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Reflexiones sobre las revueltas en Turquía

Al respecto nuevamente se equivoca Badiou: la religión en el caso turco tiene mucho que ver.

El siguiente texto es el resultado de una conversación con Paul Ballanfat, profesor de Filosofía de la Universidad de Galatasara y Estambul, Turquía. No se trata de una entrevista sino más bien de un diálogo. Las voces participantes se mezclan, se comparten. Tampoco se trata de un análisis político, ni de un intento de comprensión para volver inteligible algo que se escapa a nuestra inteligencia. En resumen, hemos querido aproximarnos a las protestas masivas ocurridos en mayo en Turquía   para reconocer algunos rasgos que pueden ser significativos y particulares.

Lo inesperado esperado

De una u otra forma todo el mundo lo dice: Los acontecimientos en Turquía han sido una sorpresa. Fue algo inesperado. Nadie pensaba una movilización de tal amplitud, nadie creía posible que la sociedad turca abandonara el estado de inercia en el que se encontraba para expresarse de manera tan contundente. No obstante era algo que muchos esperaban. No había una fecha; no estaba en la agenda de nadie, pero se sabía que sucedería. Ocurriría, tarde o temprano. Sin embargo, el profesor Paul Ballanfant afirma: “Personalmente no esperaba esto tan pronto”.

En el 2007, la política de Erdogan se muestra mucho más centralista y autoritaria. Pronto se llevaron a cabo todos los 'movimientos' necesarios para imposibilitar toda oposición. Depuración del Ejército, señalamiento y encarcelamiento de periodistas, uso de la legislación contra los estudiantes para así impedir que se extendiera en Turquía de la contestación griega. Los universitarios  habían comenzado a luchar contra las reformas universitarias y de educación. Además, de esa actitud impositiva, no hay que olvidar la dimensión religiosa en el proyecto del Gobierno. Ballanfant: “Erdogan siempre ha tenido un programa islamista pero desde el rechazo de la Comunidad Europea a la Turquía esa política se ha acentuado. En los últimos años Erdogan ha debido pensar que él era lo suficientemente fuerte para ir aún más lejos en la legislación islamista”. De esa forma, la estallido social era esperado pero se hundía en la incertidumbre.

La protesta que se inicia en el parque Gezi

a) "Jamás Visto". Es algo se repite constantemente los inmigrantes,  los turcos, los jóvenes …pero también las personas mayores: "Lo del Parque Gezi fue algo jamás visto". Pero no nos engañemos, lo jamás visto no se debe únicamente a la dimensión, sino especialmente a la forma que tomó. Para el profesor de Filosofía Paul Ballanfat: “Frente a otras movilizaciones de jóvenes que se han dado recientemente (indignados en España, Grecia…) éste ha sido el movimiento más ejemplar, el más notable. ¿Por qué? Porque se trata de la organización de una comuna en un lugar particular sin sistema político tal como lo pensamos siempre: un arkhé (principio), representación, competencia entre movimientos, etc…”.
 
El parque Gezi, fue además, un lugar de encuentro que duró dos semanas y que se mantuvo distante de toda tentativa de violencia. “Se logró establecer que estuviera fuera del conflicto político con el poder, logró salvaguardar su posición mientras que otros movimientos han caído en la trampa de la policía entrando siempre en el marco del conflicto tal y como es definido por el poder”, afirma Ballanfant. No es una observación menor. El movimiento nunca cedió a la provocación. La gente del Parque Gezi se limitó a estar en el parque. La gente en las calles se limitó a marchar en las calles. La violencia siempre vino de la parte de la policía. Los enfrentamientos fueron respuestas que nunca degeneraron en una violencia desmedida. En ese caso, ésta hubieran servido de justificación para una violencia brutal de parte del Estado porque éste necesita de la confrontación.

