Carta del teólogo González Faus
"Me aplico las palabras con que san Columbano se dirigía a Bonifacio IV hacia el año 600: "al más alto de parte del más bajo. ¿Quién me escuchará? ¿Quién no preguntará por ese charlatán presuntuoso que se atreve a escribir sin que nadie se lo pida? Responderé que no hay intemperancia allí donde existe la necesidad de edificar la Iglesia. Y si mi persona le parece poco, que no atienda al que escribe sino a lo que escribe". Desde estos presupuestos me atrevo a departir con usted sobre un tema que parece preocuparnos a los dos: la idea de España y sus implicaciones morales.
El segundo mandamiento es no tomar el Santo Nombre de Dios en vano; y esto puede ocurrir cuando hacemos un absoluto de nuestra idea de patria grande o pequeña. Los hombres necesitamos raíces y es normal que amemos esas raíces que nos hicieron cuajar. Además, el abstracto amor al prójimo necesita una concreción o comunidad cercana, a la que pueda tocar y servir. La idea de patria brota de ambos factores.
Pero dar a cosas tan sencillas una especie de esencia metafísica es entrar en una pendiente idolátrica; y sólo se hará cocinando la historia en provecho propio. En el s. II, la Carta a Diogneto alertaba contra esa tentación: a los cristianos "toda patria les es extraña y toda tierra extraña les es patria". La verdadera patria de un cristiano es aquello que Jesús llamó Reinado de Dios: el lugar de la fraternidad y la justicia. Lo demás se sale del ámbito de la fe y entra en el de los sentimientos: muy respetables, pero que deben ser controlados y purificados por la razón y la moral, en lugar de ser ellos los que dictamienen lo moral y lo razonable.
Por otro lado ¿qué España respondería a esa esencia metafísico-religiosa? ¿La España qeu expulsó a los judíos o la que produjo a Bartolomé de Las Casas?…"
José Ignacio González Faus