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Recuperar el espacio público para la ciudadanía promoviendo el laicismo: pilares imprescindibles para la Democracia y la República.

El interés y acción de los ciudadanos en los asuntos de la sociedad y la República cómo ordenamiento jurídico del ejercicio del poder determinado por el pueblo, en el que radica la soberanía y la democracia cómo forma de funcionamiento, son notas características de de los preceptos consagrados en la Constitución de la República y en el espíritu fundacional de nuestra identidad forjada justamente en el combate en los campos de batalla por la Independencia política y en el campo de las ideas cómo bien lo consagraron las Instrucciones del Año XIII cuyo bicentenario celebramos éste año y en cuyo honor éste Congreso también lo celebra. 

Nuestra República nació inspirada entre otros, en los derechos consagrados en la Declaración de 1789, que establecían la igualdad ante la ley, los derechos de expresión, la abolición de los títulos con rango social, con su propio modelo de participación ciudadana. Fue la conquista de los derechos civiles, políticos, sociales y económicos entre los siglos XIX y XX jalonaron el reconocimiento de los derechos explicitados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Ahora bien, ¿qué comprende el concepto de ciudadanía?: a) el sentido de pertenencia a una comunidad social y política, con características comunes a sus miembros: territorio, nacionalidad, cultura, legislación, idioma, etc.; b)  el reconocimiento de la comunidad política respecto de sus integrantes en calidad de ciudadanos; c)  la presencia de estructuras de participación política y civil activa, que genera las redes de intereses; d)  una institucionalidad para la resolución de conflictos; e) la existencia de un sistema político democrático.

Valores y principios republicanos de librepensamiento y laicidad, ¿de que estamos hablando?

Los Principios republicanos son los de Libertad, Igualdad, Fraternidad, Libertad Absoluta de Conciencia y el de Laicidad están consagrados en distintos artículos de la Constitución de la República; cito algunos a modo de ejemplo:

Artículo 5°

Todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna. Reconoce a la Iglesia Católica el dominio de todos los templos que hayan sido total o parcialmente construidos con fondos del Erario Nacional, exceptuándose sólo las capillas destinadas al servicio de asilos, hospitales, cárceles u otros establecimientos públicos. Declara, asimismo, exentos de toda clase de impuestos a los templos consagrados al culto de las diversas religiones. 

Artículo 7°

Los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Nadie puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes que se establecieron por razones de interés general.

Artículo 8°

Todas las personas son iguales ante la ley no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes. 

Artículo 53°.

El trabajo está bajo la protección especial de la ley.  Todo habitante de la República, sin perjuicio de su libertad, tiene el deber de aplicar sus energías intelectuales o corporales en forma que redunde en beneficio de la colectividad, la que procurará ofrecer, con preferencia a los ciudadanos, la posibilidad de ganar su sustento mediante el desarrollo de una actividad económica. 

Artículo 54°

La ley ha de reconocer a quien se hallaré en una relación de trabajo o servicio, como obrero o empleado, la independencia de su conciencia moral y cívica; la justa remuneración; la limitación de la jornada; el descanso semanal y la higiene física y moral. El trabajo de las mujeres y de los menores de dieciocho años será especialmente reglamentado y limitado. 

Artículo 58°.

Los funcionarios están al servicio de la Nación y no de una fracción política. En los lugares y las horas de trabajo, queda prohibida toda actividad ajena a la función, reputándose ilícita la dirigida a fines de proselitismo de cualquier especie. No podrán constituirse agrupaciones con fines proselitistas utilizándose las denominaciones de reparticiones públicas o invocándose el vínculo que la función determine entre sus integrantes. 

Artículo 72°

La enumeración de derechos, deberes y garantías hecha por la Constitución, no excluye los otros que son inherentes a la personalidad humana o se derivan de la forma republicana de gobierno.

Espacio público: ámbito dónde se ejerce de la ciudadanía. 

Existe un espacio que es sólo de los individuos o de grupos de individuos: bienes, propiedades, ideas, creencias, etc. Lo que no esté reglado por la ley y pertenezca al ámbito privado, es de resorte puramente individual o de una sociedad privada. 

No obstante todo espacio de interacción de una sociedad, que sea de dominio o disfrute común de los integrantes de la sociedad, es el espacio público. 