Por otro lado, en el parque Gezi se dieron cita los diferentes componentes de las sociedad turca. Gezi permitió destruir ciertos impedimentos que dificultaban o impedía estar juntos. Esa energía de fraternidad ya existía: en las redes sociales, en las amistades personales, entre las familias. Basta con leer libros tan distintos como La Bastarda de Estambul, de Eril Shafak, o El Instituto para la sincronización de relojes de Tanpinar, para percibirlo. En Turquía hay una diversidad que coexiste, sin la posibilidad ni la fuerza para mostrarse. Hacía falta una ocasión política para unirse, para crear un espacio, para estar unidos y demostrar o realizar algo que existía previamente, que estaba ahí. Esa ocasión política fue el parque Gezi. Organizaciones históricamente enemigas, por ejemplo Kemalistas y PKK, lograron estar en el mismo espacio. En ese sentido Gezi también permitió juntar los extremos.

b) Sin programa político. Llegado a este punto, es imposible no referirse al texto de Alain Badiou sobre los acontecimientos en Turquía. Un contra-texto que responda a Badiou requerirá un mayor espacio para exponer en detalle los desfases en los que cae el filósofo francés así como para desvelar su proyecto político. Sin embargo es importante señalar que él hace una lectura lamentable por querer ver e imponer un programa político a algo que no tiene forma política. El movimiento en Turquía en general y en el parque Gezi en particular es un movimiento que contesta lo político. No se trata de un movimiento apolítico o no-político, sino de un movimiento que critica lo político.

A este respecto, Ballanfat señala : “Antes que una reconstrucción metafísica como la desea Badiou, es el transhumano nietzscheano que aparece; no una revolución sino un movimiento fundamentalmente antimetafísico. Erdogan y Badiou es el mismo combate, son las dos caras de la misma moneda, funcionan juntos, uno necesita del otro; ambos funcionan en el mismo mundo político”.

 Por su parte, Badiou trata de reconocer en los acontecimientos turcos la realización de su proyecto político. “Se quiere que haya un proyecto, una organización, se quiere ver una revuelta y que ésta pueda ser categorizada: o ella se transforma en revolución o ella desaparece. Pero esto no es ni revuelta ni revolución, esto es otra cosa”, dice el profesor de Filosofia de la universidad de Estambul. Como suele ocurrir, hay condiciones que ciertos académicos no logran apreciar. “Badiou comete un error magistral al descuidar el contexto turco. La utilización del humor en este movimiento es sobresaliente y es una vieja tradición turca de Anatolia. Es algo propiamente turco: el humor contra el sistema. Pero no responde a nada pues su objetivo no es tomar el poder ni construir un proyecto político; sirve solamente para reafirmar su posición y determinar lo que es el sistema”, reflexiona Paul Ballanfat. Es decir, mediante el humor ver el sistema político tal como es.
    
Finalmente, Gezi puede ser entendido como una verdadera utopía. No como una utopía en la que se traza un modelo político, sino como un sinlugar, una ausencia de topos o la imposibilidad de dar un lugar. Hay un potencial de indeterminación; la fuerza de lo que carece de forma, que evade todo tipo de forma. Aquello, debido a que no se buscó un centro, se rechazó determinar un principio legislador, no hubo la determinación de un Gobierno en Gezi. Si, en efecto, había códigos, éstos no fueron impuestos a la fuerza. No hubo necesidad de sancionar unos principios para que la gente fuera respetuosa con aquello que rodeaba y componía ese movimiento.

c) El afuera. Hay que recordar que la Polis creada por Platón no es espontánea. Fue el producto de una fabricación: una autoridad, unos principios, una legislación, una legitimidad, etc. En ese proyecto, Platón trazó una línea de delimitación entre la polis y un afuera. Ese afuera será el lugar de aquellos poetas que no se sometan al orden político pues uno de los principios fundamentales de la polis de Platón es que la producción de los poetas debe ser controlada. Sus obras, en el interior de la polis, deben seguir las normas dictadas. Ahora bien, el parque Gezi representa ese 'afuera'. “La gente ha elaborado en Gezi un lugar que no es un lugar, que es un no-lugar porque él no tiene principios, un lugar que es justamente la margen de la política, el afuera de la polis. Antes de Platón los poetas estaban integrados en un mundo donde las cosas estaban confundidas. Gracias a la Polis de Platón hay un afuera y ese afuera de vez en cuando sale.” En otras palabras, el parque Gezi es la emergencia de ese afuera criticando de manera radical la política y todos los instrumentos que le son propios. “En Gezi ha habido por primera vez una consciencia del hundimiento de la política. La gente sintió la necesidad de arreglar nuestras cuentas con la política. Eso es lo verdaderamente importante.”

