fácil concluir que a este individuo poco le importa el sufrimiento y óbito de inocentes con tal de imponer unos planteamientos supersticiosos y rancios. Aterra pensar lo que ocurriría si la iglesia católica acumulara el poder de antaño.
Por fortuna, no muy lejos de España, el parlamento belga solicitó a su gobierno la condena de las palabras papales contra el condón. Obviamente la mayoría de los parlamentarios apoyaron la protesta que, finalmente, fue enviada al Vaticano. Excelente lección de sentido común, democracia y, ¿por qué no decirlo?, de auténtico cristianismo. Muy al contrario, en España, una moción semejante ha desatado la ira de la caverna.

En este sentido, Rouco Varela la ha calificado de “incomprensible”. Cañizares la ha descrito como “ataque e ignominia hacia un hombre de Dios”. El cardenal Amigo motejó a los parlamentarios impulsores de la propuesta como “minoría de cuarto y mitad que hace el ridículo… nueva inquisición fundamentalmente laica, agnóstica y malhumorada… de rancio anticlericalismo”.

Expresiones similares han brotado de labios de políticos de la derecha vinculados a grupos católicos radicales.

Contemplamos, por tanto, con estupefacción, que el hombre de blanco puede arrastrar a la muerte a millones de personas con sus palabras. Pero los representantes de la soberanía popular ni tan siquiera deben reprobarlo.

La perspectiva, desde luego, aterroriza. En nuestro país padecemos una derecha corrupta e intolerante, que solo cree formalmente en la democracia, y que acumula un colosal poder financiero y mediático. Sus planteamientos económicos abocan hacia una sociedad dual con una minoría cada vez más rica en detrimento de una mayoría progresivamente empobrecida.
A su vez, los planteamientos integristas religiosos se nutren de la pobreza y la desesperanza. Si la crisis económica no se supera, contemplaremos un aumento del “fervor” de la religión y de los males explicados en clave bíblica. La ciudadanía, abatida por la desesperación y anulada su capacidad crítica, se apegaría más a la superstición religiosa para gozo de la derecha económica y de sujetos como Rouco o Benedicto XVI… ¡Dios nos libre!

Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor

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