Es en ese espacio dónde se manifiesta el dominio colectivo para uso social y para la expresión y desarrollo de la vida en sociedad. Allí están calles, plazas, edificios, etc. dónde se manifiestan las diversas instancias que son de propiedad pública. O sea que se trata de espacios geográficos y materiales tangibles, que expresan  la percepción compartida entre quienes asisten a ellos.

Pero hay otra dimensión del espacio público, que no es física y que no es menos palpable ni importante que el anterior. Son conceptos y estructuras intelectuales e intelectivas, que emanan de la experiencia en sociedad. Es lo jurídico, legal, las Instituciones, las interrelaciones que en las instancias de decisiones y de representación, dónde se expresan opiniones y voluntades ejerciendo la soberanía.

O sea que el espacio público tiene una dimensión que se expresa social, política y culturalmente, de manera que hay espacios públicos también en la forma como generamos los espacios de la cultura, de la interrelación social, de conversaciones, de discusión, donde se hace el ejercicio de ser parte de una comunidad determinada.

¿Quién ocupa el centro del espacio público? 

El espacio público es expresión de vinculación y desenvolvimiento de lo cotidiano, pero no menos importante de fuerte carga simbólica. Cuando caminamos por la calle, estamos usando un derecho que tenemos pero también manifestando nuestra ciudadanía. Si alguien manifiesta su opinión usando un medio que es de todos, está consagrando el hecho de lo público y validando su condición ciudadana, su valor como persona y su derecho de conciencia. Está exponiendo su validez de persona única, con sus propias ideas y con la autoafirmación de su existencia. 

El espacio público es, entonces el espacio donde la persona humana se valida y es reconocida como tal. Allí adquirimos la identidad y nuestra cualidad como persona. Quien no está en el espacio público, no adquiere existencia real para los demás seres humanos. 

El espacio público es de todos, porque todos necesitan adquirir el reconocimiento social de su existencia. ¿Pero están todas las reglas claras de cómo funciona ese espacio público? ¿Cuáles son las reglas del espacio público de las redes sociales en internet por ejemplo? ¿Quién las conoce? ¿Quién las fija y cómo? ¿Se está usando la falta de reglas contra los propios ‘’ciudadanos y ciudadanas en red’’? Si hacen falta reglas las personas deben actuar políticamente y aportar para definir bajo qué condiciones se limita, y cuándo se establecen condiciones de limitación del uso del espacio público. También deben establecerse las normas para que nadie en condiciones de predominio, bloqueé los derechos de aquellos que puedan estar en condiciones de desventaja. 

La importancia simbólica del espacio público es tan gravitante, que distintas fuerzas pretenden ocupar y de hecho ocupan el espacio público, colocando elementos simbólicos que expresen su dominio sobre ese espacio público. 

Veamos lo que pasa en nuestra sociedad uruguaya: constamos tristemente una vez más que luego de un espectáculo deportivo el espacio público en la capital del país y en varias capitales departamentales fue transitoriamente copado por delincuentes organizados y oportunistas que nada tenían que ver con la celebración de un resultado deportivo. Pero también nos pasa que cada vez más parece que más personas no pueden caminar libremente por las calles, ni concurrir a un restaurante o a una pizzería o a un espectáculo público por el accionar de malvivientes. El espacio público progresivamente se ha ido degradando en esos ámbitos. Debemos recuperar esos espacios públicos. 

Hemos también asistido a pretendidas ocupaciones ideológicas del espacio público, colocando símbolos de grupos políticos y actos de carácter religioso en espacios públicos. La moral también es espacio público, como lo son la cultura, las costumbres, la relacionalidad, los actos civiles, los medios de expresión, etc. Estamos hablando de aquel espacio público en el cual se exponen las ideas, y donde las ideas son tangibilizadas en prácticas concretas del hacer y el ser social. ¿Qué pasa con nuestras manifestaciones y presencia en las redes sociales? Hoy ya empiezan a usarse por ejemplo en el mundo, para analizar perfiles personales de eventuales candidatos en el mercado de trabajo. ¿Hay uno o varios ‘’Big Brother’’ mirando que hacemos, que decimos, quiénes son nuestros amigos, nuestros intereses en común y porque no analizándonos? ¿Estamos frente al ‘’panóptico’’ de Michel Foucault?

