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Reflexiones para el cambio de año

Les quiero hoy proponer un par de reflexiones laicas para el cambio de año que se nos echa encima. Aunque se trata de cuestiones que estos días ocupan mis propios pensamientos e inquietudes, espero que también a ustedes les parezcan dignas de consideración.

Empecemos, aun a riesgo de caer en el tópico de las comparaciones odiosas, por el diferente tratamiento educativo que a uno y otro lado de los Pirineos se da a la Religión. Así, cuando en Francia se prohibe por ley cualquier tipo de ostentación religiosa en las escuelas, en España no sólo siguen muchas aulas presididas aún por enormes crucifijos, sino que, a la vuelta de las presentes vacaciones, la Religión pasará a ser asignatura evaluable y computable para la media del bachillerato, con su repercusión sobre el futuro universitario del estudiante. No es de extrañar que, en justa correspondencia, los obispos de Madrid, con el cardenal Rouco a la cabeza, aconsejaran a sus fieles votar por Esperanza Aguirre en las recientes elecciones autonómicas. De bien nacidos es ser agradecidos, se ha dicho siempre. Por mucho que la iniciativa de los obispos haya sido denunciada en el Parlamento Europeo como un acto de injerencia política por parte de “los representantes de un país extracomunitario (el Vaticano)”, lo cierto es que éste goza aquí “de particulares privilegios e inmunidades” gracias a un Concordato que, de acuerdo con el eurodiputado italiano Mauricio Turco, podría “violar los derechos de igualdad, libertad y no discriminación” defendidos no sólo por la Carta de la Unión y el Tratado de las Comunidades Europeas, sino por la misma Constitución Española.

                Mientras tanto, el arzobispo de Granada rechaza la apertura de un banco de células madre en el Campus de la Salud por considerar que “los embriones son seres humanos”. Pues, según y dónde, podrían contestar a don Javier desde el Gobierno central, que también se opone a esta iniciativa andaluza, pero no a otras similares surgidas en la capital del Estado y en Valencia. Un miembro de Granada Laica, Rafael Gallego, comentaba por su parte que “decir que el óvulo fecundado es un ser humano es como afirmar que una receta de pollo con patatas es un buen plato: ¡prueba a comerte la hoja del libro de cocina a ver si está buena!” Esto sí que es una metonimia, de ésas que tanto gusta subrayar Manuel Talens: “Confundir el efecto con la causa”, explica él. Así que, como dice Gallego, si para que la receta se convierta en un plato comestible hacen falta el pollo, las patatas y alguien que los cocine, muchos más son los requisitos necesarios (desde el útero materno a los nueve meses de gestación) para que el óvulo fecundado en un laboratorio se convierta en persona. Oponerse con argumentos decimonónicos a una investigación que puede acabar con enfermedades hasta ahora incurables no parece de recibo en pleno siglo XXI, pero ya se sabe que en cuestiones científicas la Iglesia Católica siempre ha tardado lo suyo en ponerse al día. Al contrario que en catequesis, donde sí está a la última, no en vano Harry Potter, que en otros tiempos habría sido condenado a la hoguera por brujería, sirve ahora para introducir a los pequeños en los Evangelios: “Harry tiene amigos buenos y enemigos malos. ¿Qué amigos tienes tú? ¿Contra qué enemigos luchas tú?”, leo en una hoja parroquial que incluye textos evangélicos para preguntar a continuación: “Dios apoya o corrige lo que has escrito, ¿en qué cosas te apoya y en cuáles te corrige?”

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