d) El fracaso ¿Qué va a pasar después? Esa fue pregunta durante todas las noches que duro la acampada en el parque. Lo que ella revela es nuestra dificultad para pensar fuera de las categorías y formas de la política. Es una pregunta que alguien como Badiou pretende responder. Y respondió. Sin embargo este tipo de movimiento está condenado al fracaso. Si él se vuelve político, es decir, si decide actuar bajo las normas de la polis, quiere decir que se compromete con aquello que denuncia. “El sólo éxito de ese movimiento se tiene en su fracaso. Hay que sostener el fracaso. Se está condenado a fracasar. Pero eso está bien” En eso, el Parque Gezi y el Duran adam están más que estrechamente ligados, en efecto ellos pertenecen a la misma lógica contra la política: “¡On est là, on est là et on vous emmerde¡” (¡Estamos ahí, estamos ahí y os jodemos). Eso es todo.

Ciudad sin sombras

Nuestras sociedades contemporáneas pronuncian con soberbia la palabra democracia. No obstante ejercen con precisión la represión; sueñan con el autoritarismo como la mejor de sus facetas: la más sólida, la más presente, la más profunda. Tal sueño es para ellas no un lejano horizonte idílico, sino una progresiva realización. La afinación de los métodos se convierte en trabajo de artesano. Lo tecnológico, lo legislativo, lo visual, lo comunicativo… es articulado con maestría a la arbitrariedad policial. La fuerza del aparato de Estado se hace sutil maximizando así su efectividad. Que no haya pliegue fuera de control! En eso se resume la voluntad del Estado penetrando en la vida privada, registrando todos los detalles, conociendo cada segmento. Hay espacios que no conciernen al Estado, pero éste quiere una omnipresencia divina. Actitud típica del capitalismo neoliberal. El anticapitalismo del parque Gezi se erige precisamente contra ese sistema que no quiere dejar espacios privados y que al contrario, busca fundar un sistema de transparencia total, inaugurar una polis sin sombra. Ballanfat: “Ahí nuevamente, la verdad misma de la Polis de Platón en la que la polis debe estar colocada bajo el sol de tal manera que no haya ninguna sombra. Se vive entonces en un sistema totalitario donde la sombra debe ser suprimida.” El movimiento en Turquía se eleva diciendo: “pero no! La sombra existe!” Gezi sería esa zona de sombra, el agujero negro de un cosmos que quiere ser conocido integralmente.

Ballanfat: “Gezi es el agujero negro de los poetas. Si los poetas están fuera de la polis quiere decir que ellos no son controlados, no se sabe qué dicen…Hay un lugar que permanece en la noche, hay una noche, no hay solamente el día, la noche existe” Una noche bien nocturna, llena de música, baile, canto, vino, sexo. Lugares que la mirada del Estado no logra penetrar; lugares donde la radiante luz de control no triunfa, donde se reivindica la sombra en contraposición a la transparencia.

Resurgimiento y Diseminación

Turquía, como muchas otras sociedades, estaba anestesiada. Un cuerpo que duerme, escucha un gran ruido y entonces, de un solo golpe, se despierta y reconoce sorprendido su propia fuerza. “Una salida brutal del estado de somnolencia”, dice Paul Ballanfat. Ese despertar no significa necesariamente, como lo interpreta Badiou, un inicio de la historia, la apertura de alguna cosa que tiene en sí un sentido, una dirección, un telos. Al contrario, se trata de un despertar que no tiene una finalidad.