En el espacio público emergen ideas que deben enfrentar los pesos de la tradición, de la costumbre social y de hegemonías consolidadas, que actúan refractariamente a todo aquello que pueda significar un riesgo a su dominio. El espacio público queda entonces ocupado por el peso de la costumbre y de las herencias del pasado. Y cuando esas costumbres y esas herencias están sustentadas en una visión total sobre la vida y la realidad, se manifiesta inevitablemente un impedimento para que una nueva idea, o un conjunto de nuevas ideas emerjan y se desarrollen en el espacio público. Es en éste punto dónde pueden iniciarse procesos de conculcación de los derechos de conciencia y debemos estar alertas y más.

Laicismo, espacio público y democracia republicana. 

En el laicismo militamos a favor del derecho a ejercer la libertad absoluta de conciencia, a partir de una actitud y una conducta social e individual, reivindicando el espacio público como un espacio de todos, más allá de las opciones de conciencia de cada ciudadano y ciudadana. Y lo hacemos a partir de la reivindicación del espacio político como un espacio determinado por la ciudadanía. Por eso nuestra opción es por la democracia y la extensión de los derechos de la ciudadanía a escala universal.

Los derechos de conciencia garantizan no sólo el derecho a tener una percepción de la vida y del mundo que nos rodea, pero además la capacidad expresar mis puntos de vista y opiniones, así como de divulgarlas. En democracia es la sociedad civil quién tiene el dominio del espacio público y no tal o cuál corporación, nada debería inhibir el desenvolvimiento de la libertad, seguridad, vida, honor y derechos de conciencia de sus miembros, según las reglas establecidas y consensuadas por toda la sociedad. 

No obstante en mi opinión, asistimos a una creciente acción de grupos que pretenden alterar esa libre concurrencia de manifestaciones, imponiendo sus opiniones sobre la base de la hegemonía y el uso de las estructuras de poder. Para esos fines, persiguen influir o presionar a las estructuras del sistema político, cómo por ejemplo lo venimos viendo durante el debate previo a la aprobación y posteriormente a la misma, de la Ley que reguló bajo ciertas condiciones la despenalización del aborto, dónde desde la Conferencia Episcopal del Uruguay, pasando por las Universidades privadas vinculadas a la Iglesia Católica Apostólica Romana, hasta algunos representantes políticos promueven ahora un plebiscito para que el pueblo decida….

Pero esta ocupación del espacio público se pretende dar también en el mercado de manera casi imperceptible, cuándo el derecho al Trabajo puede depender de las opciones sexuales de cada ciudadano y ciudadana, cómo explicitó la Sra. Mercedes Rovira en los hechos que la involucraron por sus declaraciones discriminatorias hacia los homosexuales que según ella no podían ser docentes de la Universidad de Montevideo o cuándo Foros interreligiosos debaten y representantes políticos que proponen un mayor reconocimiento (ergo más subvenciones) para las Iglesias por su papel en la atención a sectores carenciados o de riesgo (ancianos, enfermos HIV, personas en situación de calle, etc.), o las Universidades privadas confesionales que solicitan más financiamiento para fondos de investigación de las universidades. Recordaremos que hace ya unos meses la Conferencia Episcopal uruguaya planteó que los casamientos por iglesia (cualquiera fuera la religión) tengan la misma validez legal que los matrimonios civiles, argumentando que "el Estado debería respetar y tutelar el fundamental derecho de los ciudadanos a contraer matrimonio, según su conciencia y de acuerdo con la libertad de religión"

Es quizás el machacón compele intrare agustiniano, que históricamente ha pretendido a partir de una hegemonía en el espacio de la sociedad civil y  del control de las estructuras de la sociedad política y del mercado.

A modo de conclusión: ¿cómo ser un librepensador en el siglo XXI? 

Sin laicidad no hay democracia. En una sociedad libre, que se manifiesta en el ejercicio pleno de la democracia, importa garantizar los derechos de conciencia de las minorías. 

Por ello no debe haber acción avasalladora alguna en el espacio público, que vulnere permanentemente los derechos de conciencia. Los asuntos seculares de la sociedad, no están sometidos a ninguna creencia religiosa, política o filosófica. Por lo tanto militar en el laicismo, para asegurar que el principio jurídico de la separación de las Iglesias del Estado que está vigente así continué, así cómo la libertad de cultos que consagrada la libertad absoluta de conciencia. Y ese principio prohíbe a las religiones entrometerse en los asuntos del Estado, así cómo al Estado de incursionar en los asuntos de las distintas religiones. Las religiones deben aceptar la sujeción al ordenamiento jurídico y es obligación los Poderes del Estado, preservar ese principio fundamental de la vida republicana, no facilitando artilugios ni subterfugios que faciliten el resquebrajamiento de las Instituciones republicanas. 

