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Religión en las aulas

A mí me gustaría que alguien me explicara por qué es necesario que exista la asignatura de religión en nuestro sistema educativo.

Mientras llega ese momento, sigo pensando que la religión es una cuestión personal, no de estado, y que no pinta absolutamente nada en los institutos y escuelas.

Por eso no entiendo la sentencia que obliga a remodelar una vez más los planes educativos en Extremadura para volver a hacer sitio a una asignatura que debería estar fuera.

Vamos a ver si nos centramos. Vivimos en un estado no confesional, por lo que la religión, sea cual sea, no debería aparecer en el ámbito público.

Otra cosa es el ámbito privado, cómo quiera cada uno organizar sus creencias y su vida, el nacimiento y la muerte o cualquier otro rito, siempre que no dañe a nadie.

Otra cosa es negar absurdamente que pertenecemos a una tradición de siglos que ha impregnado nuestra literatura, el arte, la música, la sociedad entera. Y que sería deseable que los alumnos, los jóvenes, todos, conocieran las catedrales, el origen de un tópico literario, o por qué la historia de este país es así y no de otro modo.

Pero eso no es lo que se enseña en la asignatura de religión. Ni lo que querrían explicar las otras confesiones que también desean sus horas en las aulas.

No se trata de historia de las religiones, ni del pensamiento occidental, ni de la influencia del Islam en nuestra tradición y cultura.

Se trata de religión, como suena. Y vivimos en un estado no confesional, insisto. Mal puede explicarse lo que no tiene explicación alguna. A ser creyente no debe aprenderse en clase, y mucho menos a golpe de sentencia judicial.

Ya quisiera yo que se hubieran dado la misma prisa en rectificar cuando unieron lengua y literatura, eliminaron horas de latín y griego, o empezaron a cometerse disparates en educación. Se ve que aún hoy, en pleno siglo XXI, sigue siendo más importante la fe que la razón. Y así nos va. No hay más que vernos..

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