Es tan sólo un espacio vacío sin historia que resurge. Desaparece, se difumina, se disemina para emerger nuevamente sin que una ley, un ritmo, o una regla determine su reaparición en la superficie. Resurge. Correspondería más al ça était toujours là [eso siempre ha estado ahí] de Derrida que a la idea de origen de Badiou. Desde el siglo XIV en Anatolia, incluso antes, siempre han habido grupos fuera de sistema. El açı, aquel que cantaba poemas, era considerado un hombre aparte que abría con sus versos el espacio vacío, que delineaba la sombra, que recreaba la noche. El tekerleme, ese tipo de poesía que juega con las palabras, algo muy presente en la cultura turca, ha resurgido bajo la forma irónica y sarcástica que ha caracterizado el humor del movimiento en Turquía. “No obstante, la gente de ese movimiento, no conoce esa cultura. Es una sobrevivencia, algo que vuelve.” Algo que se reproduce fuera de la consciencia, una repetición fuera de la historia. Por otro lado, la diseminación es también algo muy presente en la cultura de Anatolia. Caminar y contar lo que pasa, instruir a partir de anécdotas, criticar desde la burla, es algo propio del kalander, esa especie de trovador que está fuera de control. “Me parece que el símbolo del Parque Gezi podría ser Nasreddin Hodja.”

Un nuevo mito

Cada vez que hay una voluntad de refundar la polis, habrá una reelaboración del mito. El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ha adelantado un trabajo de reescritura del mito fundacional turco pues aspira a construir una nueva identidad turca. Para esa nueva Turquía, se ha recurrido a todo un pasado otomano mitologizado. El uso que este Gobierno ha hecho del pasado ha sido sistemático. Como ejemplo podemos citar el nombre que se le dará al tercer puente sobre el Bósforo: Yavuz Sultan Selim, sultán otomano que gobernó como Slim I entre 1512 y 1520; gran conquistador que sometió especialmente a Egipto, unificó a la fuerza la Anatolia y fue el primero en llevar el título de Califa.

También fue el responsable de la primera gran masacre de alevís a quienes consideraba como heréticos. Otro ejemplo, más cercano aún: la plaza de Taksim. La República turca fundada por Mustafa Kemal Ataturk también elaboró un mito, revisitó el pasado y difundió un relato identitario. Lo que hoy es la Plaza de Taksim fue escenario de todo un despliegue de símbolos mitológicos. El cementerio armenio que se encontraba en ese terreno fue expropiado y sobre él se elaboró un proyecto urbanístico inspirado en Europa que incluyó la construcción de un parque, el Gezi Parc. El cuartel militar otomano que el actual Gobierno quiere reconstruir fue destruido por la República: él representaba el último bastión de los militares islamistas que se opusieron violentamente al proyecto republicano. Con tan solo esos dos ejemplos, las tensiones entorno al pasado, al mito y a la identidad se exponen sin dificultad. Indicada como una necesidad por Platón, esa lucha es inmanente a toda pretensión de fundar una polis.

Reelaborar un mito supone ejercer una violencia. Es un trabajo de borrar huellas, de yuxtaposición de estelas históricas. Se trata de una imposición de capas recurriendo a la fuerza. El referente de esta nueva identidad no corresponde, eso se ve a simple vista, al proyecto europeo sino más bien al modelo musulmán islamista de Arabia Saudita. “Frente a eso también hubo una contestación pues al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, partido en el Gobierno) quiere hacerse con el monopolio del islam en Turquía y aquí no hay una sola manera de ser musulmán”, apunta el profesor de filosofía Ballanfat.

El Gobierno ha utilizado el Ministerio de Asuntos Religiosos (Diyanet), una institución de origen republicano, para desarrollar un tipo de islam que no existía en Turquía. Al respecto nuevamente se equivoca Badiou: la religión en el caso turco tiene mucho que ver.

Plaza Taksim Estambul

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