Además hay que recuperar el concepto de ciudadanía y el centro del espacio público para el ciudadano. Bajo ese principio subyace la idea, el valor de que cada individuo tiene sus creencias,  sus pertenencias y una identidad que lo hace único e indivisible. Cada uno de nosotros venimos de sitios distintos. Es en ese panorama cada vez más plural y multicolor de la diversidad, que el librepensamiento y la laicidad están cada vez más vigentes que nunca, cómo pilares de la dignidad humana.

En éste siglo XXI se librepensador pasa en mi opinión por la defensa de las Instituciones Republicas y Laicas, defender el cumplimiento de la Constitución de la República, la separación de poderes. Pero también en mi opinión hay que procurar la ampliación de derechos y obligaciones que vayan en la dirección de la recuperación del concepto de ciudadanía, que sea ésta y no la comunidad de ‘’consumidores’’ la que ocupe el centro del espacio público. Espacio Público que puede y debe reconstruirse a partir de la recuperación de la ciudadanía. 

El Estado de la República no puede ni debe renunciar funciones que le son indelegables y ello reclama de nosotros el despliegue de nuestra acción en defensa de las formas democrático republicanas de gobierno y en la vigencia del Estado de Derecho. 

Estamos llamados a explicar, divulgar y tomar nuestro lugar en la militancia del movimiento laicista y librepensador, que integre cómo debe ser todas las creencias, educando y reservando para la conciencia individual de cada hombre y mujer su creencia o no creencia en lo que desee o le sea más útil y para el espacio público la no intervención de ninguna religión, filosofía o ideología. 

Debemos promover la educación para la ciudadanía en los niveles primario, secundario y universitario públicos. Si las Instituciones Educativas públicas no construyen ciudadanos y ciudadanos imbuidos de los valores de República, de Libertad, de ciudanía, de respeto al Bien General,  más que en el interés individual egoísta de personas o grupos: ¿quién lo va a realizar? 

Valores cómo el respeto a los derechos humanos, la democracia pluralista y el imperio de la Ley. (por ejemplo el derecho a la seguridad personal, al matrimonio, a participar en la vida pública), en el respeto por la diversidad, incluyendo a todas las edades y a todos los sectores de la sociedad, en la aspiración a preparar a jóvenes y adultos para una participación activa en la sociedad democrática, fortaleciendo de este modo la cultura democrática, en el respeto de los Derechos Culturales como ser las cuestiones de identidad como la lengua y todas sus implicancias, la lucha contra la xenofobia, el racismo, la violencia, el nacionalismo agresivo y la intolerancia. El respeto a la diversidad es ir  más allá de la tolerancia, implica respeto y apreciación verdaderos por la diferencia, rasgo inherente al pluralismo y al multiculturalismo. 

Valores cómo los de cohesión social, la justicia social. La vigencia y respeto de los Derechos sociales y económicos implica que debe haber condiciones necesarias para el pleno desarrollo de las personas y para que tengan un nivel de vida adecuado, en el fortalecimiento de la sociedad civil, contribuyendo a la formación de ciudadanos informados y con habilidades democráticas.

Nuestro Estado uruguayo debe continuar siendo Laico, a través de la defensa y cumplimiento irrestricto de la Constitución de la República, guardando la separación de las Iglesias del Estado, así cómo la no prevalencia de ninguna ideología o corriente filosófica que tiña sus actos. Seremos buenos librepensadores en éste siglo XXI explicando, sensibilizando y movilizando a sectores cada vez más amplios de la sociedad en defensa de la Laicidad, denunciando y promoviendo las acciones que correspondan antes las Autoridades Nacionales y Departamentales.

El Estado Laico debe mantener los corporativismos a raya, sean estos religiosos o de cualquier otra naturaleza. No menos importante y preocupante es la influencia en los medios masivos de comunicación radio, televisión, diarios, internet, mensajes de teléfono, etc. que transmiten imágenes y mensajes contrarios a la Laicidad no pocas veces.

La laicidad es nuestra filosofía de la libertad, por eso ella integra, incluye y no excluye, no se coloca en una posición superior, dogmática o intolerante de ‘’aceptar o no aceptar tal o cual creencia, convicción o punto de vista’’.  Y es en ello que la Laicidad se constituye en un camino que nos conduce a la más amplia y auténtica Libertad, con la cuál recuperemos el espacio público para el ciudadano, sin lo cuál la Democracia se degrada.

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