La animosidad que siente el sector visigótico del episcopado católico hacia los partidos de izquierda impide a su iglesia desempeñar el papel de reconciliadores, una de sus deudas pendientes. En el reciente proceso de investidura procedía el silencio, pero a los prelados de Oviedo y Valencia les pidió el cuerpo salir para ser notados.
Acaso con la misma intención, el levantino publicó dos cartas semanales: una para solicitar oraciones especiales para que no ocurriera lo que ocurrió, otra para felicitar al nuevo presidente y ofrecerle su colaboración leal. Suena a disculpa formularia que después de profetizar la desaparición de España de salir adelante la coalición PSOE-UP, mostrara un respeto y una voluntad de cooperar … ¡¡¡ con sus destructores !!! Incoherencia que se explica en quien sostiene sin rubor que la unidad de la patria es un asunto de moral católica.
La adicción creada por el largo contubernio del nacionalcatolicismo les ha privado del sentido de la realidad, y así se atreven a considerar los privilegios como derechos y aun como deuda causada por la prestación a la sociedad de servicios que debe garantizar el poder civil.
Que se desengañen los que gastan esas ínfulas: no hay futuro para los Acuerdos del 79, por inconstitucionales en varios puntos e incumplido el de autofinanciarse. Toca aplicar la vieja doctrina: la Iglesia, sociedad perfecta, tiene todo lo que necesita para realizar sus fines.
Ramón Baltar