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Repartir dolor

El dolor de la libertad controlada, el dolor de la educación regresiva a los oscuros tiempos… el dolor de la entente religiosa más abyecta

‘Gobernar es, a veces, repartir dolor’, ha dicho el ministro Gallardón. Con esa frase justifica los despropósitos y desmanes que están cometiendo. Se conceden una bula que el pueblo no les ha otorgado. Creía yo, por el contrario, que gobernar es repartir felicidad. Y además fue lo que prometió, ¿recuerdan?, el señor Rajoy: ‘Les daré felicidad a los españoles’.

Ciertamente, el dolor lo están repartiendo en abundancia, sin que sus cimientos morales crujan. La sociedad española está anegada de dolor. Un dolor atrabiliario, a capricho de la regresión ideológica, cultural, económica y política que están imprimiendo. En un año han fracasado ya en todos los frentes. El dolor es la nueva unidad de medida de España. La mayor impudicia, alteración y prostitución es la de pretender blindarse moralmente con una frase. Poca felicidad han repartido. Nos han marcado a fuego en el alma con el hierro del dolor, divisa privativa de los actuales gobernantes. Todo tipo de dolor:

El dolor de la libertad controlada, el dolor de la educación regresiva a los oscuros tiempos, el dolor de la justicia nunca alcanzada y disminuida, de la ruindad de abusar de la salud de la gente, el dolor que han causado a las personas enfermas dependientes abandonándolas, el dolor de la cultura capada, de la ciencia no impulsada, de lo laboral humillado, de la policía recrudecida, de las diferencias sociales incrementadas, de la pobreza, de la angustia, de la penuria, del temor, del terror ante el futuro, el dolor del hambre, de los comedores sociales, de rebuscar en los desperdicios, de los niños con tupper, el dolor de la deslegitimación política, el dolor de la violación continua de la Constitución, el dolor de los desahucios, de los ahorros preferentes estafados, el dolor de la corrupción consentida, de la sumisión nacional de nuestra soberanía, de atizar las hogueras independentistas, de las ridículas pensiones regateadas e ilegalmente valoradas, el dolor de saber que nos mienten, siempre, todos, el dolor de la entente religiosa más abyecta, el dolor de conseguir que los despreciemos, el dolor de su falta de escrúpulos, de las coartadas estúpidas, el dolor de considerarnos ciudadanos caducados, de la infamia en las comunicaciones, el dolor de la mano dura, de no consensuar nada, de imponer su autoritarismo, de que sean tan cobardes y tan injustos.

Sí, eso es gobernar para ellos, para Gallardón y sus porqueros carentes de toda verdad, el dolor de la chulería del ministro, de su displicencia e insolencia, el dolor de privatizarlo todo para que todo sea más caro, el dolor del endurecimiento de los Códigos siempre en contra de los desfavorecidos y en protección de los poderosos, de la cadena perpetua, el dolor de los indultos arbitrarios y a capricho, el dolor de en un año conseguir cuarenta de retraso, de hacer de los ciudadanos muñecos de pim-pam-pum, de haberlos convertido en esclavos, en objetos, en sospechosos sujetos, el dolor de que la felicidad, un gramo de felicidad, sea un horizonte invisible.

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