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Religión por real orden

SE está culpando a José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte en el piadoso Gobierno marianista, de haber ideado la polémica Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, en la que se concede a la asignatura de religión el mismo rango evaluativo que cualquier materia pedagógica, como las matemáticas o la historia. Pero el ministro no tiene la culpa, es un mandado que obedece las reales órdenes, como buen lacayo que es.

Así se desprende de la declaración hecha por la reina Sofía nuestra señora, legítimaesposa de su majestad el rey católico Juan Carlos I, a la periodista Pilarurbano, que como fiel seguidora del analfabeto fundador de su secta opusdeística debe escribir su nombre formando una sola palabra. En el libro que le editó Planeta en 2008, /La reina muy de cerca, /esta lacayuna servidora de la realeza planteó el tema religioso, que a ella tanto le importa, y la reina fue tajante en su respuesta, según puede leer en la página 119 el ingenuo que compre ese libro estúpidamente inútil (yo lo adquirí por obligación republicana, que conste). Atención, habla la reina: “En los colegios se ha de enseñar religión, al menos hasta cierta edad. Los niños necesitan una explicación del origen del mundo y de la vida.”

Instructiva opinión: para conocer el origen del universo y de la biología no es necesario estudiar ciencias, sino religión. La antigua disputa entre fe y razón queda zanjada por real orden de su majestad la reina de España. La ciencia es inútil para explicar la formación del universo, de las galaxias, de los planetas, y la aparición de la vida por lo menos en el que habitamos, quizá en otros también. Al catecismo todos, que es la única ciencia verdadera, y los textos didácticos a la hoguera, por mendaces y pervertidores de las ideas naturales con las que nacemos.

Los profesores recomendados

Sigue argumentando nuestra reina y señora los motivos por los que debe implantarse la asignatura de religión en las escuelas, que son para exponer “una orientación de moral natural: qué es el bien, qué es el mal”. Le faltó indicar el nombre de los profesores más conspicuos: la triprincesa de Asturias, Girona y Viana y el duque de Palma de Mallorca. Nadie como Letizia para enseñar moral católica, recalcando la obligación de evitar el tremendo crimen de abortar, que es causa de excomunión, y el horroroso pecado de faltar al sacramento del matrimonio indisoluble, casándose civilmente y divorciándose. ¡Que todos imiten su ejemplo de virtuosa esposa sin mancha!

En cuanto a Iñaki, es el más indicado para explicar la ética católica, insistiendo sobre todo en la necesidad de eludir el horrible pecado de robar, incluido en el decálogo escrito por el mismísimo Dios para dárselo a Moisés con el encargo de que sirva de norma de conducta a la humanidad. ¡Que todos imiten su ejemplo de empresario honrado a carta cabal!

Será útil invitar a su majestad el rey católico a pronunciar la lección magistral para inaugurar los cursos, a fin de que exponga la obligatoriedad espiritual de ser fiel a la esposa con la que se une un hombre en legítimo matrimonio, huyendo del abominable pecado del adulterio, que también figura en el decálogo, y por eso lleva directamente al infierno. ¡Que todos imiten su ejemplo de esposo modelo de honestidad!

Asimismo, la reina nuestra señora también debe dar otra lección magistral, porque, como ella misma asegura a la periodista amaestrada, “yo sigo en mi religión de siempre: desde que nací me bautizaron cristiana. Soy cristiana, soy católica”. La verdad histórica demuestra que, por ser griega de nacimiento, la bautizaron en la secta cristiana llamada ortodoxa, enfrentada a la secta cristiana denominada católica nada menos que desde el año 1054, cuando el patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, y el obispo de Roma, León IX, se excomulgaron mutuamente, de manera que las iglesias bizantina y romana se acusaron recíprocamente de infidelidad y desde entonces siguen a la greña. Los niños castellanos aprenden un gracioso trabalenguas sobre la desarzobispación del arzobispo de Constantinopla. Que la reina que vino de Grecia, de donde los ciudadanos echaron a su familia a patadas, ignore el trabalenguas es admisible, y ella jamás lo repetirá, pero que presuma de fidelidad a la confesión en la que fue bautizada es intolerable: cambió de religión para casarse con el príncipe católico que aspiraba a ser rey por jurar lealtad al dictadorísimo. Ella sigue la religión que la beneficia para poder ser reina. ¡Que todos imiten la firmeza de sus convicciones!

Buena les espera a los niños españoles, si la monarquía continúa por más tiempo.

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